miércoles, 16 de diciembre de 2009
El crepúsculo de los superhéroes
Los Watchmen, como Súperman, Batman o el Hombre Araña, entre otros superhéroes, son ejemplos de una reiterada vocación del cómic estadounidense por presentar sociedades necesitadas de justicia en las que emergen seres salvadores, que llegan a poner un poco de orden a momentos convulsionados.
Héroes que operan al margen de la ley. Personajes alegales que castigan el incumplimiento de las normas. Justicieros más allá del bien y del mal. Aunque muchas veces lo que los mueve no es otra cosa que un deseo irrefrenable de venganza personal.
Una sociedad necesitada de superhéroes es una sociedad que, en algún punto, no tiene el valor o la capacidad de asumir como propios los desafíos de la vida en comunidad. Aunque anhele paz y libertad, quiere ser bien gobernada, pero no quiere gobernar. O pide mano dura, pero no está dispuesta a ejercerla por sí misma.
Si bien la acción de Watchmen tiene lugar durante un 1985 de ficción, con Estados Unidos y la Unión Soviética muy próximos a declararse la guerra nuclear, bien podría referirse a sucesos reales más recientes.
Vivimos una mentira o somos parte involuntaria de una conspiración de dimensiones planetarias. Eso es lo que nos plantea Watchmen. La conspiración se vuelve un recurso del Gobierno para construir la historia y la realidad social.
Conspiración es lo que se esconde, por ejemplo, detrás del asesinato de John F. Kennedy, propone la película de Zack Snyder.
Y no son pocos los que están convencidos de que los atentados terroristas del 11-S no fueron otra cosa que acciones premeditadas del Gobierno estadounidense con el único fin de unificar a un país ante una supuesta amenaza externa, en momentos en que la aceptación de la Administración de George W. Bush caía en las encuestas.
Otro film, Zeitgeist, de Peter Joseph, da algunas pruebas de esa teoría: "El 11-S se trataría de una operación de bandera falsa encaminada a conseguir el beneplácito de la sociedad estadounidense para iniciar las reformas necesarias que permitirían el comienzo de una serie de invasiones de puntos estratégicos como son Afganistán, Irak e Irán", se asegura en ese documental.
La conspiración llama a la conspiración. Matar a un presidente. Llegar a la luna. Ganar una guerra. Destruir el mundo en nombre de la paz. Watchmen plantea que llegar a la verdad puede tener un costo que no todos son capaces de pagar.
¿Tiene razón el presidente estadounidense, Barack Obama, cuando recibe el premio Nobel de la Paz diciendo que, a veces, la guerra es un camino para la paz?
¿Quién vigila a los vigilantes?
Si quienes tienen la misión de velar por la seguridad y la justicia de una sociedad no obedecen más ley que la que les dicta su conciencia o sus miserias, esa pregunta de la película cobra sentido en nuestros días.
Y ya no sólo a nivel planetario, sino también, a nivel local. Gatillo fácil, zonas liberadas para el delito, torturas en comisarías, espionaje y escuchas ilegales, son sólo una muestra de lo lejos que estamos de poder confiar en superhéroes o en vigilantes.
Perdida toda confianza, asoma el mundo de Watchmen. Y el futuro no es otra cosa que el recuerdo de tiempos que ya no existen.
Sin embargo, ese interrogante podría convertirse en un llamado a la acción. Mahatma Gandhi, un héroe de carne y hueso, sin más poder que el de su voluntad, dijo alguna vez: “Debemos ser nosotros mismos el cambio que queremos ver en el mundo”.
Participación en clave carnavalera
Cuando las personas toman las calles, van haciendo historia, me dijeron alguna vez. Recordé esa frase mientras miraba una murga en pleno movimiento.
Un salto y una pirueta en el aire. Bombos, platillos. Un silbato. Colores que reflejan los pocos rayos de sol que se escapan por entre las nubes. Y ganas reprimidas de imitar los movimientos.
Esta gente se viste de resistencia. Cantan contra la discriminación, contra el hambre y la pobreza. Continúan una tradición iniciada por los esclavos que crearon la murga como una manera de romper las cadenas, curar el maltrato y burlarse de sus amos.
Es un domingo frío y Barracas es un barrio gris, entre el cemento de la autopista y la viscosidad del riachuelo. ¿Por qué hacen lo que hacen?
Encontrarse, pertenecer, artepolítica... política en estado puro, me respondo, mientras el grupo hace un giro, un salto y una patada al aire y avanza.
Van en contramano. Y a contrapelo. ¿Sabrán que ganó la derecha en las elecciones del domingo pasado? Imagino que eso es un motivo más para tomar las calles y mostrar sin confrontaciones, que no todo está perdido.
Demostrar que se pueden crear espacios de contención y expresión. Que las redes sociales no quedaron confinadas a la virtualidad de internet.
