jueves, 24 de junio de 2010

Un estereotipo erróneo

Jueves, un día en el que la mayoría de las personas se encuentra pensando en la cercanía del fin de semana, para descansar de las tareas y recargar pilas, es bueno darse un respiro, sentarse en el sillón más cómodo de la casa y disfrutar de una buena película. La elegida resulta ser “About Schmidt”, un film del año 2002, protagonizado por Jack Nicholson, Kathy Bates, Hope Davis y Dermot Mulroney. Allí, Nicholson interpreta a Warren Schmidt, un hombre corriente, vendedor de seguros recién jubilado, casado desde hace cuarenta y dos años y con una hija a punto de contraer matrimonio. Como primer paso para dar un nuevo sentido a su vida, Schmidt decide apadrinar a un niño africano llamado Ngudu Ubu, al que comienza a escribir cartas exagerando notablemente todo aquello que tiene que ver con su vida y su trabajo. El histrionismo de Nicholson y la gracia actoral que desplega Kathy Bates, hacen que esta historia contenga escenas de gran nivel y mucho humor, a pesar de que la historia no es precisamente de ese genero. Al terminar de ver la película quedan muchas ideas dando vueltas en el aire. La historia refleja las diferentes situaciones que debe atravesar una persona que le ha dedicado su vida a su empleo y que al llegar a su jubilación se encuentra sin definir un rumbo nuevo a su vida, lo que le permite entablar de algún modo un vinculo con un niño africano al que apadrina, vía carta, esto sumado a la distante y conflictiva relación con su hija. Este film otorga una imagen de alguien que no halla una ocupación luego de su empleo, ni lograr encausar su vida, pudiendo solucionar estos antiguos problemas personales. La realidad demuestra que las personas de determinada edad ya no encuentran el hueco para lograr reinsertarse o directamente entrar en la sociedad, haciéndolos creer que carecen de una utilidad valiosa, creando de esa manera un fantasma de temor que comienza a rodear el pensamiento de aquellos que se encuentran en la etapa previa a la recién nombrada. Esto genera muchas situaciones posteriores que se asocian a problemas de salud, debido a las preocupaciones o a la ‘falta de esperanzas a futuro’, por llamarlo de algún modo. En la película Warren Schmidt (Jack Nicholson), ya se encuentra, esperando el fin de su ultimo día laboral previo a su retiro, con una actitud melancólica, pensativa, como sintiendo ya esa especie de desarraigo de su mundo, que era su empleo. Por otra parte, puntualizando en el vínculo que mantiene con el niño africano que apadrina, las cartas que envía, relatando las diferentes situaciones que va viviendo, están especialmente exageradas para dejar bien parado al protagonista, describiendo una realidad completamente alejada de la verdad. Aquí hay otro punto interesante para desarrollar: La ‘endulzada’ versión que hace Schmidt de sus propias vivencias hace suponer que el motivo de esto es que el mismo desea probar que su vida ha tenido sentido de algún modo, y que aún no es ‘material descartable’, sino que mantiene por delante un futuro promisorio que desea creerse hasta limites inimaginables. El punto recién nombrado nos da una imagen de un hombre que lucha, cual gladiador, ante el paso del tiempo, ante el olvido y sobretodo ante este estereotipo que crea la sociedad de ‘utilidad caduca’, con estos ejemplos es preciso preguntarse ¿Es realmente de esa manera? de ser así, ¿Por qué se crea esta imagen? ¿El buscar otro rumbo en la vida, es el intento desesperado por llenar lugares vacíos? En la sociedad que se vive hoy en día, las personas de edad avanzada quedan, de algún modo, fuera de la misma, porque los requerimientos son para personas jóvenes, lo cual viene de un concepto erróneo el cual dice que son mas útiles y productivos que las personas mas grandes. Por ende la mayoría de la gente que tiene edad avanzada se encuentra destinada a un ‘retiro obligatorio’ al no poder ejercer ningún empleo, debido a este parámetro. Ese concepto de ‘Joven = Útil, Veterano = Inútil’, esta metido en el inconciente colectivo de la mayoría de los empleadores, que prefieren alguien sin experiencia, que debe aclimatarse a la labor asignada llevando un tiempo laboral importante, en lugar de alguien experimentado, que aceleraría los tiempos que requiere cualquier trabajo. La película muestra algo que resulta evidente, ante la falta de una ocupación, a la cual la persona se acostumbro durante varios años, intenta llenarlo con otra para escapar a ese fantasma de ‘inutilidad’ del cual se hablo y explico anteriormente, en este caso Warren Schmidt decide apadrinar al pequeño africano para tener una ocupación y de algún modo no sentir la soledad que genera la situación. En pocas palabras, ese estereotipo metido en la sociedad genera que las personas grandes sientan que su vida ha perdido el sentido, y que deben tan solo esperar el paso del tiempo como un árbol en otoño, deshojándose lentamente, a no ser que sean un Warren Schmidt, o sea un gladiador que lucha contra el tiempo.
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Esa especie de magia

