sábado, 30 de mayo de 2009
LA CÁTEDRA DEL MACHO ARGENTINO. UN LIBRO QUE ABRE LA POLÉMICA, PERO CON UNA RISA DE FONDO.
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Por. Ignacio González Prieto.
El actor Coco Sily estrenó obra simultáneamente en teatro y en el mercado editorial con La cátedra del macho argentino, una obra que ironiza sobre el modelo tradicional masculino y lo confronta con los nuevos arquetipos del género.
"La comida del macho argentino es el pastel de papas, nada de pasas de uva. ¡El pastel de papas es de carne y papa, nada más!". Con esta afirmación comienza el libro, que más adelante advierte: una mujer cae rendida a los pies de un hombre, "cuando le demostrás que sos su macho, no cuando la acompañas a la peluquería".
El actor -que comenzó a trabajar esta temática en el programa Tarde negra, que conduce, junto a Elizabeth Vernaci por la Rock and Pop- comentó que "la editorial Planeta le ofreció hacer un libro junto a Sergio Zalazar, productor del programa, y empezaron a recopilar el trabajo de los últimos tres años".
“‘Puto el que lee esto’. Nunca encontré una frase mejor para iniciar un relato. Nunca, lo juro por mi madre que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni Góngora. Lo leí en un baño público en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura.” Así arranca “Usted no me lo va a creer”, uno de los libros más memorables de Roberto Fontanarrosa. Seguramente Coco Sily aprobaría esas líneas, y -salvando las distancias– hasta podría considerarlas como posible inspiración para “La cátedra”.
Ya desde las primeras líneas del libro, se puede detectar la necesidad de establecer “un modelo de macho”. Y la pregunta surge inmediatamente. ¿Qué lo motiva a sentar estas bases?, ¿es la nostalgia?, ¿es la falta de adaptación a una sociedad que ha cambiado?, ¿es su propia inseguridad?, ¿o es simplemente, la necesidad de reflejar esas charlas de amigos en bares, restaurantes o asados?
Sucede que el actor tira un gancho similar al del maestro rosarino cuando sale a escena. De entrada explica en qué consistirá la clase: “En el rato que sigue, vamos a pronunciar mucho las palabras “puto” y “macho”. Ojo, que cuando digo “puto” no estoy hablando de una elección sexual. Lo aclaro porque muchos homosexuales tienen más códigos que gran parte de los heterosexuales. En realidad, el opuesto del “macho” es el “moderno”, el que perdió los códigos. Y yo vengo a ser una especie de testeador del nivel de modernidad, de esa putez interna que cada uno tiene”.
Y sin embargo no es tan complicado ver hacia dónde apunta Sily. ¿Quién no fue a un restaurante de Palermo para encontrar que “el fino colchón de hojas verdes” que salía treinta pesos era simplemente una ensalada de lechuga? “¡Es lechuga, hermano! No me estafés. No me bolsillés”, se enoja el personaje.
Es un libro dónde el lector permanentemente camina sobre un límite muy fino, las interpretaciones son ambiguas, y siempre se corre el riesgo de caer en lugares comunes, dichos populares, frases hechas y hasta la discriminación.
Sin embargo, el humor bien entendido e interpretado, no decae nunca en las 207 páginas de la obra, en la que Sily vuelca apreciaciones como "el macho usa canas, no tintura; usa panza, no se hace una liposucción; las cremas que usa son sólo para torceduras, no para la piel, usa gel y no productos para el pelo, usa bufanda y no pañuelos en el cuello. No usa tatuajes, excepto el que diga el nombre de la madre".
¿Y quién le dijo a Sily que eso asegura “ser macho”?. ¿Acaso los parámetros estéticos y las costumbres no cambiaron en las últimas décadas?. Aquél hombre que antes no elegía su ropa, no se compraba cosméticos, no iba al gimnasio, no se cuidaba en las comidas, no hacía las tareas de la casa, no cuidaba a sus hijos; ¿era muy distinto al de hoy?. NO, para nada.
El enfoque, es completamente erróneo. Porque la sociedad, la familia, la pareja, la tecnología, los trabajos y los tiempos cambiaron. Y también cambio “el macho”, mejor dicho, tuvo que adaptarse, algunos por voluntad otros a la fuerza.
Otros de los temas que explora son el hábitat, la estética, la salud y el arte del macho. Temas que no deben faltar en “su vida” son la madre, las mujeres, los hijos, el bar y el matrimonio, del cual asegura "es uno de los pasos más traumáticos de la existencia, en este tramo, aprovecha, redobla sus críticas sobre “el rol” de la mujer en la pareja. Tiene una mirada muy peyorativa, porque asegura que nunca se pueden conjugar los papeles de mujer y madre. “Es una o es otra”, sentencia.