También, que el encuentro intergeneracional todavía es posible y que la identidad puede construirse desde el barrio. ¿Se puede medir el impacto que una murga puede tener en su comunidad?
La murga también puede ser expresión de cambio, pienso. Una murga puede recrear los lazos sociales que las crisis tienden a romper. Agregar un poco de significado al mucho sinsentido que nos rodea.
Arturo Jauretche dijo que “los pueblos tristes no llegan a ningún lado ni ganan ninguna batalla”. Tal puede ser la importancia de las murgas: impulsarnos al futuro; ganar las luchas cotidianas. Participación en clave carnavalera.
Buenos Aires sabe de calles y de historia. Muchas veces me cuestioné sobre los resultados de participar de las marchas, de saltar, gritar, pedir, proponer, exigir. Por momentos parece humo, puro teatro. Aún así, estaba -y estoy- convencido de que hay que marchar.
Tomo una nota mental: apropiación positiva del espacio público, rescate de la identidad, expresión artística y construcción política se amalgaman en esta gente de Barracas.
Las organizaciones tradicionales se desmoronan o se empecinan en subsistir conectadas al respirador artificial. Se impone un tiempo de creatividad para reconstruir los lazos sociales. Creo que la murga puede dar algunas respuestas.
¿Se pueden categorizar en la experiencia de vida de un adolescente, de un jubilado o de un ama de casa el aporte cultural o la transformación individual y colectiva desatada por la pertenencia a una iniciativa de estas características?
Aplausos. Llegamos. El fin del recorrido son las puertas de un centro cultural. Entrar es confirmar que se trata de dar testimonio en tiempos difíciles.
La integración como revolución
Por no llevar papel / pa’ una ciudad del Norte / yo me fui a trabajar. / Mi vida la dejé/ entre Ceuta y Gibraltar.
En mi trabajo social siempre pensé que cuando personas de diferentes ámbitos y orígenes se juntan, cosas maravillosas pueden ocurrir. Y de eso va
Ocho idiomas que se fusionan en una melodía nueva y única, pero con la que todos nos podemos sentir convocados. Y un territorio común: el barrio Esquilino, en Roma, Italia.
Otra vez el espacio hiperlocal sirve como punto de partida para construir modelos de empoderamiento comunitario. De aprovechar las fuerzas positivas de la globalización se trata. Crear lazos sociales y construir ciudadanía.
Pero no es fácil. Deportaciones, frustraciones, persecución institucional y problemas legales de todo tipo; rechazo de sectores que no entienden o que ven a la organización social como una amenaza; falta de presupuesto para una empresa de semejante envergadura; problemas de convivencia de los mismos protagonistas, entre otros obstáculos debieron sobrellevar estos Quijotes modernos hasta organizar los primeros conciertos públicos.
Apropiación del espacio público
Corría el año 2002. Se necesitaba un espacio para poder ensayar, con todas las características que una empresa de ese tipo requería. Y no había ciudadanía plena sin una apropiación del espacio público compartido.
Imposible no trazar el paralelismo con las experiencias de organización popular que se dieron en esos mismos tiempos en nuestro país. Centros culturales creados a partir de la recuperación de espacios urbanos ociosos. Espacios de cultura, pero también de deliberación y construcción de sentido común.
Final feliz
El documental termina con la orquesta conformada, dando conciertos abiertos a la comunidad. Y el show debe continuar. Y continúa. Tuve oportunidad de verlos en Argentina, en vivo, el año pasado, durante el X Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos.
Tomar la cultura como una herramienta de transformación social. Ponerle rostro a la globalización. Sacar lo mejor de la comunidad. Darle un significado político al territorio. De eso se trata la Orchestra di Piazza Vittorio.
Y especialmente, de mostrar a la inmigración desde otro lugar, que no sea el de la marginación, la violencia y el delito.