El caluroso día de Noviembre cala hondo en los cuerpos de la gente que debe transitar el microcentro porteño, pero para muchos de ellos no es uno más, a las 21.30 en Liniers, mas precisamente en el estadio del club Vélez Sarsfield, se llevara a cabo el recital de la banda inglesa Queen luego de 27 años de ausencia en nuestro país. Durante mas de 20 años Queen se compuso por el vocalista Freddie Mercury, el guitarrista Brian May, el baterista Roger Taylor y el bajista John Deacon. Tras la muerte del cantante en 1991 y el retiro del bajista en 1997, el grupo ha pasado por una ausencia muy prolongada debido a que resulta imposible no asociar su nombre con el de su desaparecido y carismático líder, pero en 2005 la unión con Paúl Rodgers significo la vuelta para la banda con solo los dos restantes miembros originales (May y Taylor) y la posibilidad palpable de verlos en vivo para quienes no habían tenido la oportunidad. El viaje demanda un tiempo prolongado lo que permite ir sintiendo lentamente el clima que se va generando alrededor del evento. En ese trayecto se puede ver a hombres, mujeres y niños con una alegría notoria, como de aquel que esta por formar parte de una historia que soñó infinidad de veces. El clima continúa cuando llego a mi destino, los metros que restan hacia el estadio se hacen interminables, pero la sensación se torna cada vez más palpable hasta llegar a las inmediaciones del estadio. En medio de la efusividad de los fanáticos, me encuentro de frente con un hombre y su hijo, ambos con la misma remera de la banda, y a pesar de la diferencia de edad, con la misma expectativa reflejada en sus rostros. Para aumentar la impaciencia general, las puertas del estadio se abren una hora después de lo convenido lo que permite oír con claridad la prueba de sonido. Ya dentro una orquesta de niños hace más agradable la espera, entonando temas de The Beatles y por supuesto de Queen, hecho que enciende a la multitud a tal punto que un hombre le grita a modo de broma a uno de los chicos “Tené cuidado nene que dentro de un rato en ese escenario va a estar tocando Dios!” en referencia a Brian May. Repentinamente las luces se apagan y luego de que la pantalla gigante mostrara imágenes del cosmos una explosión de sonido los presenta directamente ante el público argentino para comenzar el show, los gritos ensordecedores de la multitud en ciertos pasajes no permiten que quede alguien en Vélez sin moverse. Luego de un comienzo tan frenético bien vale una pausa, y esa allí donde la nostalgia florece, Brian May en un rebuscado español le dice al público “traigo saludos de Freddie” para luego entonar junto a ellos una emocionante versión del clásico romántico “Love Of My Life”, donde afloran los llamados románticos y celulares en alza. El set acústico continua con canciones como “39”, donde un joven maldice el hecho de que su cámara se haya quedado sin pilas, a lo que la acotación de “que mal momento para quedarse sin pilas” de otro espectador provoca las carcajadas del resto. El público corea cada tema, y la mirada de los adultos resulta ser la misma que la de los niños, y es en ese mundo paralelo en el que se sumerge toda la gente que presenciaba el show. Brian May nuevamente hace gala de sus grandes dotes con la guitarra y ejecuta un solo impecable, para luego interpretar de forma virtual junto a Freddie Mercury el bellisimo tema llamado “Bijou”. A esta altura ya los cuestionamientos sobre “si es Queen o no desaparecen”, al igual que las casi ineludibles comparaciones entre Paúl Rodgers y Freddie Mercury, todos parecen estar en el aire, sostenidos por la emoción y la alegría. En cierto momento, el guitarrista debe pedir (en un dificultoso español) que la gente se vaya “un poquito back”, por lo peligroso que puede ser, lo que desata la risa del público por la expresión, aunque los mismos acceden al pedido sin problemas. Definitivamente la sorpresa de la noche fue “Under Pressure”, la cual May presenta como “esta canción es un símbolo para todos nosotros…de paz”, haciendo clara referencia a Malvinas, cuando el tema era numero uno en Argentina, hasta que fue prohibida la divulgación de música en habla inglesa, los primeros acordes de este tema fueron interrumpidos por el grito del publico al unísono diciendo “Nooo!”. Si algún reparo quedaba, la emoción que otorgo “The Show Must Go On” la pulverizo con la velocidad de un rayo, muchos miembros de la multitud abandonan el estado de euforia y rompen a llorar sin ningún tipo de reparo ante este tema, que trae a la memoria los últimos días de Freddie Mercury. Ese momento se coronó con lo que vendría, la obra maestra del fallecido vocalista: “Bohemian Rhapsody” con un cantante de forma virtual en pantalla, cantándola como si estuviera presente, como 27 años atrás; en ese momento un muchacho con lagrimas en los ojos grita desesperadamente hacia la pantalla “Porque tuviste que morirte..”, algo que provoca aún más nostalgia. Tan solo quedaba lugar para el cierre con el público entre lágrimas y con las manos extendidas al cielo, a modo de agradecimiento por tantos momentos vividos y de unión por medio de la música. Al igual que 27 años atrás la magia estuvo en Velez, de forma diferente, mientras que el reflejo se hace definitivamente visible en los ojos de esos niños que alguna vez disfrutaron de Queen y pudieron estar allí y ser parte de esa magia por primera vez, magia que unió, por lo menos por esa noche, a varias generaciones en una.
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La batalla ajena

