lunes, 29 de julio de 2013
Vivir sobre ruedas
Cuando
uno toma una decisión siendo sólo una niña, la vida se vuelve más complicada,
pero sin dudas, apasionante. Esa es la historia de Micaela Magliocco, una joven
promesa deportiva de tan sólo 19 años.
Con
tres mundiales en su haber, e infinidad de campeonatos nacionales, hoy se ubica
como la representante argentina de Patín Danza en el mundo.
El
patín artístico si bien es un deporte muy practicado en este país, no tiene una
amplia trascendencia a nivel mediático. La mayoría de mundiales sólo se los
puede ver por alguna página de internet que administran las mismas ligas, por
lo que para una patinadora en Argentina, le es muy difícil lograr el
reconocimiento de la gente, y principalmente, el apoyo económico de las
instituciones que amparan las carreras deportivas.
El
camino para llegar a donde se ubica hoy, no le fue regalado. Su familia tuvo que
sustentar económicamente el comienzo de su carrera profesional. En este deporte
en particular, la mayoría de torneos son en el exterior, por lo que los gastos
se iban acrecentando año a año. Sudamericanos en 2009 en Chile, en Paraguay y
Colombia en 2010, fueron algunos de los campeonatos que corrieron 100% por
cuenta de sus padres. Los gastos crecían y, estando en el auge de su camino a
ser una profesional, era impensable dejar de invertir.
A
fines de 2010, después de casi un año entero de buenos logros, evaluó para su
primer mundial en Portugal con sólo 16 años. Quedó posicionada 14°, teniendo
arriba a chicas quizás no tan buenas, pero sí con muchos años de experiencia.
“Derecho de piso, yo no era nadie”, sintetiza.
Si
bien premios y reconocimientos, abundan en el camino recorrido por Micaela
durante estos años, un momento clave fue el 6 de octubre, cuando volvió a
viajar a Nueva Zelanda, donde se realizó el tercer campeonato mundial al que
asistió. Sorpresivamente para todos, obtuvo medalla de bronce, primera obtenida
por una persona latinoamericana en la modalidad Patín Danza.
“Para
comienzos de 2012, la secretaría de deporte de la nación decidió darme una
beca, por primera vez en mi modalidad, porque estaba obteniendo buenos
resultados de a poco y querían apostar con lo que podría llegar a ser mejor, o
al menos todos esperábamos eso”, explica Micaela.
Ya
pasaron casi dos horas desde que comenzó a entrenar, ella inmutable, se desliza
sobre los patines como si flotara por el aire. El tiempo parece no correr, sin
embargo, el sol ya no penetra por los grandes ventanales del club Don Bosco.
Hace frío, pero el cansancio y la pasión que la joven deportista le pone a lo
que hace, genera un clima cálido y ameno, en el que se destaca la luz de su
mirada y lo rosado de sus mejillas. Se sienta en un banco a tomar agua, y con
una enorme sonrisa me pregunta si estoy cómoda, le respondí que sí y le
pregunté por ella:
—
¿Y vos cómo estás?
—
Yo estoy feliz, estoy patinando.
Desde
que comenzó a competir en grandes ligas, sus entrenamientos no sólo abarcaban
cada vez más tiempo de sus días, sino que el esfuerzo y el desgaste físico era
mucho mayor, lo que le dejaba poco margen para el ocio. Quizás ya más de
grande, sus amigos pueden entender un “hoy no puedo, entreno” o un “tengo que
descansar, mañana compito”, pero cuando sos una nena y tus amigas no tienen más
de 15 años, se complica mantener relaciones con personas de tu edad pero con
una realidad completamente distinta. Micaela cuenta que cuando era más chica y
estaba en edad escolar, mientras todos pactaban encuentros para la salida de
clases o bien, para un fin de semana, sus respuestas siempre se limitaban a
explicar que no podía porque debía entrenar. “Algunas personas se te alejan
porque les molesta, lo cual nunca voy a entender, pero aprendí a aceptar que es
normal”, cuenta indignada.
