viernes, 22 de julio de 2011
La ventana de enfrente
El director relata las múltiples variantes dentro de las vidas de los protagonistas. Por un lado un amor formal y lleno de rutinas e insatisfecho, un amor prohibido que puede derivar en una aventura que lleva a quebrar la monotonía de una pareja, por otra parte una historia con David (Massimo Girotti) donde la protagonista comienza a desentrañar misterios y a descubrir la fórmula para manejarse en la vida con otros valores; su lugar y sus espacios vacíos se completarán con consejos, decisiones, comportamientos y sabiduría que los años solo pueden acercar. La película transcurre en dos frentes bien marcados.
El amor y la exploración en el trancurrir de la vida. Las
historias están expuestas y contadas, sin dejar nada librado al azar. Ferzan
Ozpetek es abiertamente gay y trata el tema de la sexualidad en varias de sus
películas. Cuando se produce un conflicto de pareja, por lo general debido a la
falta de comunicación tienden a culparse unos a otros en lugar de considerarlo
como un problema que puede resolverse.
Un día de camino a casa el matrimonio se cruza con un anciano, David, que
parece estar desorientado. A pesar de las protestas de Giovanna, Filippo
insiste en llevarlo a casa para acompañarlo a la policía al día siguiente.
Pero lo
que en principio iba a ser una noche pasan a ser días, durante los cuales el
hombre parece recordar algo de su pasado que lo tortura. El director
turco-italiano justamente pone la lupa en la rutina y en el amor. Nos acerca
una narración que refleja una relación de pareja, donde la chatura se apodera
de todo y en la que ni los hijos hacen pensar un matrimonio feliz.
En «La
ventana de enfrente» aparece una aventura fogosa con un amor efímero que se
introduce repentinamente movilizada por impulsos. Giovanna, la protagonista, no
ve con malos ojos vivir una aventura con el vecino del edificio de enfrente.
Solo unos pocos metros los separan.
El
entorno de su familia no permite que esta relación llegue a los lugares que
ella en silencio parece soñar. Es víctima de la culpa, que llega a enfriar esa
relación prohibida. Lentamente va tomando conciencia que detrás de sus
actos hay una familia que puede salir lastimada. Indudablemente el matrimonio
de Giovanna fracasó y ella se hace cargo, pero al mismo tiempo no se anima a
dejarse llevar por una relación que le gusta pero que puede resultar riesgosa.
Es por
eso que dejarse llevar, confiar en el otro, aprender a vivir juntos en el
pequeño espacio con cuatro paredes, estar abiertos al mismo tiempo sin olvidar
nunca de comunicarle al otro los deseos, planes, proyectos y necesidades.
Aceptar ser uno mismo con los defectos y límites. Eso sería un buen antídoto
contra el sabotaje matrimonial y un buen comienzo para evitar problemas en la
pareja.
David, el
experimentado personaje que se mete en el matrimonio, es la voz de la
experiencia y que le deja copiar a Giovanna su manera de conducirse y ese
comportamiento le agrada. Al menos no se siente tan sola. Le queda el recuerdo
de personas que modificaron su manera de vivir la vida, hasta el punto que
adopta otros criterios y toma como su maestro al anciano.
El cine
italiano tiene en su primer filmografía a “Humberto y Margarita de Saboya de
paseo en el parque’, de Vittorio Calcina, del año 1896. Estas primeras
películas eran cortometrajes que se encargaban de documentar la realidad pura.
Pareciera que nada cambió mostrando una cruda actualidad de una pareja que
sigue adelante por impulsos y consejos a veces un poco interesados.
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