viernes, 24 de julio de 2009

UNA SEMANA HEAVY & ROLL

Continúan intactos, a pesar del avance en el mundo de la música, las leyendas del heavy metal clásico y del rock & roll más pesado siguen tan vigentes como hace tres décadas, ¿o más efectivos aún?
La crisis internacional apabulla en todos los ámbitos que uno pueda imaginar. Pero para la música, la crisis empezó hace poco más de una década con la vendita Internet y la piratería. Estas nuevas modalidades de adquirir melodías han envuelto a los músicos en una constante búsqueda de renovación para contrarrestar sus efectos. Discográficas que cerraron sus puertas y bandas que llenan estadios, son las caras de una misma moneda, en donde los legendarios han encontrado definitivamente su lugar.
Iron Maiden y Kiss se dan el gusto de no verse atados a editar discos obligados por las compañías discográficas, recorren el mundo revisitando su propia historia sin ser atacados por la crítica o ser tratados de viejos decadentes. Construyen sus giras para continuar vigentes pero disparan directo al corazón y llenan estadios con fanáticos que corren ilusionados a comprar su entrada deseosos de los acordes más poderosos de la historia de la música.
En tan solo ocho días, el 2009 ha grabado huellas imborrables en el corazón de los amantes del Heavy Metal y el Rock & Roll, 87.000 fieles asistieron a dos shows que reunieron al menos a tres generaciones. Padres e hijos con la clásica vestimenta negra para la ocasión, e incluso abuelos y nietos unidos por el gusto de una misma música.
Siempre se piensa, que este tipo de conciertos representa algún tipo de riesgo para quienes concurren, por identificar al género con la violencia y las drogas. Pero esos prejuicios no cuentan para los aficionados rockeros argentinos que transforman las injurias en una noche de placer donde miles de voces se convierten en una. Al igual que en el fútbol el fanatismo se hereda y contra cualquier corriente el sentimiento por la música permanece intacto. Y como si se asemejara a una enfermedad, se hereda de generación a generación.
Testimonio de ello fueron los rostros maquillados, como Paul Stanley o Gene Simmons de Kiss, en niños de no más de diez años que cantaban cada canción de la banda como si hubieran vivido los treinta años de historia que ellos crearon. O el tatuaje de Eddie en el pequeño pecho de un nene ilusionado con su primer concierto, que caminaba de la mano de su padre hacia el final de la fila a la espera del ingreso al show. Estos ejemplos son los que hacen pensar que aún el Heavy Metal y el Rock & Roll continúan en su plenitud, a pesar de todos los dichos que quieran derribarlos.
La presencia de Iron Maiden por séptima vez en Argentina, agotando las localidades nuevamente en poco más de un año también da muestra del fervor que genera la banda más importante del heavy actualmente. El Somewhere Back In Time Tour, gira que recorre la discografía desde Iron Maiden de 1980, primer placa del grupo, hasta Fear Of The Dark de 1993, llegó a Vélez otra vez con el escenario que recorrió el suelo de las grandes ciudades del mundo. Antes era frecuente que la escenografía no fuera esa impresionante de la que disfrutaban en otros lugares del globo, pero al igual que el año anterior, la banda no escatimó en recursos e incluso se pudo apreciar a dos gigantescos Eddies.
Eddie, la mascota que se convirtió en el séptimo miembro de Iron Maiden, adorado por los fans, se lució en el escenario con los legendarios modelos de Momia y Cyborg, dos muñecos robotizados de tres metros de alto que generan el estallido del público. Cuando en marzo de 2008 Maiden hacía rebalsar el estadio de Ferro con metaleros más que satisfechos tras disfrutar de temas clásicos que contribuyeron en la historia del heavy metal, parecía que no habría otro show que pudiera superarlo, pero ellos mismo volvieron para demostrar que un espectáculo no dura sólo una presentación.
Como para satisfacer y llenar los corazones de quienes siguen estos estilos de música, la gran semana se cerró con la presentación de Kiss en el estadio de River Plate. En tiempos parecidos, estas dos míticas bandas tiran sobre el público toda la historia que supieron construir. Esta vez, la excusa del grupo norteamericano para volver a los escenarios del mundo fue el festejo del 35° aniversario de “Kiss Alive!”, su primer álbum en vivo, un viaje directo a los 70’s pero con tecnología de este siglo. Un circo de Rock & Roll con cuatro personajes que siguen dejando a los seguidores boquiabiertos con su presencia.
Ésta fue la primera vez que Kiss presentó en Argentina los trucos originales de fuego, sangre y pirotecnia, esos que todo fan kissero deseo ver a comienzos de los años 80’s, cuando estos cuatro músicos detrás de los maquillajes no revelaban su identidad, y finalmente consumaron el sueño. La banda más comercial de la historia de la música, cumple sin dejar espacio para ninguna queja, desde los primeros acordes en el inicio con “Deuce”, hasta el final para cerrar con “Detroit Rock City”.
Si alguien pretendía criticar a Kiss por los años que llevan a cuesta sus integrantes, se equivocaron. Aún cuando superan los 50 años, se siguen vistiendo como a los veintitantos y calzando botas con plataformas de 15 centímetros, y eso no les evita tener un fabuloso despliegue para dejar a la audiencia contenta por disfrutar de un show que deja más que sólo un buen Rock. Aún cuando el Heavy Metal sigue siendo un estilo resistido para los grandes medios, padeciendo de coberturas y de la difusión de su trabajo fuera de los canales especializados en seguir el movimiento, Iron Maiden encontró como darse el gusto de seguir vigentes sin la necesidad de editar nuevo disco. En tanto Kiss, una de las bandas más populares de todos los tiempos, vuelve a su mejor época para que todo el mundo conozca su show visitando, luego de casi cuarenta años de carrera, ciudades en las que nunca se presentaron.
Mientras las grandes bandas del género se esfuerzan por tener material para volver a encausar su ruta, como Metallica, o las que luego de más de siete años editan placa y salen de gira para reconquistar el mercado como AC/DC o Whitesnake, Iron Maiden y Kiss disfrutan de un momento inigualable, estadios llenos en todas sus presentaciones con shows imponentes, fans de la primera hora y nuevas generaciones que se suman. No hay crisis que los afecte, la música es una expresión tan interminable que se despiden hasta la próxima, para tomar un receso porque ahora sí están listos para un nuevo álbum de estudio.
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UN CHOQUE CON LA REALIDAD