Ya
concluyendo el entrenamiento, aparece un chico que llamó ampliamente la
atención al entrar. Rápidamente se acerca y saluda amistosamente a la joven
deportista. Ella se encarga de presentarlo como Ramiro, su gran amigo. Él
bromea hasta que la joven vuelve a patinar y él se dedica durante unos minutos,
pura y exclusivamente a mirarla mientras se desliza suavemente sobre los
patines. Admirado por la belleza y el talento de su amiga, se disculpa y toma
asiento. Cuenta cuál es la postura que toman sus amistades a la hora de
apoyarla en su carrera y acompañarla, aunque no se vean tan seguido: “Uno ya
sabe que no puede contar con ella antes de las cinco de la tarde. Entrena
religiosamente cuatro horas todos los días. Y si se acerca una competencia
grande, menos todavía. No nos quedó otra que acomodarnos nosotros a sus
tiempos. Nos juntamos a la noche y listo. El problema es que tampoco podemos
tenerla hasta muy tarde porque si no al otro día no rinde”. Vuelve a mirar
hacia la pista, deja llevar su vista a cada uno de los movimientos que realiza
la joven sobre ruedas y concluye: “Mirala. Nació para esto”.
Si
bien lo principal en la vida de Micaela, es el patín, no es lo único a lo que
le dedica horas de su tiempo. Otra de las cosas que practica es canto, estudia
hace ya tres años en la escuela de Sebastian Mellino, en la cual realizan
presentaciones cada cortos plazos. “Es otra forma de conexión con uno mismo, es
expresión pura, sirve mucho para descontracturar de todas las presiones que
tengo”, asegura la joven, y agrega: “Me gusta muchísimo salir a andar en bici
si tengo una horita. También aprendo idiomas. Hablo muy bien Ingles y
actualmente estoy estudiando de a poco Italiano y Francés”.
Analía, la entrenadora, dio por finalizada la práctica del día. Despide a su “polla”, como ella la llama, con un fuerte abrazo y le dice: “Descansá bien que mañana tenemos que darle duro”. Micaela, me mira con complicidad, y entre risas dice: “Como si nunca entrenáramos duro, ¿no?”.
Analía, la entrenadora, dio por finalizada la práctica del día. Despide a su “polla”, como ella la llama, con un fuerte abrazo y le dice: “Descansá bien que mañana tenemos que darle duro”. Micaela, me mira con complicidad, y entre risas dice: “Como si nunca entrenáramos duro, ¿no?”.
Los
contratiempos que encontró en el camino no sólo fueron en cuanto a la compañía,
sino que también se presentaron en relación a la formación académica. Cuando
uno habla de un deportista o de un músico, cree que todo en su vida es eso, su
carrera, pero no, está el detrás de esas caras conocidas o de esos talentos
destacables, que deben ser sustentados con educación primaria y secundaria,
como mínimo.
“Simplemente
me interesaba en mis cosas, mis pruebas, tomarme un té en algún recreo sentada
en el aula y esperar que se haga la hora para salir, e ir a entrenar”, resume
su paso por el colegio.
“¿Cómo
empecé a patinar? Un día caminando con mi mamá, pasamos por un club y yo desde
la vereda miré para adentro y vi chicas patinando y le dije ‘Yo quiero hacer
eso’. Y no dejé de molestar hasta que me llevaron a probar al menos un día, y
ese día se fue extendiendo hasta el día de hoy”, a veces no hace falta más que
ver algo para sentir que es lo que uno desea, lo que uno sueña para un
mañana.