Aquí vuelve a cometer el mismo error. No interpreta “ese nuevo circuito” que ha transitado la mujer; que la obliga a ser profesional, ama de casa, madre y esposa. Una mujer que ya tiene otros roles más comprometidos, más exigentes, y hasta en muchos casos, reemplaza a “ese hombre” que todo lo puede.
También sobre las mujeres, la "cátedra Sily" dice: "en la primera cita, el macho no sólo tiene la oportunidad de conocer mejor a una mujer, sino que también puede -y debe- presentarse a sí mismo como el macho que realmente es".
"Este libro no es tan machista como parece. Porque intenta rescatar qué nos pasa a los argentinos hoy, saber dónde quedaron los códigos y el culto a la amistad. Juega con el humor para rescatar las leyes del barrio, que se meten en lo más profundo y viceral de la sociedad criolla, que se debate entre cambiar o conservar una esencia. Es un claro reflejo de un país que fue mejor y se desfiguró en los últimos 20 años”, señala el Sociólogo Pablo Alabarces, Titular del Seminario Cultura Popular y Masiva de de la Universidad de Buenos Aires.
“Por eso, no nos debe extrañar encontrar en las librerías, los kioscos o en las mesitas de luz, libros como este”.
Respecto al momento en que comenzó a aparecer el metrosexual y caer en desuso el macho, Sily comenta que "empezó a extinguirse cuando la modernidad nos invadió, cuando empezamos a mirar la ‘mina' de un amigo, cuando comenzamos a comer sushi".
"Yo me di cuenta que estábamos mal el día que fui a jugar al papi fútbol y el pibe que tenía que traer la pelota no lo hizo porque se la olvidó, pero no se olvidó la crema anti-age".
Separado, con 2 hijos, con nueva novia -joven-; este macho argentino estudió teatro en la Argentina y en España. Actuó junto a figuras del espectáculo nacional como Tato Bores, Guillermo Francella, Antonio Gasalla y Carlos Calvo.
El autor ofrece por estos días en el Chacarerean Teatre -Nicaragua 5500 en el barrio de Palermo Viejo- un correlato de su libro. "Estoy teniendo una respuesta extraordinaria de la gente. Cada noche es una fiesta. La gente se divierte mucho, que es lo que busca”.
Sobre cómo tomaron las mujeres su papel machista, Sily aclara: "Vienen a saludarme muchas ‘minas' que se acercan al teatro en grupo, me felicitan y hasta se atreven a reconocer que el macho les gusta, mucho más que un tipo que se pone cremas en el cuerpo".
Al consultarla a Liliana Echevarría, psicóloga, especialista en psicoanálisis, se preguntó: “¿cuál es el verdadero estereotipo del hombre?. ¿No se puede ser sensible, tener gustos distintos, ideas más abiertas, vestir de otra manera, vincularse con una mujer desde el lugar de iguales?”.
“Pensar lo contario sería cometer un grave error. Pero, debo reconocer que así piensa un sector de la sociedad”.
Entonces, luego de repasar y consultar este curioso, polémico y poco innovador libro, las ideas que sentencia, difícilmente representen y sean creídas por la mayoría de de los hombres Argentinos.
Y a la hora de apoyar la cabeza para quedarse dormida, me imagino, una mujer no sólo quiere un hombre de pelo en pecho.
martes, 19 de mayo de 2009
Los Emanueles
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Por Olga Gonzalez .
Hora de la cena, los tres sentados frente al televisor. Reparto los fideos. Desde la pantalla omnipresente en nuestras comidas, nos habla Lucas; relata que está preso por matar a su padre. Ricardo observa… mastica, y luego dice “mirá los ojos de ese pibe, este pibe no está bien, para mí está loco”, lo confirma unos segundos después el locutor informando que está detenido en la Unidad 34, de Melchor Romero. Nadia interrumpe, manifiesta su disconformidad con la salsa y trata de esgrimir una serie de argumentos sobre lo delicioso que es comer fideos tallarines con mayonesa, con mucha mayonesa.
Luego de un forcejeo con el plato, la salsa y la mayonesa, triunfan los tomates a instancias de la voz del padre que llama al orden y dictamina “te comés eso y se acabó”, en tanto Lucas, desde la pantalla, nos cuenta que mató a golpes a su viejo con una llave inglesa, la madre corrió a buscar ayuda, y los vecinos lo sacaron de la casa.
No recuerda mucho más del suceso, lo lamenta. Argumenta que las palizas a su madre eran una constante desde su infancia, cuenta su miedo, y cuenta que ahora su proyecto es estudiar.