Domingo a la noche, cuando la mayoría de las personas viven los entretelones de lo que dejó una nueva fecha del fútbol local o preparan sus cosas para el comienzo de la jornada laboral al día siguiente, podemos abstraernos de la información deportiva y sentarnos frente al televisor para ver el magazine informativo “6, 7, 8” que se emite por Canal Siete. El programa lo conduce el periodista Luciano Galende, y lo acompañan como panelistas Orlando Barone, Sandra Russo, Carla Czudnowsky, Carlos Barragán y Cabito Masa Alcántara. Centrándose en la cobertura de los medios, intentan analizar los sucesos más importantes de la actualidad. El formato del programa es uno que en los últimos tiempos se ha venido repitiendo en la televisión argentina: el tratamiento de hechos relevantes mediante el material de archivo de distintos medios como informe, para luego ser tratado por los periodistas, con algún recurso humorístico. Si bien en principio la emisión luce como cualquier otra del mismo formato, con el correr de la misma va adquiriendo matices propios en el tratamiento de la información dejando entrever la ideología que manifiesta. Resulta de público conocimiento que el canal adopta una posición cercana a la del gobierno, por ende los informes y tratamientos que se realizan giran en torno a ese pensamiento. De este modo solo podemos observar una parte de la verdad en cuanto a los hechos importantes que se debaten en “6, 7, 8”, ya que la pública confrontación mediática y dialéctica entre el gobierno actual y el Grupo Clarín deja claras las posiciones adoptadas por las emisiones del canal estatal. Tomando el famoso dicho “más ciego es el que no quiere ver”, ¿podríamos decir que en la actualidad es más importante los intereses personales que la verdadera información? ¿En realidad es todo falacia lo que se dice en “6, 7, 8”? ¿Es posible crear una opinión tomando solo las emisiones de este programa? Antes, cuando se veía algún programa de este estilo o similar, había que hilar bien fino para intentar darme cuenta cuales eran los intereses en juego y por qué lado tomaba partido dicha emisión. Ahora, la dicotomía reinante entre el actual gobierno y el grupo multimedia es tan notoria que ninguna de las dos partes repara en intentar sutilezas a la hora de ejecutar opiniones, ni tampoco es necesario un extenso análisis para determinar los roles que adopta cada lado. El tema en cuestión es que tomando “6, 7, 8” uno puede ver que ciertos temas son tratados de forma creíble y justa, mientras que otros son analizados con una obstinación y descrédito llevado a límites extremos. Los temas que revelan datos alentadores hacia el gobierno son relevados de una forma extensa y celebrados por todos los que componen el panel periodístico, los informes que muestran lo contrario son tomados con descrédito y calificados de falsos apelando a la ironía humorística. El problema pasa por quienes quedan en el medio, que son los televidentes, que en su afán de informarse solo pueden observar como la información se parcializa en un modo conveniente y así generar dudas sobre la credibilidad del programa en cuestión, tomando partido en una batalla dialéctica que no es propia. De este modo “6, 7, 8” ofrece toda la información de un modo tendencioso, y ante el televidente queda la impresión de que la misma está manipulada cuando no es siempre así, ya que esos “datos alentadores” en algunas ocasiones son verdaderos, pero debido a la permanente visión “pro - gobierno” quedan con un gran descrédito. La muestra tan ostensible de partidismo que han tomado los medios hoy en día, ha logrado que el público dejara de creer en lo que está viendo, o como mínimo se pregunte por la cantidad de veracidad que puede contener las imágenes consumidas. Tomando esta consecuencia podríamos preguntar: ¿Donde ha quedado el valor de la información veraz y la imparcialidad? ¿Debemos resignarnos a convivir con esta confrontación ideológica? Haciendo este análisis personal recuerdo aquel refrán que dice “Que no te vendan gato por liebre”, porque si el objetivo es tan solo el simple hecho de informarse resulta conveniente consumir varios medios para sacar un análisis propio, así al tener en claro las ideas de ambos lados uno puede disfrutar sin el temor de ser influenciado o engañado. Ahora ya corren los primeros minutos del lunes, y podemos reírnos con el humor irónico que despliega “6, 7, 8” y a la vez sacar conclusiones. El juego sigue abierto, tanto para el oficialismo como para Clarín, y también para los televidentes, quienes podemos afirmar o negar lo que dice Carlos Barragán en su canción humorística, si es que “somos boludos” o no.
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martes, 22 de junio de 2010