Un film de 2004 que parece reciente. Una sociedad que alberga a tantas culturas como en cualquier lugar del mundo actual. Hechos que aún a miles de kilómetros, no parecen lejanos.
¿Cuántas veces una película nos hace pensar en la realidad? Si miramos un film contando una historia verídica, también se nos puede ocurrir cuánto hay de cierto en la totalidad del relato. Pero “Crash” nos sitúa en un contexto de la vida cotidiana tan actual como real.
La sociedad argentina atraviesa un momento crítico en materia de seguridad, y la discriminación y los prejuicios, siempre latentes en las miradas de los ciudadanos, arman un cóctel difícil de disolver. El temor a vivir la violencia o un robo en carne propia transformó el comportamiento general de las personas, forzándolas a ser más precavidas y estar alertas, en búsqueda de esa “coraza” que los proteja para seguir transitando la vida de cada día.
Es posible asociar una de las imágenes de la película con algo que nos puede suceder frecuentemente. ¿Cuántas veces al caminar por cualquier calle por la que solemos andar, nos corremos a un lado, o miramos bien, o intentamos cambiarnos de vereda, o quizá si estamos acompañados repetimos la escena en la cual Sandra Bullock se sujeta de su marido? Y cuántas veces nos equivocamos, o nos arrepentimos de hacerlo, porque sabemos que estamos prejuzgando, y que aquella persona podría ser igual o aún mejor que nosotros.
En estado de continua alerta, la gente ya no distingue etnia, nacionalidad, color de piel, sexo o vestimenta, caminan desconfiados de todo y de todos, de aquel con traje, de aquel humilde, e incluso del atuendo policial. Y de igual manera sucede a la inversa, afrontamos esa mirada de desconfianza del otro, porque también está en la misma situación, ya nadie sabe con quien se cruza. Sino, cuál es el promedio hoy en día de quienes se detienen ante la pregunta “¿me diría la hora?”.
Atrás de la desconfianza aún permanece la discriminación, en un pueblo que convive con personas de todo el mundo compartiendo también sus culturas; en un pueblo que perjudica a su propia gente sólo porque cuenta con capacidades diferentes. La exclusión que comenzara siglos atrás con la gente de tez oscura, hoy se presenta de diversas maneras. A tal punto que en los colegios los casos de discriminación suceden con frecuencia, y pueden comenzar tan sólo porque a alguien no le agrade algún peinado o vestimenta.
Las lágrimas contenidas en los ojos de Cameron, director de televisión, muestran que no porque las sociedades se hayan transformado, la discriminación y la violencia verbal también lo haya hecho. Esas mismas lágrimas las podemos ver a nuestro alrededor, en quienes deambulan buscando donde pasar la noche porque no tienen un hogar, en quienes no tienen una simple rampa para cruzar la calle en las esquinas de las veredas, en quienes alguna aptitud los condiciona para conseguir un empleo y ser tratados debidamente como al resto.
La intolerancia cierra ese triángulo que forman la discriminación y los prejuicios, donde las personas se vuelven susceptibles a la hora de compartir cualquier situación y las miradas generan insinuaciones permeables en el otro. Es así que se conocen casos en donde una simple discusión puede acabar en tragedia. Como el famoso caso de “Pan Triste” en Carmen de Patagones, el chico que asesinara a sus compañeros de curso cansado de sus cargadas, o los casos en los colegios donde la pelea se daba chicas contra chica, porque una era vista como bonita.
En un mundo tan globalizado, de continua migración y mutación de ciudades, de discriminación, marginalidad y controversias, la convivencia de diferentes culturas en un mismo lugar es habitual en todos los países del globo terráqueo. En la ciudad de Los Ángeles, a miles de kilómetros de Argentina, sucede algo tan cierto como aquí.
“Quizá, mañana, encuentre mi camino”, dice el tema de cierre del film. En busca de ese camino se encuentra la población del mundo, algunos llegan a él en su mismo país, otros eligen emigrar para hallar uno diferente, y hay quienes las posibilidades lo obligan a despegarse de sus raíces y seguir en otro lugar. Argentina, país casi sin fronteras, alberga a miles de ciudadanos extranjeros que comparten sus culturas en la búsqueda de ese camino.
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Deseo de libertad; libre de deseo.

“Vírgenes suicidas”; el nombre del film anticipa el final de esta historia. Cinco hermanas con edades que iban desde los 15 a los 18 años, vivían su adolescencia encerradas en su “hogar”, y alternando salidas al colegio. El mundo exterior era un paraíso inalcanzable, esta visión es aumentada por el infierno engendrado dentro de la casa, nacida a partir de la actitud opresora de sus padres. Del padecimiento de estas adolescentes, emana un planteo que apunta a las consecuencias psicológicas que podrían surgir después de una crianza antisocial, cubierta por un manto negro que no permite comprobar si lo que se ve es realmente lo que parece ser. ¿Esta duda está presente en todo momento? Sin llegar al extremo planteado por el film, hay casos que de raíz son muy similares a la película “Vírgenes suicidas”. El ejemplo de las generaciones que se criaron en un country, como los surgidos durante la década del noventa, es uno de ellos. Ya que han pasado su niñez y su adolescencia dentro de una sociedad caracterizada por los pocos miembros que la componen, por las diferencias económicas, sociales y educacionales con respecto al sector de la población que no debe cruzar una barrera cuando transita las calles aledañas a su hogar (salvo que haya un peaje cerca). O sea, viven una realidad muy distinta. Tal vez este no sea un pensamiento recurrente; y por el contrario, los razonamientos de los habitantes de estas “mini sociedades” omitan esta posible separación entre lo externo y lo cotidiano. Sin ir más lejos, ubicándonos desde la visión mayoritaria, la de quienes no viven en un country, podemos suponer que las personas que habitan los barrios privados, no son vistas por el resto de la sociedad como seres extraños apartados del mundo; sino como individuos que alcanzaron un status social alto, y que por temor a la inseguridad, prefieran padecer la extrema seguridad, y en consecuencia decidan vivir en un “lugar mejor”. Este es un gran punto, porque lo que muchos ven como algo digno de merecer, quienes lo padecen aborrecen de su situación, y preferirían todo lo contrario para sus vidas. El verbo en condicional vislumbra lo que se denomina “insatisfacción”, un estado sufrido por gran parte de la humanidad. Es decir, querer siempre algo más, lo que tiene el otro, o algo distinto. En este caso, algunos anhelan vivir en un lugar que tenga seguridad privada en la puerta, donde conozcas a cada uno de tus vecinos, quienes seguro también asisten al mismo colegio, iglesia, shopping o club. ¿Acaso nadie oye los deseos del otro? Al parecer no, por lo menos en esta situación. Porque lo que desean unos, otros lo detestan. Debido a que quienes viven en barrios privados observan con recelo a los transitan por la vida con total anonimato, es decir, quienes viven en zonas comunes (sin límites marcados), los que tampoco conocen la sensación de que haya guardias de seguridad esperando su sana llegada al hogar. Pero esto, ¿restringe la “libertad”?, palabra que tiene significados diferentes en cada ámbito o situación. “La libertad de saberme seguro de los delincuentes”; “libertad de que nadie vigile mi andar”; “la libertad de conocer personas ajenas a mi espacio habitual”; “la libertad de ir caminando al club si pensar en robos”. “Vírgenes Suicidas” acentuó la atención en el encierro, la opresión, la imposibilidad de elegir, la mirada del mundo a través de una ventana; sin embargo, estas jóvenes que después se quitaron la vida, en un momento conocieron la libertad, fue sólo una noche, pero alcanzó para que el desconocimiento del mundo exterior transformara su experiencia en libertinaje. El cual se graficó con los excesos cometidos por las adolescentes, que de alguna forma representaban los miedos de sus padres, razón por la que no querían que tengan demasiado contacto con el afuera. Desde esa noche no salieron nunca más de su casa, su visión del mundo aumentaba sólo cuando usaban los binoculares desde la ventana. La vida en un country, claramente posee ciertas características que disimulan la falta de libertad. Por su parte, la película es el miedo al mundo exterior exagerado a más no poder; sin embargo, la relación que existe entre esta realidad social y el film, es que hay dos situaciones bien diferenciadas, por un cerco arbolado o por una ventana, se pueden percibir dos mundos distintos: el propio; y aquél del cual se conocen más los miedos que las bondades, o sea, la vida en una sociedad ilimitada. Es claro lo difícil que resulta descifrar el panorama sobre quienes son más libres, ya que este es un fenómeno novedoso del cual aún no se han sacado conclusiones certeras, debido a que son muy pocos los jóvenes que se han criado en countries que son mayores de edad. Además, la libertad es una palabra que depende de lo que cada uno desea para su vida, es decir, tiene que ver con los objetivos de cada uno de individuos que viven esta situación, quienes después de cierta edad tendrán la capacidad de elegir. En ese momento decidirán si lo que sus padres les brindaron es lo que prefieren para el resto de sus vidas o no. Lo cierto, es que la libertad está asociada a las posibilidades, y cuando algo no está dentro de las opciones, ni siquiera se nos cruza por la cabeza, en consecuencia, nunca lo vamos a tomar como algo esclavizante. Sólo basta tener conciencia y conocer lo previamente desconocido para desearlo con vehemencia.
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jueves, 16 de julio de 2009