lunes, 14 de diciembre de 2009
Los Realistas Pells
viernes, 24 de julio de 2009
UNA SEMANA HEAVY & ROLL
UN CHOQUE CON LA REALIDAD
Deseo de libertad; libre de deseo.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGbzpGh7DSBIth-EEcIVgGBHPZ94nsheY6id8OgNBVyzqYNbMU2J0VhMbnifpAmLsBynXMtCPsaj7BTLjqoIoNmNCblQ2DAJZk2_dEkdPhWz1LN45ujj0URSbYSJFACVIsRiDrYJPEPVY/s320/virgen3.jpg)
jueves, 16 de julio de 2009
La Terminal
LA “ACCIÓN” POLICIAL
“FLIGHT 666” UNA VUELTA AL MUNDO
“EL MAL”
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUB36S_69dH02YvrhnaEMU7YWYeAOr49DeK5OuQPgRs7z5FTfjSTs7f75tAh29Hkf0dVSPRvoJId2Yal9nuJdO8yrXSAz6WBvuPP5XUtSdw_zeNs88Qa-PaABI1eZVn1CsJdcfseNH5Tk/s320/12.bmp)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh85ST7jPyT7MVE6u15vxS1Nwp-6-hVC-6yVUPcg7Xa6trV5goYWyBp5TITdTojyyZuENi1Q8zWY8DN5vg5pLATNqrz6L1I_VDigg8YaGmVibKOsPrWDUqxDi0E0yJlUUzaT1hsIbusFs/s200/11.bmp)
“CRASH”, UNA PELICULA QUE CHOCA
“LA VIDA ES BELLA”… A VECES
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhbj_ivBJQ0PMisZG5unnADgb_7ac8GYQP5j3J1fS_mLfMWcLl3KNCGswiyDjMlqdNKd-r7-ECu1heWPTTxO4UlR7-HkOrmXCkmF9FFyV1ndErWodY60pzsgfCtIcngVJvqF18YKMKUNWk/s200/vida.jpg)
EL SHOW DE LA POLICÍA
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgWwghJWppIXBtjUXJXB2A2ucFtMDJ66REcd4_3_a16VfNTCtHW6mNPfJJ9jl3KtYdf3mRu1cu9dgoAL3rVPVslhJiZb0oIAqlADvyMvGxHtdOZVo1NIkjTOzXdNmMEUQDTnio642hRMrM/s200/POLICIAS+EN+ACCION+2.jpg)
¿Podemos vivir juntos?
Por Damián Profeta
"Estamos obligados a chocar unos a otros", dice el trailer de Crash, conocida en estas tierras con el injusto título de “Vidas Cruzadas”. La película nos invita a experimentar las fuerzas que se desatan cuando chocamos.
El director, Paul Haggis, nos presenta historias mínimas que de manera insospechada y hasta caprichosa, se vinculan y configuran el choque obligado. Y el choque sirve para pensar.
Una geografía de tensiones
Pensar Crash es visualizar tres escenarios traslapados que juntos construyen el sentido general del film.
En primer término, se identifica a la ciudad como geografía de tensiones, desde donde se harán visibles los conflictos. El director Paul Haggis eligió a Los Ángeles como una guiding fiction de la metrópoli globalizada del Siglo XXI interpelada por el desafío de una multiculturalidad de facto.
Asimismo, la mirada se posa también sobre un entramado institucional que se presenta como corrupto, ausente y/o travestido en roles y funciones.
El tercer escenario tiene como protagonistas a las personas que habitan esa ciudad impersonal y que no parece prometer más que frustraciones y un destino miserable.
Un policía racista, un fiscal al que sólo parece interesarle mantener su cargo, un almacenero iraní, una pareja negra con buena posición económica, entre otros personajes se verán obligados a coexistir y juntos configurarán el drama de la película. Coexistir en un mismo espacio no es lo mismo que convivir.
En el medio de todo eso se desatan las fuerzas que darán lugar a la hamartia propia de las tragedias.
Choque de civilizaciones
En sintonía con el planteo de Samuel Huntington, "el choque" no pasa por la variable ideológica, como en tiempos de la Guerra Fría, sino que se alimenta del miedo al otro, motorizado principalmente por el desconocimiento, la falta de comunicación, el prejuicio y los estereotipos basados en la etnia, el origen nacional, la clase social, entre otros aspectos.
Pero no se trata de un choque de civilizaciones de escala global, sino que se expresa a nivel hiperlocal: la ciudad, en una proyección con sentido urbi et orbi.
A pesar de todo eso, cabe una pregunta: ¿De verdad el choque es inevitable?
En la película pareciera que sí, aunque hay lugar para la esperanza.
¿Y en el mundo real, donde la construcción del relato con pretensiones de hegemónico presenta al “otro” como un problema al que debe respondérsele con medidas que nos retrotraen a los momentos más tristes de nuestra historia? Sin dudas se alimenta el choque.
Estamos ante las contradicciones de una globalización que, por un lado, nos propone integración, libre circulación de capitales y de personas y eliminación de las fronteras nacionales, entre otros aspectos que configurarían un mundo más unido y por el otro lado se muestra un panorama de fragmentación creciente y de aumento de las desigualdades.
La verdadera amenaza del terrorismo es la de aceptar como algo dado el temor al otro y cerrarnos en soluciones individuales, privatistas y restrictivas de nuestros derechos y libertades.
Nuestra historia se presenta con un final todavía más abierto que el de la película. Pensar en la posibilidad de un choque nos obliga a resolver las tensiones por el lado de mayor encuentro, diálogo, conocimiento y fortalecimiento de los lazos sociales. Y la ciudad puede ser un buen escenario para emprender ese trabajo.