El estudio, ese mítico bien que nos permitirá ingresar a un lugar mejor. Increíble cómo aún subsiste en el imaginario social la posibilidad de progreso a partir de él, eso me recuerda la tarea de Nadia y arremeto, como el paladín justiciero del tallarín. Nadia devuelve el golpe “ya los hice” contesta y con mirada socarrona dice: “¿no era que esto ustedes no lo veían?“. En ese instante aparece en la escena televisiva Emmanuel, quien en este punto se ha convertido en un personaje popular y atractivo entre los seguidores de “Cárceles”, entre los que se encuentra Nadia. Todos quedamos en silencio. Miramos su “salida transitoria”, levanto los platos. El ambiente cotidiano está enrarecido; miro a mi derecha y veo el gris de la angustia en los ojos verdes de Ricardo, la mesa se hunde en el piso, Emmanuel, su Emmanuel, ese joven de diecinueve años, de ojos suaves y bella sonrisa, que abandonó la escuela, que se inscribió tres años al mismo grado, a fuerza de ruegos, charlas y amenazas, que se resiste al amor y preocupación de su padre. Aquel que sólo hace trabajos de lavador de autos, que aparece y desaparece en horas y circunstancias extrañas, que tiene una suerte excepcional y por eso “encuentra muchas cosas” o “son de un amigo”. Su vida, un misterio. Su devenir nuestro temor. Nadia otea el aire y le parece mejor desaparecer, se va a dormir.
Empleos sin calificación, precariedad, delito, son circunstancias tan cercanas a los jóvenes de las clases medias bajas, a los Emanueles, sin embargo esta precariedad no les es ajena, la conocen, la vieron en la vida de sus padres, que por lo general han ingresado al mundo del trabajo en la década de los 80, está “naturalizada”, se instaló en su imaginario ese vivir hoy, la incertidumbre del trabajo, la seguridad del desempleo.
Si no hay posibilidad de crecimiento económico, se rompe el pacto social, entonces para qué nadar contra la corriente, mejor sólo dejarse arrastrar. Quizás estos jóvenes lo saben y por eso únicamente para ellos cuenta el hoy.
Los Emmanueles sólo tienen empleos temporarios, cuando los tienen. Este Emmanuel se negó a la “oportunidad”, reservada a otros marginados que quieren integrarse, unirse al sistema siendo policía, esa mano de obra descartable también de esta sociedad. No quiso, no le gusta la estructura, y lo reafirmó haciéndose un tatuaje de hombro a hombro para que su padre ya no insista.
Vuelvo al televisor y otro preso dice: “Acá comés todos los días y no tenés que preocuparte por la comida, afuera es la verdadera lucha, comés o te comen”, agrega. Miro a mi derecha de nuevo, la angustia continua ahí y nada puedo hacer.
Por eso no miramos “Cárceles”, o quizá por eso lo mira Nadia. Porque para las clases desposeídas, “Cárceles” está ahí, en nuestra puerta, en la vida diaria, en la casa de mi vecino, está en nuestros jóvenes. Quizá “Cárceles” naturaliza la mirada de la sociedad sobre esta situación. Nos acostumbra a ver a estos jóvenes como presidiarios, a no ver la falta de oportunidades que genera la desigualdad social. Lo vemos gracioso y hasta divertido, y no nos compromete como sociedad a buscar una salida, parece que eso sucede y punto. Debemos aceptar que en cualquier instante esa realidad se siente a nuestra mesa a comer y amenace de cerca a nosotros y a nuestros hijos.
Como sociedad tenemos que ocuparnos de encontrar una solución al desamparo de estos jóvenes, asignarles un rol, un futuro, un empleo. La posibilidad de inserción tiene que ser real. La incertidumbre genera miedo, angustia, resentimiento algo que casi todos los que pasamos los 80 y 90 en estas tierras conocemos, esa es la verdadera inseguridad sobre la que tenemos que aplicar la mano dura, el encarcelamiento de los Emanueles no es lo que nos permite crecer como sociedad, eso habla de nuestros errores, mirar “Cárceles”, y ver nuestros pibes y los del vecino en la pantalla no debería ser un entretenimiento.
Imagen: La indiferencia de la mayoria
Lienzo, 120x 120 , de Moises Herqueta
lunes, 18 de mayo de 2009
Policías en acción, ¿acaso otros están inactivos?
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domingo, 10 de mayo de 2009
FACEBOOK: ENTRE LOS CAZADORES Y LOS TAXIDERMISTAS.
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Por. Ignacio González Prieto.