La Terminal

Cada vez que me siento en el sofá de mi living, para ver una película dirigida por Steven Spielberg, espero ansiosa para ver el show de efectos especiales y de innovaciones, en cuanto al contenido, que implementa. En fin, detalles que lo hacen estar entre los mejores directores de cine del planeta. Más allá de esto, “La Terminal” es un film de un solo espacio, no caracterizado justamente por sus efectos; sí por su trama, que por cierto es un tanto diferente e inusual que en el resto de las películas. Por ejemplo, como su nombre bien lo indica, todas las escenas transcurren dentro de la terminal, ficticia, del aeropuerto John F. Kennedy, de Nueva York. Así, el director inventa un mundo en un aeropuerto, sí, pero es un “mundo Spielberg”, uno de esos que ya vimos tantas veces: amable, simplista, mágico. Con "La Terminal", se busca recrear el estilo bienintencionado de las comedias clásicas. Quizá su referente más claro lo conformen películas como "Juan Nadie" (1940), film que trata temas serios e incluso trágicos como el desempleo o el suicidio, pero desde una óptica agradable, llena de buenos sentimientos, y por qué no decirlo, cierta ingenuidad. El director ha buscado esa ingenuidad de antaño para abordar la historia de Víktor Navorski (Tom Hanks), un oriundo de Krakozhia, país imaginario, que se ve de pronto atrapado dentro de los límites de una terminal de aeropuerto, condenado a esperar la resolución de un grave conflicto político en su país natal, y con ello, el fin de su retención como individuo, sin nacionalidad ni permiso de entrada en suelo norteamericano. Tom Hanks, que en esto de sobrevivir ya tiene experiencia (pasó varios años en una isla desierta en Náufrago), se ve obligado ahora a subsistir en un aeropuerto. Esta si es una tarea bastante menos complicada, ya que el aeropuerto es una mini-ciudad con los suficientes negocios necesarios para sobrellevar una buena vida, con establecimientos, que van desde cadenas de comida basura a boutiques de alta costura .Y es en este caso, que el film se basa también en la publicidad, multinacionales como “Hugo Boss”, “American Express”, “Burger King”, “Discovery Store”, “Brookstone”, entre otras, se lucen a lo largo de la película. Llevando “La Terminal” hacia otro plano, vemos el abordaje del tema de la inmigración en los traumatizados Estados Unidos posterior al 11 de Septiembre. Mostrando sutilmente cómo a un extranjero se lo toma como “peligroso”. Así la situación mostrada tiene poder de metáfora para exponer un mundo deshumanizado, que olvida a las personas, pero que sigue teniendo en ellas su principal valor. Un mundo donde se margina porque se parte del miedo y la desconfianza en el otro. Un mundo donde se espera y se corre pero donde no se sabe qué se espera ni a dónde se va. Intenta también, revelar como se muestran muchos agentes de negocios, y empresarios por tener que viajar constantemente. Y sienten que el aeropuerto es “su casa” en muchas oportunidades. Un aeropuerto se ha convertido en un pequeño microcosmos de la sociedad: un lugar donde se come, se hacen compras, se conoce gente. “La Terminal” a su vez, lleva el rótulo de “basada en hechos reales”, aspecto que le otorga un plus. Merham Karimi Nasseri, conocido como “Sir. Alfred”, es un iraní que vive desde 1988 en la terminal I del aeropuerto Charles de Gaulle de París. Su peripecia comenzó al llegar a París procedente de Londres con su documentación perdida. Uno de los elementos destacados de esta historia es el lugar donde se desarrolla: la terminal de uno de los aeropuertos más grandes del mundo. Estaríamos ante lo que los antropólogos han definido como “no lugares”. Que son espacios marcados por su anonimato donde el transito es el componente esencial. Son los lugares de la despersonalización de la alta modernidad. Sin buscar esta vez develar un secreto, ni intentar descifrar un código (como lo hizo Tom Hanks, en “Código Da Vinci”), “La Terminal” no hace un cine político: se limita a contar una historia, que arrastra al espectador desde la primera escena hasta la última, a través de pasillos, salas de espera y escaleras mecánicas, al ritmo del jazz, auténtico espíritu de la película, que en el fondo es un hermoso homenaje al poder de fascinación que aún hoy, a pesar de los pesares, sigue teniendo Estados Unidos.
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LA “ACCIÓN” POLICIAL

Policías, televisión, cámaras, trabajo, acción, realidad. Imágenes, hechos, tragedias, historias, gracia, entretenimiento. Factores que se juntan para configurar la realidad.
La calle comercial del barrio tiene muy cerca la comisaría, si uno transita por allí, verá algunos oficiales haciendo la recorrida a pie. Vigilar y resguardar la seguridad de los ciudadanos debería ser su actividad primordial, pero es más usual encontrarse con los policías reunidos en pequeños grupos charlando en las esquinas, o bajando de su patrullero para ingresar a un local de comidas, que viéndolos en acción. De aquí que lo cotidiano no es ver a los uniformados al servicio, sino en servicio.
Entonces por alguna razón surgen las imágenes que semana a semana presenta “Policías en Acción”, oficiales que en todo momento se encuentran en función acudiendo al llamado de alerta para detener delincuentes o resolver los problemas que de su intervención necesiten. En este programa siempre hay acción, incluso los oficiales se ven desbordados de demandas y luego de resolver algún conflicto y subirse a su patrullero, inmediatamente deben dirigirse a otro sitio.
Si la realidad no es la que percibo en la calle, ¿será más real la ficción creada por un programa de televisión?, en donde por cuestiones lógicas del medio las imágenes son editadas una y otra vez hasta alcanzar el producto deseado. En este barrio del sur del Gran Buenos Aires siempre se escuchan los comentarios de delitos que ocurrieron y, en la mayoría de ellos, la policía nunca llegó a tiempo, o lo que es más común, los oficiales nunca llegaron.
En los últimos tiempos los policías argentinos han sido el eje de diversos temas a tratarse en los medios de comunicación. Oficiales asesinados; héroes arriesgando su vida en nombre del deber; asistiendo a urgencias de parto; hablando del riesgo de portar sus devaluados uniformes, y también, envueltos en corrupción; abuso de autoridad; no cumplir con sus funciones.
Hace unos meses “La Cornisa” presentó un informe para llamar la atención de los policías, aquellos que justamente pierden ésta cuando están en servicio. La nota expuso a oficiales que durante sus horarios de trabajo, en medio de sus guardias utilizaban el teléfono celular para entretenerse mandando mensajes de texto, o en otras oportunidades “charlar” por teléfono. Los resultados fueron que la totalidad de los involucrados perdía al menos unos minutos de su horario de servicio enviando mensajes de texto, a la hora de preguntarles, lógicamente lo negaban, pero ya habían quedado registrados.
Actualmente, los hechos policiales se han vuelto cotidianos en los medios de comunicación. Al ver cualquier noticiero de la pantalla argentina siempre es posible conocer de algún nuevo hecho y preocuparse o lamentarse según nos afecte la información. Los delitos son expuestos como tragedia, al igual que las imágenes de chicos consumidores de “paco” que deambulan por las calles.
Sin embargo, cuando en busca de entretenimiento en la pantalla chica la audiencia elige mirar “Policías en Acción”, los mismos hechos antes mencionados se transforman en situaciones agradables de ver, llenas de gracia y aptas para transcurrir una hora amena de programación. Lo que no cambia es que los delitos, por más ficcionalización que presenten, no dejan de ser delitos y los golpes no dejan de ser golpes. Pero los arrestos, se transforman en nuevas historias para ser contadas por sus protagonistas, aquellos mismos chicos a los que en otras imágenes de televisión se los puede ver destruyendo sus vidas. Aquí quienes delinquen también toman el protagonismo frente a las cámaras.
¿Por qué sobre una misma situación, presentada en dos diferentes contextos, la tolerancia de la audiencia cambia? Mucha gente ya no desea ver los noticieros cansados de que le repitan siempre las mismas imágenes y titulares; robos, crímenes, choques, peleas e incansables situaciones de violencia. Quizá por esta cuestión la audiencia resiste mejor a lo propuesto en un programa de televisión exclusivamente dedicado a la acción policíaca, porque es presentada como pequeños fragmentos de una serie de acción, en donde los oficiales siempre están presentes para ejecutar el ejercicio que la ley les confiere y los conflictos siempre resueltos.
Si la realidad no es aquella que frecuentamos en el barrio, pero tampoco es aquella que nos presenta un programa de televisión, entonces cuál es el verdadero oficial de policías. Aquel “héroe” del que hablan las noticias cuando ya, obligado a causa de su función, abandonó este mundo; aquel que responde a la radio de su patrullero y acude de inmediato a combatir el delito para enfrentar la acción y terminar la nota con alguna gracia.
¿En dónde radica la verdadera realidad de las fuerzas policiales? En las miles de comisarías que existen en las ciudades, o frente al encendido de aquel botoncito rojo llamado “Rec”.
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“FLIGHT 666” UNA VUELTA AL MUNDO

