domingo, 14 de julio de 2013
Subir una altura
Clemente
López es el líder de la comunidad toba de Presidente Derqui. Él está al mando
de 42 familias qom que viven en condiciones precarias en esa localidad de
Pilar. A diario, el referente lucha en todos los ámbitos posibles para mejorar
la calidad de vida de sus hermanos y visibilizar la causa indígena.
Clemente López tiene una frase de cabecera: “Ser representante de la
comunidad es como tener una familia numerosa”. La repite hasta el cansancio,
como una premisa ineludible. A priori, suena hasta simplona. Pero, al
interpretarla, se comprende la riqueza de la afirmación. Denota una importante
carga de responsabilidad y amor, como el de cualquier padre. En este caso, uno
que está a cargo de 42 familias.
El autor de la leyenda es el cacique de la comunidad toba de
Presidente Derqui, segunda ciudad del partido bonaerense de Pilar. Se trata de
un pequeño poblado ubicado detrás del humilde barrio Santa Ana, en uno de los
márgenes del distrito. Esa zona atravesada por la Ruta Provincial Nº234 es
conocida comúnmente como la “triple frontera” porque ahí se juntan los límites
de los partidos de Pilar, José C. Paz y Moreno. Más allá de la referencia
geográfica, esos datos explican también la situación marginal en la que vive
esta comunidad.
Sin embargo, las carencias no parecen afectar el ánimo de López. Con
su sonrisa amable pintada al rostro, el referente de los tobas derquinos no se
deja vencer por las adversidades, a la par que mantiene una incesante lucha por
los derechos de su pueblo.
Oriundo de Pampa del Indio, en la provincia del Chaco, el hombre es
hijo de la realidad más cruenta de los Qom. Desde su infancia, aprendió a
sobreponerse a los obstáculos que, paradójicamente, fueron más y peores en su
tierra natal que en Buenos Aires. Por eso, cada logro, cada paso hacia delante,
cada mejora la recibe con alegría, por más ínfima que sea.
En el aspecto físico, su descendencia indígena es innegable. Hombre de
mediana altura, tez marrón y pelo oscuro, presenta los rasgos del estereotipo
de las comunidades norteñas. Todo eso está acompañado de una actitud amable y
cálida con cada uno de los visitantes del lugar, sean “indios o blancos”,
separación repetida por los miembros de las comunidades indígenas.
“Todos somos iguales” es otra de las banderas que agita sin cesar. Su
voz suena acompasada al ritmo de una típica canción de cuna qom y sus dichos
salen a la luz a regañadientes. Sin embargo, cada discurso es cuidado,
respetuoso e intenta dejar un mensaje. No es cuestión de hablar porque sí. Ésa
actitud centrada, resistente a toda prueba, resultó una herramienta clave para
soportar el dolor del desarraigo, el sufrimiento de las carencias y el desgaste
de un largo camino recorrido para llegar a Derqui.
En idioma qom, López es Daviaxaiqui. Su nombre significa “subir una
altura”. Nunca más atinada la acepción para una comunidad que suele caminar
cuesta arriba para conseguir sus objetivos.
Desde su inicio, el camino de Clemente no fue sencillo. Azotado por la
falta de tierras y las escasas oportunidades que le brindaron sus coterráneos,
el referente toba dejó su Chaco natal en busca de un futuro mejor.
Tras un lapso de vida cuasi nómade, el hombre, junto a su esposa y sus
dos hijos, recaló en Fuerte Apache, en 1988. “Dejamos nuestro lugar, pero nunca
abandonamos la causa indígena”, sostiene López, con el pecho inflado. En ese
complejo de viviendas precarias porteño, Clemente comenzó a reunirse con sus
“hermanos” –tal como se llaman entre sí– y empezó a gestar la comunidad.
“Me di cuenta que había mucha gente de mi pueblo acá. Ellos tuvieron
el mismo problema y salieron de la provincia. Por eso, cuando estaba en Fuerte
Apache, formé una cooperativa”, explica.