Hija
de una familia convencional, comenzó de muy chica, con tan sólo 4 años a tomar
clases de danza clásica, lo cual ella remarcar que estaba “muy enganchada para
ser tan chiquita”. Pero su verdadera vocación no tardó en llegar a su vida:
“Danza clásica hice durante seis años a la par de patín, hasta que me decidí
por dedicarme solo a patinar, porque había empezado a competir en pequeñas
ligas. Creo que fue mi primer decisión difícil, la realidad es que ambas cosas
realmente me gustaban mucho”.
Ya hace 15 años que dedica su vida a su gran pasión, el patinaje. Es cierto que es un gran desgaste no sólo físico, sino que también psicológico, pero el amor por ese deporte es la fuerza que necesita, y tiene, para seguir luchando día a día por cumplir su sueño, por lograr sus objetivos.
Ya hace 15 años que dedica su vida a su gran pasión, el patinaje. Es cierto que es un gran desgaste no sólo físico, sino que también psicológico, pero el amor por ese deporte es la fuerza que necesita, y tiene, para seguir luchando día a día por cumplir su sueño, por lograr sus objetivos.
Por
suerte cuenta con un gran apoyo de seres queridos, que funcionan como pilar en
su vida. Asegura que se siente orgullosa, pero no sólo de ella, sino de la
gente que la rodea. Su familia, quienes no sólo la acompañaron desde un primer
momento, sino que también dieron todo de sí para aportar a su carrera. Para la
práctica de este deporte, son indispensables ciertos que gastos. Los patines
profesionales están compuestos por distintas piezas, que con el uso en los entrenamientos
se deben ir cambiando, desde algo tan básico como una tuerca, hasta la misma
bota o las ruedas. Además del equipamiento, en caso de iniciar un camino
profesional, es indispensable contar con un entrenador y preparador físico
personal. En el patín artístico son muy comunes todo tipo de lesiones, por lo
que se necesita trabajar hombro a hombro con un profesional para prevenirlas, o
en tal caso, curarlas rápidamente. Claro está que hasta que no se logra un gran
reconocimiento, la ayuda de las instituciones deportivas no llega, y esto debe
ser solventado mientras tanto por la familia.
Después
de varios minutos de descanso tirada en el suelo, desata los cordones de sus
patines lentamente mientras me cuenta qué hace en su vida a diario. Repite de
manera constante, la importancia que tiene para ella dormir bien, para al día
siguiente rendir al máximo en sus prácticas. Es cierto que le resta tiempo del
día que otra persona aprovecharía, pero sin embargo, no lo cuenta penosa, sino feliz.
Todas las palabras que salen de su boca sobre ello son convincentes y trasmiten
admiración. Cualquiera que la escuche hablar se sentiría orgulloso de contar
con tal representante del país.
— ¿Nunca te cansás de entrenar? ¿No hay un día en el que quieras hacer otra cosa?
— La verdad que sí, obviamente hay momentos en los que preferiría verme con amigos, o simplemente dormir. Pero si lo hago, me arrepiento. El patinaje para mí no es sólo mi profesión, es la elección que yo hice para mi vida, vivir de lo que amo, vivir sobre ruedas.
Toma sus cosas y se dirige hacia la puerta, saluda cálidamente a las niñas que también entrenan allí. Cabe destacar el respeto de sus compañeras hacia ella, no importa la edad, ni el nivel en el que se encuentran. El brillo de los ojos de cada una al mirarla, habla por sí solo.
— ¿Nunca te cansás de entrenar? ¿No hay un día en el que quieras hacer otra cosa?
— La verdad que sí, obviamente hay momentos en los que preferiría verme con amigos, o simplemente dormir. Pero si lo hago, me arrepiento. El patinaje para mí no es sólo mi profesión, es la elección que yo hice para mi vida, vivir de lo que amo, vivir sobre ruedas.
Toma sus cosas y se dirige hacia la puerta, saluda cálidamente a las niñas que también entrenan allí. Cabe destacar el respeto de sus compañeras hacia ella, no importa la edad, ni el nivel en el que se encuentran. El brillo de los ojos de cada una al mirarla, habla por sí solo.
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