miércoles, 16 de diciembre de 2009

La integración como revolución

Por no llevar papel / pa’ una ciudad del Norte / yo me fui a trabajar. / Mi vida la dejé/ entre Ceuta y Gibraltar.

En mi trabajo social siempre pensé que cuando personas de diferentes ámbitos y orígenes se juntan, cosas maravillosas pueden ocurrir. Y de eso va la Orchestra di Piazza Vittorio, un experimento sociocultural que rescata la riqueza individual para construir proyectos colectivos.

Hacía poco de los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York e Italia aprobaba la Ley de Extranjería. Otra vez el otro, el inmigrante, como el enemigo. Son tiempos difíciles para considerarse ciudadano del mundo.

Será entonces, cuando el compositor italiano Mario Tronco liderará una iniciativa que se convirtió en una experiencia única en su tipo. Y algo todavía más revolucionario: demostró que la integración social es posible.

Un documental narra el proceso de conformación de la Orchestra di Piazza Vittorio, junto con las microhistorias de dieciséis músicos inmigrantes procedentes de once países de cuatro continentes.

Ocho idiomas que se fusionan en una melodía nueva y única, pero con la que todos nos podemos sentir convocados. Y un territorio común: el barrio Esquilino, en Roma, Italia.

Territorio, lazos sociales y ciudadanía

Hacia fines de los 80, cuenta el documental, la conformación del barrio cambia y de ser un territorio de italianos, pasa a recibir inmigrantes de los más diversos orígenes, convirtiendo a Esquilino en un espacio multiétnico, con chinos, árabes, indios, africanos y sudamericanos, entre otros.

Otra vez el espacio hiperlocal sirve como punto de partida para construir modelos de empoderamiento comunitario. De aprovechar las fuerzas positivas de la globalización se trata. Crear lazos sociales y construir ciudadanía.

Pero no es fácil. Deportaciones, frustraciones, persecución institucional y problemas legales de todo tipo; rechazo de sectores que no entienden o que ven a la organización social como una amenaza; falta de presupuesto para una empresa de semejante envergadura; problemas de convivencia de los mismos protagonistas, entre otros obstáculos debieron sobrellevar estos Quijotes modernos hasta organizar los primeros conciertos públicos.

Apropiación del espacio público

Corría el año 2002. Se necesitaba un espacio para poder ensayar, con todas las características que una empresa de ese tipo requería. Y no había ciudadanía plena sin una apropiación del espacio público compartido.

Los vecinos de Esquilino propondrán el rescate del abandonado cine Apollo, que tras varias movilizaciones y negociaciones con el municipio, constituirá la base de trabajo de esa variopinta banda multicultural.

Imposible no trazar el paralelismo con las experiencias de organización popular que se dieron en esos mismos tiempos en nuestro país. Centros culturales creados a partir de la recuperación de espacios urbanos ociosos. Espacios de cultura, pero también de deliberación y construcción de sentido común.

Final feliz

El documental termina con la orquesta conformada, dando conciertos abiertos a la comunidad. Y el show debe continuar. Y continúa. Tuve oportunidad de verlos en Argentina, en vivo, el año pasado, durante el X Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos.

Tomar la cultura como una herramienta de transformación social. Ponerle rostro a la globalización. Sacar lo mejor de la comunidad. Darle un significado político al territorio. De eso se trata la Orchestra di Piazza Vittorio.

Y especialmente, de mostrar a la inmigración desde otro lugar, que no sea el de la marginación, la violencia y el delito.

Crear sinergias que fortalezcan el tejido social. Altermundismo lo llamarán muchos. Yo lo llamo desarrollo.

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