De a poco, el trabajo toba fue tomando trascendencia y su punto más álgido
llegó cuando Luis Landriscina invitó a Clemente a su programa en Radio Nacional
para dialogar sobre la organización.
La visita al conductor chaqueño significó la apertura hacia la puerta
mayor para la comunidad toba. Tras su participación en la emisora pública, el
Obispado de Morón se contactó con los indígenas y les cedió cuatro hectáreas de
tierras en Presidente Derqui. Así, tras disolver la cooperativa y obtener la
personería jurídica comunitaria, los tobas se instalaron en esa zona, que casi
se “cae” del partido de Pilar, pero que ellos llaman hogar. También, desde ese
momento, se inauguró el mandato de López, electo cacique por sus compañeros de
ruta.
Esas tierras, inhóspitas y alejadas de los centros urbanos, fueron
recibidas como una bendición por los tobas. Ser agradecidos es una de sus
características más evidentes. Una ayuda, un aporte, hasta una visita son
motivo de reconocimiento para esta comunidad que celebra con el simple hecho de
ser visibilizados.
Llegar al lugar no es sencillo, al menos para los que desconocen la
zona. El ingreso al barrio es por la única calle asfaltada, Bahía Darbel, que
entra desde la ruta 234 bordeando el destacamento policial. En la parte frontal
del predio se encuentra el barrio Santa Ana, uno de los sectores pobres de
Presidente Derqui. Casas bajas de material, pero bien arregladas acompañan esos
400 metros de ingreso al poblado, que cuenta con un
“potrero” desgastado para los más chicos.
En la parte trasera, con una división imaginaria muy clara trazada por
la calle Sarmiento, comienza el barrio toba. Casas de ladrillos, aunque sin
puertas, en varios casos; calles destrozadas, de puro barro; y una canchita
disponible solo para los días soleados son algunas de las características del
poblado indígena.
La casa de Clemente López está ubicada en el inicio de la barriada,
sobre el camino pavimentado. Beneficios de ser cacique, quizás. En tal caso, es
la única ventaja. El resto de su vivienda no se diferencia de las otras 31 que
completan el esquema original de la comunidad. Además, hay otras 10 familias
que arribaron hace poco y habitan en ranchos de chapa. Para ellos, existe una
esperanza: miembros de la ONG “Un Techo para mi País” recorrieron el lugar y
propondrán la construcción de esa decena de casas.
“Hay muchas necesidades en el barrio”, admite López. Esa realidad
queda a la vista. Las falencias estructurales de las casas, el deterioro de los
caminos y algunas roturas en los dos salones con los que cuenta la comunidad
para realizar actividades son algunos ejemplos. Sin embargo, esos aspectos no
preocupan al cacique. En todo caso, entre todos, buscarán la forma de mejorar
la infraestructura. En sus palabras, el referente toba apunta a otros dos
puntos, no materiales: el trabajo y la educación.
Buena parte de los proyectos a futuro están orientados hacia esos dos
tópicos. “Presentamos varias propuestas para hacer algún taller de herrería o
capacitación en electricidad. También de panadería. Lamentablemente, no tuvimos
respuesta”, indicó, con una mueca de decepción. La medida que sí avanza es la
creación de un taller de costura como salida laboral para las mujeres de la
población.
No obstante, su preocupación son los jóvenes. El ceño se le frunce y
la sonrisa se esconde cuando piensa en cómo darles mayores posibilidades a los
habitantes de menor edad. “Estamos pensando en los jóvenes, que van a pedir
trabajo y les solicitan experiencia. Me gustaría que estén capacitados en un
oficio. El mejor camino que pueden tener los chicos es estar educados. Por eso,
queremos darles talleres. Tenemos los salones para eso”, señala López.