Muchas culturas diferentes, nuevos escenarios, imágenes actuales que recuerdan viejos tiempos y un mundo de música que nunca se dará por vencido.
A veces creemos que el mundo cibernético nos aproxima hasta los más recónditos lugares del planeta, creemos conocer las diversas culturas que existen y creemos que muchas se nos parecen, pero nos cuesta pensar en cuán diferentes pueden llegar a ser.
Iron Maiden, la banda de heavy metal más importante del mundo y actualmente con más actividad, editó un documental que registra su última gira “Somewhere Back In Time Tour”, con estreno en cines de todo el mundo y causando furor en sus seguidores, como si ellos mismo se presentaran en persona en cada sala de cine.
Lo primero que podríamos esperar es ver el show alrededor del mundo y las sensaciones de los músicos, pero el film “FLIGHT 666” nos muestra algo más.
Por lo general cuando en Argentina se monta un show de las características que utiliza Iron Maiden, los preparativos comienzan unos cinco días antes a la presentación. Un imponente escenario y los paneles de plástico sobre el verde césped es lo que más visualiza el espectador. Pero, ¿alguien alguna vez se tomó unos minutos para pensar cómo se prepara la superficie para un recital en la India?
La película comienza con la presentación que la banda diera en Mumbai, India. Y cuán alejados estamos nosotros de esa realidad. A diferencia de lo que se vive en dicha ciudad con un concierto de heavy metal, podríamos decir que dentro de este contexto Argentina se encuentra dentro del primer mundo, y no del tercero como en otros aspectos.
En Mumbai, no sólo no se utiliza un estadio para el show, sino que aún se utilizan las manos humanas como herramienta principal. El suelo es cubierto por trozos de alfombras adheridos con grandes clavos, en un trabajo minucioso realizado por personas y sin ningún tipo de maquinaria, es simplemente a martillo. Luego las mujeres se disponen a limpiar estas alfombras con escobas, parecidas a las que acá ya no se utilizan más.
Cómo las culturas pueden diferenciarse tanto, y tener algún punto en común donde grandes masas se unen para conformar una sola, es una de las cuestiones que la música heavy metal sigue logrando por décadas. Diferentes nacionalidades reunidas en un mismo lugar, argentinos-ingleses; israelíes-alemanes; venezolanos-norteamericanos; japoneses, brasileros, rusos, colombianos, italianos, etcétera. Por el mundo emigran infinidad de personas, y la música los encuentra, en algún momento, a todos juntos en un lugar.
Argentina se ha vuelto importante para el planeta musical, y por ello los grupos más significativos de la historia de la música han visitado estas tierras y algunos lo seguirán haciendo. Actualmente los escenarios que aquí se disfrutan son los mismos que giran en los grandes escenarios del mundo. Y es por esto que el público nacional forma parte de este documental realizado por Sam Dunn y Scvot McFadyen, dos expertos en el género.
En 2008 el estadio de Ferro se convirtió en una caldera que desbordaba por doquier, y esa fue la escena elegida por Iron Maiden para representar a Argentina en su film, con uno de los temas más coreados alrededor del mundo, “Fear Of The Dark”. En donde el público se lució con su cántico para enseñarlo en cada país donde se vea.
Los shows generalmente comienzan cuando se emprende la peregrinación hacia el punto de encuentro, un estadio puede ser el caso. Horas antes de que la banda inicie el espectáculo la multitud empieza a disfrutar del día. En Argentina actualmente se produce un ingreso pacífico a los shows, los controles de rigor y nada fuera de lo normal. Pero ¿qué sucedería si la policía subida a sus caballos agrediera a la gente?, hoy, acá, es impensable.
Sin embargo en Colombia, la organización de la seguridad para controlar a los espectadores que concurren a un recital de heavy metal, es precaria, la fuerza policial no acepta que es solo un espectáculo musical que no reviste peligrosidad. Los oficiales se equipan como para enfrentarse a una multitud revoltosa, pero que lejos está de serlo, armados y sobre sus caballos utilizan más que su autoridad para manejar algo que nunca se les ha ido de control.
Situaciones como las que se viven en Colombia cuando una banda de éste género se presenta, ya no son usuales en el mundo. Pero ciertos países insisten con atribuirle al rock pesado y al heavy metal el rótulo de violentos, tal como se lo hacía dos décadas atrás. Tanto las bandas con trayectoria como las nuevas ya no hacen apología de temas como la droga y la violencia, muy por el contrario, la música y los músicos lograron traspasar los prejuicios con el ejemplo de sus letras, demostrando que hay mensajes importantes para transmitir, como problemas políticos, sociales y hasta históricos.
Aún cuando se continúa marginando ciertos géneros sin comprender su mensaje, o porque éste no los favorece, el público “metalero” llena estadios en todo el planeta. Y aquí, los medios de comunicación forman parte de esa discriminación que aún se percibe, porque sólo los periodistas que se especializan en el rubro difunden este género. Los medios masivos miran hacia otro lado, donde el comercio se viste con caras angelicales que se destaquen, sin importar las ideas que promuevan.
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“EL MAL”