Realmente todos eran mis hijos

El realismo de Arthur Miller que dio sus frutos en diversas obras teatrales desafía a los directores de actores. Sin embargo, Claudio Tolcachir, ha demostrado otra vez que sabe ponerse en la piel de los escritores, y en ello el trasfondo moral de la obra supera el objetivo de cualquier director. En una historia en la que Miller supo otorgar a sus personajes toda una impronta que es inmanente a los diversos avatares de la economía de los EEUU y a los modos en que sus criaturas establecen, vulneran o manipulan sus vínculos en base a la circulación del dinero. Donde el naturalismo regresa con potencia.
Todos eran mis hijos es una obra del realismo norteamericano por lo que claramente lanza una sórdida denuncia social que critica a la humanidad: su corrupción y su avaricia, a través de los actos de una familia cualquiera y la decadente época que le tocó vivir.
La obra se presenta nuevamente arriba de los escenarios, esta vez en el teatro Apolo, ubicado en la calle corrientes y bajo la dirección del joven y consagrado director, que en otras oportunidades nos entregó trabajos excelentes como Tercer Cuerpo o La omisión de los Coleman .
Cuando la familia Keller parecía tenerlo todo a raíz del enriquecimiento que logra Joe (Lito Cruz) como fabricante de piezas de aviones para el gobierno, Steve Deever, socio de la compañía, va a prisión por una partida que deja un saldo de 21 aviones destrozados, y varios tripulantes muertos.
Pero no es Joe la víctima más grande en este caso. Kate Keller (Ana María Picchio) no puede sobreponerse a la noticia de la muerte de su hijo Larry, piloto del ejército norteamericano desaparecido en acción, y aún tres años después tiene la esperanza de recobrarlo, amparada en una intuición materna. Mientras tanto, Ann Deveer (Vanesa Gonzalez) la hija de Steve,dolorida por la muerte de su prometido Larry entra en escena dispuesta a contraer matrimonio con Chris (Esteban Meloni)el hijo que sobrevivió.
La historia transcurre en el jardín trasero de una casa en Estados Unidos durante 1947, cuya tranquilidad contrasta con los conflictos internos de los personajes, y alcanza el nivel más alto de emoción cuando George (Federico D´Elia)hermano de Ann se presenta en el lugar, tratando de encontrar una explicación a la culpabilidad de su padre.
La densidad de lo ocurrido circula tan rápido como el tren bala japonés, y hay aciertos de dirección notables, donde los papeles interpretados por Esteban Meloni y Vanesa González juegan escenas que alcanzan los puntos más dramáticos de la obra, muy bien acompañados por Federico D’Elia.
Cada personaje representa un conflicto, la familia “ideal”, la familia frustrada, la familia desintegrada, las actuaciones responden sin titubeos a ese fin. El elenco lo completan Marina Bellati, Diego Gentile, Adriana Ferrer y Carlos Bermejo.
Por su parte, Ana María Picchio se luce por encontrar el exacto punto de los personajes femeninos embragues de las obras de Miller. Esas mujeres que se debaten siempre entre la verdad y la necesidad de sostener una familia a cómo dé lugar, porque en ellas reposa cierta estrategia que las lleva a querer obtener una estabilidad tan precaria como la felicidad que se podría alcanzar, un american dream de hojalata.
Si bien la época en que transcurre nos remite al pasado, el debate moral al que nos somete nos coloca irremediablemente en el presente. Se nos habla de egoísmo, ambición desmedida y cómo la falta de responsabilidad en nuestras acciones son capaces de causar un daño irreparable en los demás. Y lo que es peor la mentira sostenida para ocultarlo frente a los ojos de nuestros hijos y de la sociedad.
En una historia donde la guerra hiere una familia como una bomba destruye una ciudad.
La escenografía también naturalista, es sobria y colabora con la diégesis porque, para contar esta historia, un jardín por el que puedan transitar vecinos y amigos y una casa detrás donde se desarrollarán escenas que inquietan y determinan, es suficiente. La iluminación juega su papel con acierto en los claro oscuros de la planta escénica y de la historia. El vestuario, maquillaje y peinados ayudan a reconstruir la época e la que transcurre la historia.
El acierto de la puesta en escena de la historia de Miller quizás tenga que ver con nuestra negación como sociedad de hechos mediante todo tipo de artilugios. También es probable que la historia ponga a la par a la sociedad norteamericana con la nuestra al momento de no asumir responsabilidades con los acontecimientos más trágicos del país.
De cualquier modo muchos veremos reflejados en el espejo las miradas de los jóvenes que se preguntarán cuál es el futuro de la historia, cuyos capítulos de perdieron con el individualismo de quienes construyeron la sociedad en la que viven.
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La inmortalidad del espíritu como obra de arte