En 2 años el Facebook revolucionó las redes sociales y hoy tiene 200 millones de usuarios.
En Argentina hay 3.700.000 mil personas que lo usan, es la principal red social y nuestro país ocupa el 6.to puesto en la utilización de esta tecnología en el mundo, donde la intención es “buscar gente dónde la gente está”, según los especialistas.
Es difícil entonces, sorprenderse que los retratos de jóvenes exponiendo su intimidad ocupen un lugar de privilegio en la video galería artística del Centro Cultural Ricardo Rojas, que depende de la Universidad de Buenos Aires, un reducto predilecto de aquellos que saben apreciar las obras del arte contemporáneo.
En tiempos, de Facebook, fotologs, Blogs, páginas web, fotos de teléfonos celulares, que exhiben, como nunca antes, los límites finos entre el universo de lo privado y de lo público, el video artista y fotógrafo rosarino Carlos Fernando Herrera, presenta Temperatura perfecta.
Una obra despojada de sofisticaciones técnicas o estéticas, una combinación entre el trabajo del cazador y el taxidermista, que atrapan a su presa, la preparan y la muestran cómo un trofeo, en un lugar especial de la casa.
Este trabajo, retrata el mundo interior del adolescente promedio de las provincias argentinas. Con sus experiencias y sus decisiones de vida. Cortes de pelo, tatuajes, aros, pearcing, caras lavadas, barbas, bigotes, cuerpos lampiños, bronceados o no, ropas..., que definen una forma de vida, que también se conjuga con fotos de situaciones cotidianas, como habitaciones desordenadas, baños sucios, las zapatillas que se usan todos los días, el jean preferido, la cama sin tender y el puf elegido, donde se pasan los días, entre puchos, tragos, televisión, la compu, anécdotas y libros.
Sin demasiadas pretensiones, como nos cuenta, el artista, se animó a mostrar un trabajo de 40 imágenes, que surgen de una selección de casi 10 años y más de 300 fotografías, que se mantuvieron ocultas, y lo obligaron a presentar otros trabajos más complejos para legitimarse en los circuitos más institucionales del arte.
Las caras, las poses casuales, los torsos desnudos, los juegos, los genitales, dejan ver “el hábitat” de los jóvenes de hoy. Lugares, que no son tan distintos al de otras generaciones, pero que disparan diferentes lecturas, y nos hacen pensar sobre las nuevas costumbres, sobre los vínculos y sobre los cambios en la más profunda intimidad.
La idea, es que el cuadro funcione como un espejo de ellos, que mantienen posturas ridículas, irreverentes, desafiantes, incomprensibles y hasta desconocidas. Al contemplarlas, no sólo da la sensación, sino que queda confirmado, que la sociedad ha mutado, que ya “la gente”, no se sienta, no duerme, no come y hasta no disfruta, de la misma manera, cambiaron los lugares, los tiempos y hasta las personas.
Por eso, la obra está atravesada por una cuota de humor y algo de porno, entre lo erótico, lo sensual y lo exótico, que nos muestra que este retratista de 33 años, es fiel a los suyos y, no duda, en buscar las nuevas herramientas de la tecnología para dejarlo confirmado y sentar un precedente en el arte de la metrópolis. Es así, que este abordaje de la fotografía con una visión plástica desprejuiciada.
El uso de una cámara casera, deja en evidencia que Herrera, logró ganarse la confianza de sus retratados, meterse en sus vidas, tenerlos como modelos ocasionales a jóvenes de entre 17 y 25 años, que se muestran con espontaneidad.
Con una Nikon pocket automática, de apenas 9 mega-píxeles, que entra en la palma de la mano, evidencia, que estos modelos no están producidos -no tienen maquillajes, luces o peinadores-. Son fotos, casi de asalto,
Luego de caminar durante, unos 45 minutos mirando las fotos, uno se pregunta: ¿la obra va o la obra viene al artista?. Es cómo una presa que va confiada y feliz, hacia el depredador. Y es aquí, donde la acción del cazador y la operación del taxidermista, se encuentran en las fotos, que nadie pensaba encontrar en el “Rojas”.
BIOGRAFÍA DEL AUTOR.
Carlos Fernando Herrera
Nació en Rosario en 1976 - Fotógrafo y Videoartista Realiza proyectos diversos de características intimistas y hogareñas. Instalaciones y documentaciones de video, fotografía y audio. Trabaja en forma conjunta con Claudia del Río en un dueto denominado Trulalalá. Dirige Marasca Trip Gallery. Es asesor externo de Museo Castagnino+macro desde el año 2005 y director Ejecutivo del miso durante el año 2008. Ha realizado numerosas muestras individuales y colectivas en argentina y en otros países desde el año 2000. Sus obras forman parte de colecciones privadas y de museos nacionales e internacionales.