En definitiva, se tratará de identificar un animus societatis que nos defina como comunidad.
Es para la gente que lo mira por TV
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMtvNl5qO5mdC7ON2GmQXvwfTjmNyZjh0EDH_oK4Cf_GBq2lokwAb7D1XXgyrH8YoE1NIDVcRrRKdZdRXyYvPC5WO6WTARNInzc2u1DsOFCE6Ey7K4gG12SjGvdUFElvfl6zLDXCH_cU0/s200/tv.bmp)
Fenómenos como los reality shows, que en Argentina llegaron de la mano de precursores como Mauro Viale (hasta El Gran Hermano), son la expresión máxima de ese poder de ser o existir a partir de la aparición en Tv. Las devaluadas telenovelas de ficción, los magazines y los programas de política han perdido a sus televidentes, por eso la idea del hombre común que puede ser protagonista, supo darle un condimento mucho más real y transgresor a los formatos televisivos tradicionales. Lleva algún tiempo darse cuenta que nada de eso es real. Que la vida de nadie cobra valor si miles de personas pueden ser testigos visuales de ella. Nacimientos, casamientos, separaciones, la enfermedad, y la misma muerte. Todo, sin filtro alguno, es televisable. Pero nadie negaba su existencia antes de aparecerse en imágenes. Hoy, un producto de la Tv argentina como Policías en Acción, sabe combinar estos elementos de la ficción y lo real, mostrando a personajes que conviven en el mismo espacio cotidiano: el policía y el delincuente. Ambos pasan a contar la historia en tiempo real, y aquí no existen guiones, ensayos previos, ni maquillajes. Aunque no hay que ignorar que todo producto de la televisión está en cierto modo ficcionalizado, condicionado y maquillado. Bajo la estructura del docudrama se hace foco en la labor cotidiana de la policía como institución, mostrando a los personajes como los verdaderos protagonistas. Y de alguna manera el público juega a ser parte y “testigo” de los hechos que se muestran reforzando aquella idea del ciudadano común que ahora no ve ajeno todo lo que mira por Tv. Pasó a ser participante activo de eso que ve. La acción es el elemento principal de este programa, y sus espectadores tienen una versión genuina de escenas como por ejemplo, la detención de un delincuente, los momentos posteriores de un accidente automovilístico, o los dramas familiares que encierran historias sobre crímenes pasionales, narcotráfico, violencia familiar, entre otras más. En la literatura, fueron Truman Capote, con A Sangre Fría, o Rodolfo Walsh en su relato de Operación Masacre, quienes dieron un vuelco en la forma de contar hechos de la realidad relacionados con la criminalidad y la delincuencia, y que desde la ficcionalización, construyeron un nuevo discurso. Hoy la televisión, también hace un recorte de lo real y lo tiñe de ficción. Podrá exagerar, modelar o condicionar más de un elemento, pero sigue su principal objetivo, cautivar televidentes. ¿Todo esto puede encerrar fines menos inocentes? Todo es posible si se trata de la Televisión. Podrá cambiar o formar diferentes opiniones entre sus espectadores, pero lo cierto es que tanto esos policías y delincuentes “actores”, como el mismo público, forman parte de la misma sociedad. Lo único que distingue a unos de otros, es que los primeros son colocados en escena para entretener. Y los otros, son simplemente consumidores de un producto que bien, puede llamar a su reflexión, o limitarse al mero entretenimiento. Más allá de las intenciones que queramos designarle a los programas de televisión, y más allá de las posturas previas que los televidentes tengan, lo importante es comprender cuál es el límite de cada uno (y entre cada uno). Hasta dónde llegará la televisión, metiéndose en lo más profundo de la vida de las personas. Y hasta dónde las personas vamos a permitir que nuestra realidad se vuelva una novela que se mira por Tv.
"Osías el osito en un bazar, todo esto y mucho más quiso comprar..."
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9IU5BP1rzDDHt0CXRU6xeTh9Jj4YkXXtgWp6w0siMWwhNK1WGYQkw2Mm_-RqwOoc1GntodckXlnlQ9pkXq8IDKnWY0yWTzz9qcGf6gwyD1pKyQmPD6ugEtOsORqbZgYBa19HNprdg-wQ/s200/bearsblogs.jpg)
Hablando de idiosincrasia
Un choque de prejuicios
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQuTgn4_fF1xD9DD2nrkpTOyQJBtRNMJz9x6YfNi3XbgYso8_ppaUiWk1vKFiL2bTCDsL0PzjDJmUl0j2d6SSqKfE8vx0cpRrZ23iRbXOSNElyGM8HlNGx1s-8LpexhHtB6_dqvC2YIPw/s200/gente_p.jpg)
miércoles, 15 de julio de 2009
La mariposa de la globalización