Recoleta es un barrio tan histórico como moderno. En sus calles abundan los turistas, los bares de alta gama, personas de toda la Capital Federal y alrededores, que visitan cada rincón, con intenciones de conocer y recorrer una de las zonas más pintorescas que ofrece el paisaje habitual de la ciudad. En medio de un paseo entretenido, se levanta una entrada imponente, que no sólo llama la atención, sino que guarda tantas historias, como ningún libro de cuentos escrito hasta el momento. Columnas acanaladas y gigantes puertas de vidrio y hierro, dan a diario la bienvenida a un espacio tan cultural como turístico. El Cementerio de la Recoleta, lugar en el que descansan personalidades de Argentina y el mundo entero, encierra una inmensidad de sensaciones difíciles de explicar tan sólo con palabras. Allí adentro, todos los sentidos, tienen suficientes motivos para entretenerse. Lo lúgubre toma protagonismo mientras los primeros pasos son dados allí dentro. Es girar la cabeza y no dejar de sorprenderse con monumentos, monolitos, estatuas y placas realizadas por verdaderos artistas. La simpleza no es algo que se ve demasiado. Bóvedas, como edificios de dos o tres pisos, se han levantado estratégicamente entre las calles y pasillos de este lugar. Héroes, próceres, presidentes, actrices y actores, descansan en la eternidad y el recuerdo de muchos ciudadanos, que cada tanto, visitan las inmediaciones. No es para nada extraño ver extranjeros fotografiando cada rincón. Rostros poseídos por la admiración caminan en busca de imágenes estáticas que guardarán, quizás, en su colección de tesoros visitados. Tampoco es raro chocarse con quienes allí han encontrado una salida económicamente activa. Los tours guiados, llevan a quienes así lo prefieran, a recorrer las tumbas más famosas, de aquellos que son reconocidos a nivel mundial. Un ejemplo, es el de Eva Duarte de Perón, quien desde su inmortalidad espiritual, recibe flores frecuentemente. Repleto de mitos y novelas verídicas, el recinto logra causar fascinantes sensaciones y mantener en vilo a la imaginación, para fantasear con épocas pasadas. Algunos de los ejemplos más conocidos y admirados, son la romántica historia de Elisa Brown, hija del Almirante Guillermo Brown, quien descansa junto a él en su mausoleo. Elisa estaba comprometida con el marino Francisco Drummond, quien murió en batalla durante la guerra con el Brasil, por lo cual la joven tomó la trágica decisión de quitarse la vida arrojándose al Río de la Plata, vestida con el traje de novia que no pudo estrenar para la boda. O la conocida historia de Felicitas Guerrero, quien encontró la muerte al recibir un disparo, por parte de un hombre que habría estado enamorado de ella toda su vida. Cientos de relatos aseguran que en aniversarios de fallecimiento, estos espíritus y otros también muy conocidos, recorren las calles del lugar, con constantes llantos y penurias que acarrean hace más de un siglo. Las figuras realizadas en bronce, piedra, mármol y demás, dejan al espectador un mensaje tanto de tristeza, como de perpetuidad. Las mismas, mostrando gestos de desconsuelo, con ojos apagados y lágrimas talladas delicadamente, contienen el polvo de los años y tonalidades que van desde los grises hasta los verdes, según el material con que han sido hechas. Es fácil perderse, si quien ingresa lo ha hecho por primera vez y ha preferido recorrerlo sin pagar una visita guiada. Pero en cada movimiento realizado, se descubre una joya arquitectónica distinta, que en las épocas que corren ya no suelen ser vistas con demasiada frecuencia. Hoy en día, las figuras geométricas se imponen en la construcción, dejando a las hermosas curvas un tanto de lado. Esto último es algo que en la senda ofrecida por el Cementerio, no pierde vigencia. Pero así como se vislumbra un nivel adquisitivo importante, también están las criptas que parecen ser víctimas del irremediable olvido. Con un notable abandono que captura la atención de aquel costado morboso que el ser humano posee, ellas también tienen al menos el privilegio de posar para la lente de más de una cámara fotográfica. Inmóvil, por más tiempo que transcurra, este lugar regala historias que van desde el romanticismo hasta el odio despiadado. Desde la extrema alegría, a la amargura eterna. Todo se entremezcla tras la figura de almas que allí han de vagar, atónitas por la cantidad de personas que se interesan por sus vidas. Plegarias y rezos por la paz perenne, se suelen escuchar en pasillos alejados. Flores secas que llevan quizás, meses de haber sido depositadas, decoran un paisaje que no prioriza una algarabía constante, pero que hablan en silencio de nuestros antepasados. Leyendas de sobra, que merecen ser escuchadas, son expuestas ante aquellos oídos ansiosos por saber y comprender la importancia de quienes allí reposan. El sitio, regado de un acallado y respetuoso público, concede una excursión que vale la pena llevar a cabo. Sin límites de edad, sin preferencias por el aspecto físico, ni nada que se le parezca, el Cementerio de la Recoleta es un espacio majestuoso que, quienes todavía no lo han hecho, deberían conocer. Por grisáceo o sombrío que el anterior consejo aparente ser, el concurrente, si entiende de arte y fantasmas interesantes, podrá disfrutar de un día parecido a muchos… pero igual a ninguno. Macarena Fernández Conte.
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Gente reunida, gente sola