Una escultura creada para la reflexión, con diferentes significados asignados por cada espectador. Su creadora, Eleonora Pascual, duda de su titulo. El domingo diez de mayo en la plaza central de General Rodríguez, Provincia de Buenos Aires; se llevó a cabo el Segundo Encuentro de Escultores Independientes, donde se reunieron veinte artistas de Capital Federal y Gran Buenos. El evento se realizó desde las once de la mañana hasta las ocho de la noche y las obras estuvieron esparcidas por una plaza tradicional del interior de la provincia, rodeada por la intendencia, la catedral y casonas que en un pasado pertenecieran a los fundadores de aquel lugar. Este domingo, los habitantes del pueblo pudieron disfrutar de una tarde distinta rodeados de color y objetos extraños que invitaban a la sorpresa y también a la reflexión. Familias, ciclistas y niños se quedaban atónitos frente a la invasión de esculturas. Maderas talladas colgadas de los enrejados del monumento principal, piezas de mármol, yesos moldeados en el pasto, cosas viejas recicladas convertidas en personajes pintorescos, pies encadenados, una figura humana hecha en hierros que alude a la muerte descansa frente a la catedral. Diversas técnicas y figuras reunidas para mostrarse y llegar a un ámbito lejano al atelier, de los tecnicismos, expuestos a las críticas y comentarios de ojos que incursionan en el arte de como amateurs. Entre las esculturas abstractas y aquellos trabajos demasiado explícitos, se encuentra la obra de Eleonora Pascual, una boca y una figura humana bajo el título “El mal”. Este nombre, tiene algo “controversial” en su interior. La autora originalmente lo llamo “Cáncer”, pero decidió, no publicarlo así porque dice que es una palabra “chocante”. De este razonamiento se destaca el pensamiento común de la sociedad respecto a esta enfermedad que suele convertirse en terminal. Aún la ciencia no ha logrado encontrar una cura definitiva a este “mal” que día a día muta y se regenera de distintas maneras desorientando cada vez más a los estudiosos de la medicina. Mucha gente ha logrado salir de este sufrimiento, sin embargo, se ven obligados a hacerse controles por el resto de sus vidas porque el riesgo de padecerlo nuevamente queda latente. Hablar de “cáncer” es casi tabú, padecerlo es una condena, se generan muchos miedos e inquietudes, es algo desconocido para la ciencia y para el resto de la población, es algo que aun no se puede controlar. La obra de Pascual logra retratar esta debilidad humana frente a la enfermedad. El cuerpo moldeado en arena, flojo, debilitado, rendido, sin definición en sus rasgos muestra esa incertidumbre y resignación que tiene la sociedad frente a esta enfermedad y su tratamiento. El lecho es una boca, formada con alambre tejido, lo que da transparencia y rigidez a la contundencia propia del metal. Dientes filosos, deformes como los de un monstruo de cuentos infantiles. Una bacteria gigante que se traga la vida volviéndola frágil, ordinaria, insignificante. Esa boca que devora sin piedad puede ser tomada como un reflejo de la sociedad prejuiciosa en la que vivimos, en la que se condena a aquel que es diferente, a aquel que menos tiene. Donde las oportunidades se le dan a aquellos que ya las tienen y se deja a un lado al que ya está apartado de la sociedad. Esto mismo se pudo ver en la muestra, cuando por la tarde se acercó un grupo de personas que viven en comunidad. Estaban vestidos con pantalones y camisas sueltas, barbas tupidas y zapatos desgastados. Las mujeres seguían el mismo estilo, largas polleras, sin maquillajes ni accesorios de moda. Esta colectividad llamó tanto la atención con su música de estilo celta, que la muestra quedó en un segundo plano. Los vecinos no podían dejar de señalar a estas personas que bailaban y eran tan distintos a ellos. El choque cultural estaba frente a mis ojos, personas que decidieron vivir fuera de la sociedad, eran señaladas como miembros de otra especie. Al igual que se apunta tímidamente a aquellos que se diferencian del resto. Parecía un encuentro tolerante, pero las burlas no tardaron en llegar, y dejar en claro que las diferencias son el mal de la sociedad. Lo distinto intimida, atemoriza a quienes no comparten raza, ideología o pensamiento. Esto es de lo que la obra de Eleonora Pascual nos habla, un mal del que no podemos escapar.
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“CRASH”, UNA PELICULA QUE CHOCA

Sábado por la tarde, el sol empieza a esconderse. Mes de junio, un frío polar invade la ciudad, ¿qué mejor propuesta que ver una película desde la tranquilidad y el calor que solo la cama puede dar? La propuesta es Crash, un amigo me la recomendó y a pesar que tengo un estreno de cartelera en mis manos, prefiero hacer caso a quien me dijo: “Está muy buena” Simplemente me dejo llevar, le indico al reproductor de DVD que dé comienzo a la función en este cine improvisado donde tengo la ubicación ideal, cubierta por un edredón de plumas que ya está calentando mis pies. “En una ciudad normal, la gente te roza, te golpea al caminar. En Los Ángeles, nadie toca… creo que extrañamos tanto el tocarnos que chocamos contra el otro para sentir algo”, susurra a su compañera un detective, el primer personaje que entra en escena. La frase enmarca el contenido de la película desde el principio, creo que con estas palabras, no hace falta llegar al final para determinar de qué se trata. Un marco invisible que desde un principio condiciona a prestar atención a cada escena de choque, de discusión, de desencuentros. Un accidente automovilístico en el que una mujer oriental se estrella contra el auto de otra a quien despectivamente llama “mejicana”. Si bien este personaje no puede pronunciar correctamente el idioma y dice que no pudo “flenar”, enseguida se coloca en una posición racista y acusa a la otra víctima, quien retruca corrigiéndola y con orgullo dice ser “portorriqueña”. Aquí presenciamos el primer “crash”, no solo físico en el que se ven involucrados dos autos. Este choque es social en realidad, en donde la discriminación aparece como protagonista de la discusión. El film mantiene presente esta temática a lo largo de la hora y pico que dura. Este encuentro y desencuentro de personas que “chocan” constantemente con distintas realidades sociales. Varias historias unidas por un guión que sigue sus desarrollos, todos unidos por una misma línea de tiempo. Lo que permite que no haya necesidad de presentar marcados protagonistas, sino que todos participan de distintos conflictos conectados temporal y temáticamente. Un hombre con rasgos iraníes es discriminado en una armería. Este mismo personaje va a tratar de “estafador” a un cerrajero portorriqueño, quien aconsejaba comprar una puerta. Más tarde un ataque racista en su local lo hace entrar en un estado de cólera, su ira se ve dirigida a aquel personaje que reparó la cerradura de su local, con quien discutió por no entender el idioma. Sin siquiera pensar que podría simplemente haber sido cualquier grupo de personas racistas. Las secuencias de escenas se repiten una y otra vez en la discriminación como tema central. Esta película no solo deja en claro el marco social en el que viven los estadounidenses. Más allá de la brutalidad de las escenas, es fácil encontrar similitudes con la vida cotidiana de nuestra ciudad. La idea aquí no es entrar en un costado moralista y marcar la utopía de un mundo hermanado y solidario. Simplemente intento destacar lo cercana que resulta ser la temática. Lo cotidiano y reflexivo que resulta ser el guión de esta película. Sociedades completamente diferentes como lo son la de la ciudad de Los Ángeles, ubicada al norte de América y la Ciudad de Buenos Aires, al sur. Conquistados por colonias inglesas, nosotros colonizados por españoles. Idiomas distintos, economías opuestas. Arriba y abajo del mapa, la misma discriminación contra los extranjeros. Allá los latinoamericanos son los delincuentes, pandilleros, traficantes, violentos. Acá, nosotros, los mismos que ellos discriminan, apartamos a nuestros coterráneos. Un boliviano, un peruano, un paraguayo, representan para nosotros, exactamente lo mismo que nosotros somos para los estadounidenses. La incapacidad de convivir queda expuesta en las distintas sociedades que habitan el planeta. Guerras, pobreza, e injusticia social son desencadenantes propios de la intolerancia y la falta de solidaridad que cada uno de nosotros lleva dentro. Esto es lo que nos hace “chocar” a diario con el otro, diferente e indiferente a la vez.
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“LA VIDA ES BELLA”… A VECES