Esos dos galpones, por ahora vacíos, son el patrimonio más preciado de
la comunidad. Su obtención fue producto de la gestión del líder toba. Y, a
pesar de las falencias, esas instalaciones permiten que Derqui sea una plaza
elegida para la organización de encuentros. Así ocurrió el domingo 28 de abril
de este año cuando, con motivo del cierre de la semana de los pueblos
originarios, representantes de distintas comunidades indígenas se reunieron en
tierras pilarenses.
En esa oportunidad, llegaron a la localidad distintos referentes de
poblados tobas de General Pacheco, La Plata y Marcos Paz, dirigentes guaraníes
de Moreno y José C. Paz, el cabecilla Kolla de Mar del Plata y la secretaria
ejecutiva del Consejo de Asuntos Indígenas bonaerense, Gabriela Comuzio. Los
festejos sirvieron también para que López exhibiera su flamante ingreso al
Consejo Indígena de Buenos Aires (CIBA), cargo al que accedió en febrero
último. Su labor es representar a las 14 comunidades tobas de la provincia,
tarea que conjuga con las “changas” en la construcción y la pintura, y la
elaboración de artesanías.
Sin el despliegue y la parafernalia de los aparatos partidarios, el
acto en Derqui no dejó de ser político. Los distintos representantes indígenas
viajaron kilómetros para llegar, aunque no lo hicieron en avión o helicóptero,
sino que llegaron manejando sus autos, algunos de ellos bastante destartalados.
Los “militantes”, que no eran más de 50, también entonaron sus cánticos, aunque
al ritmo del arpa de un desaliñado pero destacado músico autóctono. También se
ofrecieron choripanes, pero había que pagarlos, al igual que el locro y las
empanadas. Hubo discursos, pero sin aplaudidores. Se trata de la política en su
estado más puro.
El objetivo del encuentro era simple y visible: más allá de la
celebración, los caciques querían delinear la presentación del proyecto para la
creación de la secretaría provincial de Asuntos Indígenas. La propuesta es hija
de una comunión entre las tribus nunca antes vista. “Por primera vez nos
estamos uniendo. Eso da mucha fuerza. La secretaría da para más. No está de más
agarrar, pero que la persona en ese lugar esté bien preparada y entienda la
causa indígena. Si no, nos tienen como pantalla”, advierte López, con mesurado
entusiasmo.
Esa última frase refleja un temor con el que conviven a diario los
representantes de las comunidades: el miedo a ser usados por el poder. Sin
embargo, en esta relación, los líderes indígenas actúan con el pragmatismo y la
“cintura” de cualquier gobernante experimentado. Prestarse para el juego
político es una licencia necesaria para conquistar algunos beneficios. No
obstante, la línea entre uso y abuso es muy fina y los cabecillas de los
pueblos originarios hacen equilibrio en ella. Por eso, López –que a esta altura
ya mostró dotes de hábil declarante pese a su lenguaje poco florido y su tono
adormilado – aclara: “Nosotros hacemos política comunitaria. Conozco la
política de mi pueblo, la otra no. No está de más aprender, rescatar lo bueno y
descartar lo malo”.
Cuando Clemente habla de “lo malo”, su rostro se enseria y se invadido
por la angustia. “Lo malo” de la política golpea duro a su comunidad y hasta
mata. La herida duele, aún a 1100
kilómetros
de distancia. En sus últimos viajes al Chaco, López vivió de cerca los ataques
sufridos por sus compatriotas a manos del Gobierno nacional y popular del
“presidenciable” Jorge Capitanich. “Es terrible lo que está pasando dentro de
nuestra comunidad. La necesidad es muy grande, pero el miedo es que siempre que
reclamamos, hay un muerto. No queremos venganza, solo justicia. No tengo
palabras para explicar bien”, señaló, con un nudo en la garganta.
Más allá del tiempo transcurrido, el arraigo del cacique derquino con
su tierra natal sigue existiendo. Poco importa que haya sido expulsado como si
fuera un perro, él vuelve periódicamente para conocer la realidad de los qom y
ayudarlos de alguna manera. Aún cuando recuerda el maltrato que sufría de sus
compañeros en la escuela o la discriminación a manos de otros chaqueños, el
hombre siempre sonríe al rememorar su vida en la provincia norteña.