Tarde o temprano, el ser humano, debe enfrentarse a la soledad aunque sea en dos momentos biológicamente ineludibles. Por un lado, el nacimiento, donde todo es ajeno y nada le pertenece. Por el otro, se encuentra la muerte. No se comparte. No es otra visita al médico o un paseo por la costanera. Es algo que se enfrenta tan a solas como el inicio de la vida.

En el medio está la experiencia de vivir y los numerosos instantes en que la soledad abrazará la humanidad de cualquier persona. Espacios que Juan Pablo Geretto en “Como quien oye llover” los hace coincidir con su propia vida. En el unipersonal, el actor se viste de muñeca y se despoja de todo lo que más tarde lo convertirá en distintos personajes, para reinventarse entre acto y acto en una mujer diferente, con otras miserias, problemas y profundas soledades sin cura.

El unipersonal, escrito y actuado por Juan Pablo Geretto, ofrece una mirada sobre las madres, y la relación especial que mantienen éstas con sus hijos y lo que sucede cuando este vínculo se rompe. O se comprueba tal vez que nunca estuvo.

La obra consiste en un paseo por su infancia en su pueblo natal y por las mujeres que lo inspiraron para esta obra. Desde Marta, a quien sólo le queda un Yorkshire Terrier como recuerdo. Luego Nelly, la viuda que no falla en el hospital ni en los velorios y su nivel de acidez sobrepasa cualquier límite y una eufórica madre joven, amante de la cumbia.

La mirada de un niño, que todo lo ve desde abajo, desde una perspectiva en la que el mundo es inabordable, estas mujeres se erigen como colosos sin compañía sobre el escenario. Geretto se disfraza de ellas, les brinda voluntad, autonomía y luego las deshace. Les da vida y después las sacrifica delante de los ojos de los espectadores, como si se tratara de un circo romano. En unos minutos se cumple ese ciclo ineludible que lleva años. Las vemos solas, esperando algún regreso, una vuelta de la otra vida o el exilio de la miseria y la pobreza.

Desde el humor, la ironía y la caracterización brillante de personajes que se vuelven desopilantes, por momentos hasta la emoción y un clímax de dulce angustia que dejan en evidencia la excelente calidad actoral de Geretto, se recorre la soledad de estas mujeres que quedaron al margen. Su histrionismo en los tres personajes que interpreta logra establecer un incomparable vínculo con el público, lo que pone las emociones de la gente al mismo ritmo que va la obra con una facilidad sorprendente.

Marta, la eterna amante de un hombre casado, se pregunta más de una vez a sí misma "¿Por qué a ella, a su mujer, le dio una vida de mentiras y a mí siempre me vino con la verdad?". Y se imagina, imita, quiere emular en su mente, no una vida a solas con su hombre, sino con los hijos que él tiene de su matrimonio y también sentarse en la mesa con su otra mujer. Quizás no hacía falta la verdad para vivir una relación de 20 años. Como a esas cosas que ya son partes de nuestra vida y al pasar los ojos sobre ellas, como siempre estuvieron y ya no son importantes, no las registramos. Como a un cuadro gastado en una esquina, tapado por el polvo y recuerdos viejos.

La segunda mujer que interpreta Geretto es una acompañante de enfermos, la solitaria que nunca se pierde un entierro, un cuervo. Su marido que la visita hecho un fantasma, se le aparece en la mesita de luz y quiere el control remoto del televisor.

El difunto esperaba que lo cremaran, y esparcieran sus cenizas al mar. Cobraban muy caro, dice Nelly. Mejor hacerlo asado y mandar las cenizas al Maldonado, con un poco de paciencia llegarán al mar, remata.

La tercera mujer, es una madre marginal y joven. Presenta a su hija, Chuky, que anuncia en el contestador de su teléfono celular que “lo hace con globito”. Sus hijos no le hacen caso, su último marido está preso y el padre de los niños murió en un “ataque violento” de ella, por así decirlo. La soledad de los pobres es en compañía, en un departamento de dos ambientes en el que viven siete personas intentando sobrevivir.

Y todas estas mujeres se encarnan en el centro de un huracán. En instantes de soledad que se unen y atan de principio a fin, como una soga para que sirva de guía para las que vienen detrás, una vez que sus hijos se van, sus maridos se mueren y sus amantes las abandonan.