LOS POLICIAS DE LA TELEVISIÓN ARGENTINA: ¿FICCIÓN O REALIDAD?
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Policías en acción es un intento más de la televisión por demostrar que la realidad se puede exhibir crudamente frente a las cámaras y micrófonos, con una mirada inocente, de “estábamos ahí” y “eso ocurrió”.
Patrulleros que corren a toda velocidad y llegan siempre a tiempo, policías de protocolo-atentos y educados con el ciudadano-, vecinos que plantean un problema sin desbordarse, teléfonos y radios de emergencia que funcionan a la perfección y hasta delincuentes que se entregan luego de una pequeña persecución, casi sin resistencia.
Los tiempos “modernos y violentos” de la realidad Argentina, hacen casi inevitable, que un canal de televisión, apueste a este tipo de producción, en día de semana, horario central y con promociones a toda hora anunciando que verán lo que nunca imaginaron.
La curiosidad, la bronca, la necesidad de justicia, los reclamos nunca escuchados, el miedo, la incertidumbre y espiar una realidad que nos es ajena o que consumimos a través de los medios de comunicación, permite que este sea uno de los programas de mayor audiencia de la televisión, nos recuerda, Catalina Dlugi, Columnista de Espectáculos de Canal 13 y TN.
Pero, para lograr esto, se construyen mensajes, a veces, difusos otras bien implícitos. La violencia familiar, las diferencias entre vecinos, los consumidores de drogas, los robos comunes, las discusiones de tránsito, las peleas en las salidas de los boliches, las nuevas tribus urbanas, los borrachos de ocasión; encubren los grandes problemas, que son dejados de lado de manera arbitraria.
No aparecen las redes de prostitución, los vendedores de drogas, la toma de rehenes, los asesinatos que conmueven a la sociedad, los secuestros extorsivos, la venta de armas y, hasta, la corrupción policial. Todo se limita, todo se recorta, todo se transforma; en medio de gritos, llantos, discusiones sin sentido, policías que corren, luces de patrullas, periodistas que hacen preguntas de ocasión sólo detrás de cámara y oficiales que responden sobre los casos hasta con ironía, sonrisas y desparpajo, nos remarca, Vivian Perrone, Presidenta de la Asociación Madres del Dolor.
Es así, que la “cultura” de las calles, de las comisarias, de las cárceles, de las villas y de los tumberos, se inserta en la televisión, con planos cerrados, micrófonos abiertos y música que acompaña, sobre esa realidad ideada, soñada, pero “no real”.
La serie, toma como referencia, a COPS, una producción de la televisión de los EEUU, que va hacia la misma dirección: “el grotesco y la comedía”, pero con más recurso tecnológico, un guión más elaborado, personajes más creíbles y hasta casos que generan la duda y abren el debate, sobre su existencia o no.
Este tipo de producción, nos señala la Psicóloga, Liliana Prados, se consume en base a: la emoción, la repulsión o la identificación. Son los patrones de conducta que siguen los televidentes, que, mientras “lo ven”, le gusta, se excitan, se asombran o critican, con la vehemencia que este tipo de situaciones plantean a la mente humana.
Entonces, ¿Es posible pensar un programa de televisión de estas características, sin pensar en la sociedad Argentina? Evidentemente, no.
Porque, el abuso en el consumo de alcohol, aumentó un 10 % en 10 años, hoy hay 2.500.000 consumidores activos; el 83 % son hombres, las mujeres y los ancianos toman más que antes y , como si esto no bastara, la edad “de comienzo” bajo a los 12 años.
Hoy se calcula que hay 175 mil tomadores compulsivos y 125 mil alcohólicos dependientes, renoce, el Dr. Eduardo Klina, Titular de Neurologìa de las Adicciones de la Universidad del Salvador.
Los profesionales de la salud que consultamos coinciden que “muchas veces los medios de comunicación no tienen conciencia de los mensajes que transmiten y del daño que generan, frente a una sociedad que sufre una crisis de valores”.
Por eso, un programa de televisión, no es sólo eso, las vivencias de la sociedad, las ideas de los productores del ciclo, el raiting, las necesidades políticas del momento y hasta el mensaje que se intenta transmitir, nos hacen una clara advertencia, debemos mirar los detalles, no olvidarnos de contextualizar, de vincular las causas, las consecuencias , de ampliar nuestros horizontes de pensamiento y saber que un analista se construye desde la desconfianza, desde la curiosidad y sobre todo, desde las preguntas incómodas.
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