En su última vuelta, López fue acompañado por su hija Sandra, quien
desde principios de año integra la Mesa Coordinadora Nacional. A través de las
gestiones de ella, los tobas del Impenetrable chaqueño tendrán representantes
en ese organismo por primera vez. Al contar esta novedad, el líder de la
comunidad pilarense recupera el brillo en los ojos y parece no caber en sí: su
niña es su orgullo más grande.
Sandra es la principal aliada de Clemente en la lucha por visibilizar
la causa indígena. Son militantes activos en esa cruzada y sus acciones se
orientan en ese sentido. Él heredó un pensamiento que le quedó marcado a fuego:
“Nunca hay que negar nuestro origen porque sería negar todo un pueblo”. En ese
camino, López exploró una veta artística que lo llevó a escribir un libro y
participar en dos películas.
El cacique devenido en artista lanzó a fines de 2012, junto a Sandra y
su hijo Nahuel, el libro “Daviaxaiqui”, de la editorial Nahuatonaxanaxac. Se
trata de una publicación cruda, con historias de la conformación de la
comunidad derquina y, también, leyendas chaqueñas. Asimismo, de la mano del
director Diego Rafecas, López también incursionó en el mundo del cine. El líder
toba tuvo una participación en la película “Un Buda”, estrenada en 2005.
Sin embargo, Rafecas dobló la apuesta y, desde fines del año pasado,
está filmando “Ley Primera (La Leyenda del Gran Chamán)”, una historia que está
siendo rodada en tres idiomas: español, inglés y qom. A través de la magia del
cine, el director unirá New York, Chaco y Derqui, de la mano del celuloide.
Asimismo, cuando salga a la luz el film, López y varios hermanos de su
comunidad compartirán pantalla con Norma Aleandro, Tomás Fonzi, Rodrigo de la
Serna, Luis Luque y hasta el ex “James Bond”, Pierce Brosnan.
La grabación en tierras derquinas culminó en febrero último. Las casas
bajas, las calles deterioradas y los salones maltrechos fueron algunos de los lugares
que quedaron eternizados en la cinta. También el mural pintado en el ingreso al
barrio, sobre el paredón de uno de los galpones. Ahora, Rafecas continúa su
trabajo en las otras locaciones. Todavía no hay una fecha de estreno prevista. La
movilización del lugar fue importante, pero cuando se refiere a esa experiencia
insólita, López no desata su ego ni se emociona por demás. Por momentos, hasta
parece restarle importancia a una chance que más de uno desearía con fervor. “Son
cosas que ayudan a difundir. Es una experiencia más para nosotros. Es raro
participar porque tenés que estar parado por muchas horas y te hacen repetir
varias veces. Pero nos divertimos y lo bueno es que les pagaron a los hermanos
por su participación”, cuenta el cacique derquino sobre la inédita historia.
Pero las luces no marean a Clemente. El referente toba asume cada
oportunidad con naturalidad, la aprovecha y sigue su camino. Esa fórmula la
repite hace 25 años y en la comunidad nadie discute su liderazgo. No se debate
por la reelección indefinida. Pero el cansancio es cada vez más grande. Solo el
físico y la mente le generan dudas a López. “Hay momentos que digo ‘hasta acá
llegué’. Todo lo que hacemos es un trabajo impago. Es muy difícil la vida de un
dirigente. Pero no puedo decir que a veces quiero dejar. Evito contárselo a los
jóvenes porque parece que me estuviera acobardando”, reconoce el cacique, con
cruda sinceridad.
Sin embargo, renunciar no es una opción. No figura en su ADN toba. El
cacique toma aire y sigue, inclaudicable. La lucha es constante, diaria,
desgastante. Pero Daviaxaiqui la asume sin chistar y renueva cada día el
desafío de “subir una altura”, siempre con la sonrisa pintada al rostro.
López, en su casa de Presidente Derqui |
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