Juan Pablo Geretto hace un trabajo impecable en el que recorre todos los espectros de las emociones humanas.
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Las encrucijadas de Omaha

La película About Schmidt, estrenada en 2002, dirigida por Alexander Payne y protagonizada por Jack Nicholson, en el papel Warren Schmidt, ofrece una profunda mirada sobre la rutina, los quehaceres cotidianos y el poder de las personas de cambiar su vida y las de los demás.

Todo comienza cuando Warren pasa a retiro e inicia una nueva etapa en su vida. Se convierte en un recién jubilado, en una casa vieja, conviviendo con una mujer a la que la ve cada vez más anciana y un mundo inexplorado: el de un hombre mayor que no va a trabajar todos los días y tiene que mantenerse activo por sí mismo.

A Schmidt lo reemplaza un muchacho joven en su trabajo, con una licenciatura en Administración quien, según Warren, conoce bien la teoría y puede introducir números en una computadora, pero no sabe cómo manejar a la gente ni ser vicepresidente adjunto de una de las mayores compañías de seguros de los Estados Unidos.

Mirando la televisión, gracias a un comercial, alienado, da un primer paso para brindarle un nuevo sentido a su existencia. Decide apadrinar a un niño de Tanzania llamado Ngudu Ubu. Así es que comienza a escribirle cartas exagerando todo aquello que tiene que ver con su vida.

Las cartas son espacios en los que se escucha la voz de Schmidt, como narrador, justificándose a sí mismo. Buscando explicaciones dentro de sí. Desdiciéndose. Mostrando una faceta de sí mismo que las imágenes no alcanzan a retratar. Las cartas a Ngudu, actúan como la consciencia de Warren. A través estas, puede conocerse cuál es el verdadero pensamiento de Schmidt en cuestiones transcendentales. Sus valores, su moral y sus ideas sobre el mundo y sobre quienes lo rodean.

Tres sucesos se materializan en eventos inminentes en la vida de Warren. Desde el punto de partida, su jubilación y la consecuente cena de festejo por su retiro. Este peregrinaje concluye con el inminente casamiento de su hija Jeannie con Randall, un hombre al que Schmidt no aprueba. Las cosas que hacen su vida, que la entorpecen, se materializan en actividades sociales. Algo que contiene cierto tinte trágico para un hombre tan alienado como Warren.

Entre su retiro y el casamiento de su hija, ocurre un acto que lo sumerge aún en una tristeza mayor. Este hecho, desencadena un viaje que transforma a la película por momentos en una Road Movie llena de encuentros, sorpresas, momentos de comedia e instantes agridulces. Al igual que su vida, es un trayecto lleno de rechazos, frustraciones, humillaciones y fracasos. Schmidt se da cuenta de que nunca ha hecho nada destacado en la vida, ni tampoco ha hecho nada por mejorar la vida de los demás. O eso cree hasta el final.

En su travesía por las rutas, como si se tratara de un Quijote de 66 años y de Omaha, Nebraska, Warren se ve a cada momento cada vez más parecido a quienes alteraron su entorno y lo pusieron en distintas encrucijadas durante su vida. A su mujer, que veía como a una persona vieja, que le gustaba coleccionar desde tazas hasta muñecos, se encuentra él, más tarde, comprando las mismas estatuillas. Así también, a alguien que le ofrece su amistad en medio del viaje, de manera desinteresada, como su mejor amigo hizo con él, lo traiciona en el primer intento.

De esta manera, al protagonista de la película le sucede como al Quijote en la segunda parte del libro que lleva su nombre. Se parece cada vez más a Sancho Panza, y este último, se asemeja cada vez más al ingenioso caballero de La Mancha.

La vida le arrebata a Schmidt todo lo que está a su paso: desde su trabajo hasta a su hija y todas las instituciones que habían dado alguna forma a su vida. Una existencia digna del prototipo del sueño americano. Al perder todas esas cosas, sin todas estas herramientas que edifican la moral burguesa, finalmente él puede evaluar si logró cambiar su vida o la de alguien más. “Perdiéndolo todo, seremos libres para obrar” escribió el periodista y novelista estadounidense Chuck Palahniuk en su Best Seller El Club de la Pelea.

Al no estar atado a todo lo que antes tenía que acababan por poseerlo, puede ver con claridad si pudo ser o hacer algo importante con su vida. Warren se pone como ejemplos a seguir a Henry Ford y Walt Disney, dos íconos de la cultura popular estadounidense. Según él, alcanzaron cambiar la vida de la gente con sus ideas. Algo que descubrirá por si mismo, tarde o temprano.
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Ustedes y Nosotros - 678

Pocas veces en la historia del Siglo XX, algún país, sin ninguna guerra de por medio, sufrió tal depredación en lo cultural y económico como sucedió con la Argentina en la década de los noventa. Desde el desprendimiento inexplicable de la explotación de sus recursos naturales hasta la privatización de los canales de televisión, el saqueo fue implacable.