Hace unos años atrás, cuando el secundario se volvía una responsabilidad muy grande para mi corta experiencia de vida. Un profesor nos “hizo” ver una película de Roberto Benigni. El solo hecho de plantarse ante un curso con un video en las manos, generaba un ambiente de distensión. Apagar la luz y bajar las persianas para evitar los reflejos en el televisor, despertaban los comentarios más graciosos de “los chicos del fondo”. Hacían falta un par de llamados de atención para calmar a las fieras y finalmente darle comienzo a una película, que seguro era “un embole”. “La vida es bella” comienza a avanzar sus minutos en la video casetera… Años más tarde, me encuentro frente a un monitor LCD que aún estoy pagando en cuotas, con un DVD en mano y la melancolía de ver esa misma “obra del séptimo arte” que se convirtió en una de mis favoritas cuando cursaba tercer año. La trama comienza en 1939, un joven emprendedor llamado Guido, junto a su tío Eliseo trabajan de camareros en un distinguido hotel de Arezzo, Italia. En él, atendían a los más distinguidos personajes de la ciudad. Durante sus paseos en bicicleta solía toparse con una maestra de escuela llamada Dora, quien estaba comprometida con un militar fascista, al que deja por este aventurado descendiente de judíos, con el que se casa y tienen un hijo, Josué. Esta historia, es el relato del personaje más joven, quien cuenta cómo su padre lo cría y lo cuida, en épocas de fascismo y antisemitismo. Tiempos en donde podía cruzarse con dos niños llamados “Benito” y “Adolfo” mientras jugaban en una mercería. Cuando se enseñaba en las escuelas que hay una “raza buena”, “superior” al resto. En donde las ecuaciones no incluían “caramelos” o “figuritas” en sus planteos, sino “inválidos” o “negros”. En otras palabras lo que Benigni logra es mostrar con hechos cotidianos, cómo la discriminación era algo propio de la sociedad. Algo que se aprendía en la escuela y se veía en las calles, en carteles que advertían: “no se permiten perros ni judíos”. Algo parecido a lo que nuestra sociedad vivió treinta y pico de años más tarde que la Segunda Guerra Mundial. Buenos por un lado y malos por el otro. Aquí no interesan los colores de las banderas adversarias. Solamente la tortura es lo que toma el rol protagónico. “Milicos” contra “zurditos” y viceversa. Mucha sangre derramada, lágrimas que no encontraron su hombro, familias destrozadas, causas que aún no se resuelven. El desprecio por el que pensaba diferente. El asco por los que militaban otros ideales. Las miserias humanas. La insignificancia de una vida. En el medio, las experiencias de los que viven de cerca el dolor. Dormir sin cerrar los ojos, sin abrigo, reír sin la risa. Eso es lo que muestra la historia que cuenta Josué. El castillo de cristal que su padre le construyó en un campo de tortura y explotación. Un largo juego, donde el objetivo era sumar mil puntos para ganar un tanque “de verdad”. Los soldados alemanes son los malos y si lo descubren, pierde. Cada día, “Guido” le inventa un nuevo juego a su hijo, entre payasadas y fantasías logra mantenerlo con vida hasta el fin del juego. Salir de la realidad es necesario, para todos los que viven la tortura del campo de concentración. Esto mismo se ve reflejado en el personaje de un médico, al que “Guido” le servía el almuerzo en el hotel que atendía junto a su tío. Juntos compartían su pasión por los acertijos. Estos personajes se cruzaron nuevamente en la revisación médica que se hacía antes de asignar las tareas que cada prisionero realizaría. En una reunión de dirigentes alemanes, en la que el protagonista vuelve a su rol de camarero, este médico le pide por favor que lo ayude a resolver una adivinanza, porque por las noches no podía dormir. En esta escena se logra descifrar que lo que el médico le pide a “Guido”, es que lo ayude a “olvidar” de lo que está participando como cómplice. Esclavitud, torturas y decenas de muertes diarias, algo que podría convertirse en el destino de su “protegido”. Escenas grises, rostros sucios, cuerpos debilitados, otros erguidos y poderosos. Imágenes que me traen a la mente una película argentina, “Garaje Olimpo”. Este trabajo del director Marco Bechis, se sitúa en la época de la dictadura. Trata sobre una relación de amor y odio entre María, una joven militante y Félix, quien trabaja en un campo militar de exterminio. La captura de María los cruza en el centro clandestino de detención, y es allí donde surge su historia de “amor”, en la que ella se refugia y él se desahoga. Es en éste punto donde se entrecruzan las dos narraciones, una acerca del holocausto judío, otra de la dictadura militar. Historias que se unen en el refugio, donde la necesidad de un personaje fuerte, le pide paz al más desprotegido. “Guido”, logra mantener a su hijo dentro del “juego”, sin quitar la inocencia y la paz que un pequeño de cinco años tiene en su mente. Hoy la analizo diez años más tarde, lejos del uniforme y los recreos. Una misma sensación envuelve mi ser. Por poco las cosas no salen como quisiera, el final triste llena una vez más mi garganta de nudos. Esa sensación de vacío hace que un profundo escalofrío surja. La impotencia de los errores del pasado, el miedo por repetirlos en el futuro…
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EL SHOW DE LA POLICÍA

“Policías en acción”, construye un escenario en el que el “final feliz” es cotidiano y los “malos” reciben su merecido. Elementos del documental, la comedia y el drama se unen en un show que busca limpiar la imagen de la institución.
El programa televisivo “Policías en Acción” intenta mostrar la vida cotidiana de una profesión que está siendo señalada y juzgada por la sociedad constantemente. La policía es una fuerza del Estado que está siendo cuestionada por los reiterados casos de corrupción, gatillo fácil, coimas y tantos otros delitos de los que se la acusa. A través de esta emisión se construye un escenario en el que el “final feliz” es algo común y corriente, donde los “malos” siempre tienen un castigo. Aquí los elementos del documental, la comedia y el drama se unen en un show que busca limpiar la imagen de la institución. “Policías en Acción” se emite todos los martes a las 23:15 por Canal 13. Está pensado para un público mayor de 15 años, porque en él hay lenguaje coloquial y escenas violentas que pueden afectar emocionalmente a un menor que no sepa interpretar las imágenes emitidas. El programa, muestra otra mirada sobre las instituciones encargadas de resguardar la seguridad de la Nación. El nombre de esta emisión, busca resaltar la eficacia de esta fuerza. En el uso de la palabra “acción” se denota movimiento y rapidez. Mostrar un operativo desde que el patrullero recibe el aviso y la dirección en donde hay un conflicto y mostrar el trayecto hasta el lugar de los hechos. La descripción del escenario, la de los sospechosos y el uso del lenguaje técnico, hace que el televidente se empape de la situación y la observe desde un plano más cercano. El hecho de poder ver el movimiento que se genera cuando pedimos ayuda, hace que se convierta en explícita la agilidad que busca denotar el nombre del programa. Este dinamismo está presente en todos los elementos del show. Un claro ejemplo es su estructura: no hay cortes intermedios, lo que permite seguir una historia de corrido, sin interrupciones. También se puede ver la función social de la policía, cómo se actúa con los delincuentes y cómo reaccionan frente a los distintos casos que se presentan. Si comparamos “Policías en Acción” con un tradicional noticiero, como puede ser “Telenoche” (que se emite en el mismo canal a las 20:00), claramente se puede notar que la construcción del relato de la noticia para el informativo de la noche, es diferente al que se hace en el programa. En los noticieros, los hechos delictivos se presentan de modo dramático exponiendo a los actos ilícitos como el eco de la mala gestión del gobierno, o el reflejo de la barbarie de los pobres. Cualquiera de las dos líneas de pensamiento se amolda a las editoriales de los distintos medios de comunicación. Pero lo que importa destacar aquí es el modo en que se presentan las noticias, jugando con los tonos de voz, haciendo totalmente distintas las descripciones de los hechos. Durante el noticiero, un robo puede ser la nota central, ambientando dicha presentación con música de suspenso, con placas en rojo, haciendo reflexiones moralistas sobre los hechos. Pero durante la emisión de “Policías en Acción”, el mismo hecho es parte del contenido habitual del programa. Incluso hay presentaciones de casos en tono de comedia, parodiando a los protagonistas con efectos sonoros graciosos. La musicalización convierte a las escenas más fuertes, dramáticas y violentas, en un resultado tragicómico que por momentos confunde al espectador. Por otro lado, “Policías en Acción” busca la informalidad, mostrar un lado más sensible y humano del uniformado. La cámara al hombro, la ausencia de un presentador que haga de hilo conductor, el lenguaje coloquial que usan los personajes protagonistas de cada caso que cambian programa a programa, son reflejo de esa soltura y “realismo” que intenta recrear el programa. La imagen que se logra no es real, ha sido construida para poder mostrarla bajo el formato indicado, para conseguir un efecto distinto en el espectador. La idea de base no es crear una reacción en el televidente, sino más bien brindarle un momento de distensión. Por esto mismo, se muestran casos pequeños y aislados que de ninguna manera dejarían en evidencia la falencia institucional que hoy en día tiene la Policía en general.
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¿Podemos vivir juntos?