A pesar de que se respira en amplios espacios una sensación de victoria cultural de desprecio a la última década del siglo pasado, en las señales televisivas más populares, la preponderancia del discurso único, característica irrefutable de aquella era, sigue vigente.

El programa de televisión 678, que apoya abiertamente al gobierno de Cristina Fernández, el mismo que despotrica contra los diez años de 'menemato' que llevaron al país a su mayor crisis económica y destrucción de ámbitos de discusión e ideas, hace prevalecer sus formas de pensar como las únicas posibles y traza constantemente un mapa mediático que constituye una auténtica geografía de la exclusión.

En esta nueva taxonomía de los medios de comunicación, quienes trabajan en ciertos canales de televisión, emisoras de radio o escriben en algún medio, se convierten automáticamente en aliados o en enemigos de todo lo bueno y puro que puede ser el gobierno de Cristina Fernández.

De todas maneras, a través de una estética más parecida a la del show-bussiness en su presentación, que lo que esperaría de un programa periodístico, informativo o cultural, con música de fondo, efectos de sonido, dibujos y animaciones en sus informes, aún con toda esa parafernalia casi tinellistica que es moneda corriente en cualquier emisión televisiva hoy en día, queda en evidencia que los enemigos de 678, los que se paran detrás de aquella línea divisora imaginaria, operan de la misma manera.

Justifican su proceder. Si ellos 'nos atacan', dice 678, nosotros nos 'defendemos atacando'. No importa la profundidad y el análisis de ciertos temas escabrosos para el oficialismo como la famosa valija de Antonini Wilson, asunto prácticamente ignorado en el programa. Sino mostrar la moneda por el mismo lado que lo hace ‘el enemigo’.

"Los otros", los que no están parados al lado de 678, su bajada editorial, el Gobierno y sus fans en Facebook, trabajan las 24 horas al día desde la geografía que les toca. Desde TN, Clarín, Canal 13, Radio Mitre, hasta desde TyC Sports, disparan desde cuanto frente sea posible hacia todo progreso u opinión de la presidente y de su Gabinete de ministros, empresarios aliados, senadores o diputados oficialistas. Estos no se ahorran chabacanerías, golpes bajos, ni transpiran al mentir lisa y llanamente desde el rol que ocupan. Todo esto, según la visión del mundo planteada por 678, que cuenta con un extenso archivo que a través de un poco cuidado montaje en un informe no deja lugar a dudas de las intenciones del enemigo.

El programa 678 dura tan solo unas horas al día, de domingo a jueves y va por el canal de aire con menor promedio de rating. No lo mira un volumen grande de gente y el promedio de televidentes, de todas las señales de televisión abierta, no es capaz de reconocer a más de dos de las personas que figuran como panelistas a diario. Ninguno es una vedette, ni tuvo algún escándalo mediático que haya ameritado una tapa en Paparazzi, Caras o Gente ni salir en lo de Rial.

Sin embargo, es uno de los programas que más irrita y molesta a la oposición. Porque los deja en evidencia y si algo caracteriza al político promedio argentino es su falta de empeño en su cargo de funcionario público.

Muchas veces, la única crítica y bandera de apoyo al Gobierno, es la demostración de lo demoníacos y negativos que son los integrantes de “los otros”. Para 678 y su mundo, los opositores no tienen ideas, no tienen ideología ni bandera más allá que la sútil y superficial demostración que mostrar “si Cecilia Pando es opositora, todos lo que no están de acuerdo con el kirchnerismo, están del lado de Cecilia Pando”. No hay lugar para los tibios.

Configura un mapa de medios que pareciera ser una nueva Cortina de Hierro y el regreso, por sólo unas horas, que se repiten largamente en programas que hacen “copy paste” audiovisual (RSM, TVR, Infama y la lista sigue), de la idea de un mundo polarizado. La emisión de 678 representa una visión de la sociedad argentina que bien encajaría en el poema del escritor uruguayo Mario Benedetti titulado “Ustedes y nosotros”.

Aunque no deja espacios a la réplica, nunca sale al aire un opositor o una persona que no sea afin al Gobierno a dar explicaciones por las cuestiones que se discuten sobre la mesa (como ocurre en TN), puede sacarse una conclusión positiva: un programa tan oficialista hace posible escuchar las dos campanas y la voz casi explicita del Gobierno, que tantas veces se lo criticó de ‘no dar entrevistas’. Esto genera un ámbito de discusión en la sociedad, en la mesa de café o en la esquina. Crea espacios en el que uno puede intentar convencer al otro. Convencer, que en definitiva no es más que un verbo compuesto que significa “vencer con…” el opositor, el amigo, o por qué no, con uno mismo.
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