Solo voy con mi pena/ sola va mi condena/ correr es mi destino/ para burlar la ley/ perdido en el corazón/ de la grande Babylón.

Por Damián Profeta

"Estamos obligados a chocar unos a otros", dice el trailer de Crash, conocida en estas tierras con el injusto título de “Vidas Cruzadas”. La película nos invita a experimentar las fuerzas que se desatan cuando chocamos.

El director, Paul Haggis, nos presenta historias mínimas que de manera insospechada y hasta caprichosa, se vinculan y configuran el choque obligado. Y el choque sirve para pensar.

Una geografía de tensiones

Pensar Crash es visualizar tres escenarios traslapados que juntos construyen el sentido general del film.

En primer término, se identifica a la ciudad como geografía de tensiones, desde donde se harán visibles los conflictos. El director Paul Haggis eligió a Los Ángeles como una guiding fiction de la metrópoli globalizada del Siglo XXI interpelada por el desafío de una multiculturalidad de facto.

Asimismo, la mirada se posa también sobre un entramado institucional que se presenta como corrupto, ausente y/o travestido en roles y funciones.

El tercer escenario tiene como protagonistas a las personas que habitan esa ciudad impersonal y que no parece prometer más que frustraciones y un destino miserable.

Un policía racista, un fiscal al que sólo parece interesarle mantener su cargo, un almacenero iraní, una pareja negra con buena posición económica, entre otros personajes se verán obligados a coexistir y juntos configurarán el drama de la película. Coexistir en un mismo espacio no es lo mismo que convivir.

En el medio de todo eso se desatan las fuerzas que darán lugar a la hamartia propia de las tragedias.

Choque de civilizaciones

En sintonía con el planteo de Samuel Huntington, "el choque" no pasa por la variable ideológica, como en tiempos de la Guerra Fría, sino que se alimenta del miedo al otro, motorizado principalmente por el desconocimiento, la falta de comunicación, el prejuicio y los estereotipos basados en la etnia, el origen nacional, la clase social, entre otros aspectos.

Pero no se trata de un choque de civilizaciones de escala global, sino que se expresa a nivel hiperlocal: la ciudad, en una proyección con sentido urbi et orbi.

A pesar de todo eso, cabe una pregunta: ¿De verdad el choque es inevitable?

En la película pareciera que sí, aunque hay lugar para la esperanza.

¿Y en el mundo real, donde la construcción del relato con pretensiones de hegemónico presenta al “otro” como un problema al que debe respondérsele con medidas que nos retrotraen a los momentos más tristes de nuestra historia? Sin dudas se alimenta el choque.

Estamos ante las contradicciones de una globalización que, por un lado, nos propone integración, libre circulación de capitales y de personas y eliminación de las fronteras nacionales, entre otros aspectos que configurarían un mundo más unido y por el otro lado se muestra un panorama de fragmentación creciente y de aumento de las desigualdades.

La verdadera amenaza del terrorismo es la de aceptar como algo dado el temor al otro y cerrarnos en soluciones individuales, privatistas y restrictivas de nuestros derechos y libertades.

Nuestra historia se presenta con un final todavía más abierto que el de la película. Pensar en la posibilidad de un choque nos obliga a resolver las tensiones por el lado de mayor encuentro, diálogo, conocimiento y fortalecimiento de los lazos sociales. Y la ciudad puede ser un buen escenario para emprender ese trabajo.

En definitiva, se tratará de identificar un animus societatis que nos defina como comunidad.

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Es para la gente que lo mira por TV

La televisión dejó de ser un artefacto que ocupa un espacio en el living o en la habitación. De alguna manera le hemos otorgado cierto carácter habilitador que decide qué es importante, y lo qué es no relevante. Su método es identificar lo televisable y lo no televisable. Ya no pensamos a la Tv como instrumento para entretenernos, sino que adoptó el lugar de un integrante más en nuestras vidas. Se apropió del poder de decidir si algo existe o no significa nada y por eso creemos impensable la existencia sin ella.

Fenómenos como los reality shows, que en Argentina llegaron de la mano de precursores como Mauro Viale (hasta El Gran Hermano), son la expresión máxima de ese poder de ser o existir a partir de la aparición en Tv. Las devaluadas telenovelas de ficción, los magazines y los programas de política han perdido a sus televidentes, por eso la idea del hombre común que puede ser protagonista, supo darle un condimento mucho más real y transgresor a los formatos televisivos tradicionales. Lleva algún tiempo darse cuenta que nada de eso es real. Que la vida de nadie cobra valor si miles de personas pueden ser testigos visuales de ella. Nacimientos, casamientos, separaciones, la enfermedad, y la misma muerte. Todo, sin filtro alguno, es televisable. Pero nadie negaba su existencia antes de aparecerse en imágenes. Hoy, un producto de la Tv argentina como Policías en Acción, sabe combinar estos elementos de la ficción y lo real, mostrando a personajes que conviven en el mismo espacio cotidiano: el policía y el delincuente. Ambos pasan a contar la historia en tiempo real, y aquí no existen guiones, ensayos previos, ni maquillajes. Aunque no hay que ignorar que todo producto de la televisión está en cierto modo ficcionalizado, condicionado y maquillado. Bajo la estructura del docudrama se hace foco en la labor cotidiana de la policía como institución, mostrando a los personajes como los verdaderos protagonistas. Y de alguna manera el público juega a ser parte y “testigo” de los hechos que se muestran reforzando aquella idea del ciudadano común que ahora no ve ajeno todo lo que mira por Tv. Pasó a ser participante activo de eso que ve. La acción es el elemento principal de este programa, y sus espectadores tienen una versión genuina de escenas como por ejemplo, la detención de un delincuente, los momentos posteriores de un accidente automovilístico, o los dramas familiares que encierran historias sobre crímenes pasionales, narcotráfico, violencia familiar, entre otras más. En la literatura, fueron Truman Capote, con A Sangre Fría, o Rodolfo Walsh en su relato de Operación Masacre, quienes dieron un vuelco en la forma de contar hechos de la realidad relacionados con la criminalidad y la delincuencia, y que desde la ficcionalización, construyeron un nuevo discurso. Hoy la televisión, también hace un recorte de lo real y lo tiñe de ficción. Podrá exagerar, modelar o condicionar más de un elemento, pero sigue su principal objetivo, cautivar televidentes. ¿Todo esto puede encerrar fines menos inocentes? Todo es posible si se trata de la Televisión. Podrá cambiar o formar diferentes opiniones entre sus espectadores, pero lo cierto es que tanto esos policías y delincuentes “actores”, como el mismo público, forman parte de la misma sociedad. Lo único que distingue a unos de otros, es que los primeros son colocados en escena para entretener. Y los otros, son simplemente consumidores de un producto que bien, puede llamar a su reflexión, o limitarse al mero entretenimiento. Más allá de las intenciones que queramos designarle a los programas de televisión, y más allá de las posturas previas que los televidentes tengan, lo importante es comprender cuál es el límite de cada uno (y entre cada uno). Hasta dónde llegará la televisión, metiéndose en lo más profundo de la vida de las personas. Y hasta dónde las personas vamos a permitir que nuestra realidad se vuelva una novela que se mira por Tv.
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"Osías el osito en un bazar, todo esto y mucho más quiso comprar..."

La historia de Osías que María Elena Walsh nos presentó cuando éramos chicos debe tener varias interpretaciones. Nunca fue una buena idea desmenuzar las letras de canciones con la intención de descifrar frases y versos, tal cual fueron pensados por sus compositores. Ya que por más cercanos y familiares que nos resulten algunos artistas, es absurdo creer saber de qué hablan (al menos no siempre).
La Marcha de Osías es una canción que habla de un osito, entre sonso y soñador, que según cuenta la historia paseaba por la calle Chacabuco, mirando las vidrieras de reojo “sin alcancía pero con antojo”. Él quería comprar una lista de objetos, algunos muy particulares y tangibles, y otros tan abstractos que se dificultaría envolverlos en un paquete. Quiso todo lo que guardaban los espejos, una flor adentro de un raviol, una galera con conejo incluido, una pelota que hiciese goles, y algunas cosas más.
Si no vale la pena el esfuerzo de ponerse a interpretar las canciones, es preferible pensar en lo que María Elena, de alguna manera, ignoró (tal vez porque su capacidad futurista encontró un límite). Si imaginamos a Osías en la actualidad, sin duda hubiese optado por ir a un shopping y no a un bazar (rubro convertido hoy, en el conocido Todo x $2). Dice la letra de esta canción infantil, que luego de ver varios objetos, Osías, “por fin se decidió” y quiso comprar Tiempo. Pero hace una aclaración: “quiero tiempo, pero tiempo no apurado. Tiempo de jugar, que es el mejor”. Cómo íbamos a imaginar que también el tiempo de jugar sufriría las opresiones de la vorágine actual. Hoy, los chicos se apuran para jugar, mientras sus papis se apuran para terminar un laburo. Y son tantas las opciones que tienen para divertirse, que deben aprender a administrar y repartir su tiempo entre la Playstation, la compu, la pelota, y si queda algo de resto, dedicárselo a la televisión. Cuarenta años no son poco y hacen lógica la distancia entre el inocente Osías de María Elena Walsh y la esquizofrenia del Zombie que invocan Ricardo Mollo y Diego Arnedo de Divididos. Pasemos al zombie: representa a un hombre sumergido en la furia social que supimos conseguir. La canción habla de un tipo agobiado que está “harto de una oratoria gagá” (¿será que los discursos políticos ya no son de su agrado?). Es un enfermo social que niega serlo. Superado por la realidad misma que lo convirtió en un fóbico, un “creyente turbio que no sabe perdonar” y que de a poco ha perdido su fe. Quedó "ciego, sordo y mudo", tan alejado del mundo multicolor y divertido de Osías... Ahora bien, si por esas casualidades nos sentamos en algún café de "telmo" y pasa Osías, ya viejo y cansado a pedirnos explicaciones, ¿cómo le decimos que las veredas de la calle Chacabuco están cada vez más rotas y sus esquinas llenas de basura? Si se enterara que el bazar donde solía comprar se fundió y en su lugar abrió un ciber… Qué ridículo se sentiría si viera que el mameluco con el que Walsh lo vistió pasó de moda y ahora los pibes usan chupines de colores (ya ni siquiera negros). ¿Podrá aceptar que el sueño utópico de los "jardines sin guardias y sin ladrones", hoy está más lejos que nunca? Y que ya ni falta hacen los guardias porque a los zombies urbanos se los trata de enfermos inimputables. Tal vez Osías, hoy, es un zombie más que mientras paseaba por San Telmo anhelando una abuela en camisón que le cuente “cuentos, historietas y novelas”, el siglo veintiuno le pasó por encima. Quién no quisiera que el Río de la Plata le regale "catorce pececitos" de colores simpáticos, como los que él soñaba, y no una bolsa de Carrefour. Pero la cosa es así. Y como dice la canción del Zombie, “el panda, nunca va a ser polar”. Y sí, Osías. El mundo ya no es más el que solía ser. Y aunque el panorama no se ve muy alentador, somos muchos más los que nos sumamos al deseo de alcanzar un "cielo bien celeste, aunque cueste". Y bien decís en tu canción: un cielo de verdad, no de postal. Para irse por el Este y el Oeste, en una cápsula espacial...
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Hablando de idiosincrasia

Un profesor que tuve me enseñó que para dar una buena perspectiva acerca de una película, debía verla más de una vez para despegarme sentimentalmente de ella. La primera vez que vi “Crash” (Vidas Cruzadas) sentí una mezcla de emociones que para describirlas tendría que utilizar, tal vez, hojas y hojas para plasmarlas. Sentí que tenía una bomba de tiempo en mis manos, que al mínimo movimiento explotaría. Era una de esas grandes películas que algo, por mínimo que sea, te enseñan, o te abren una rendija en la venda que muchas veces llevamos en los ojos. Hace poco, una cátedra que estoy cursando en la universidad, me cruzó de nuevo con este film. Y ahí las sensaciones fueron otras. Creo que me despegué sentimentalmente de “Crash” y pude ver más allá de lo que mostraba. Pensamiento lateral le dicen algunos: ver más allá de lo que realmente hay. Si bien el título que tuvo en el estreno en Argentina es bastante clarificador respecto al contenido del film, su denominación original “Crash” (colisión o choque) dice mucho más porque en esta historia urbana, los personajes se mezclan, se juntan y se conocen en la vorágine violenta de la condición humana. Vemos reflejado como la gente de Los Ángeles vive con los nervios de punta y nos damos cuenta de cuanto han influido los ataques del 11-9 en una sociedad acostumbrada a la aceptación. Todos ofenden o se sienten ofendidos. Antes de ver quién está en frente de ellos, prefieren proferir un insulto. Parece ser que el odio, el racismo, el dolor, la bronca, la paranoia y la liberación están separados por una sola línea, delgada: la de la cordura. La colisión entre nuestros protagonistas dentro de la ciudad de Los Ángeles sólo conoce del odio y la intolerancia, bañado por un tinte de desconfianza. A su vez, los problemas raciales que aparecen, o de pobreza son los pilares de esta historia. Así como en “Babel” (otro film-coral donde varias historias paralelas que en algún punto se entrecruzan) encontramos un relato basado en diferentes etnias, en “Crash” no sólo encontramos diferentes etnias, sino que también encontramos diferentes costumbres. “Vidas Cruzadas” habla concretamente y sin pudor alguno del racismo, de la discriminación y de la intolerancia de una sociedad que todavía sigue buscando su propia identificación. Vemos la idiosincrasia de los norteamericanos, la cual hay que tener en cuenta. Es un país básicamente formado con inmigrantes que no sólo llegan de América Latina sino de todo el mundo, donde el inmigrante trata de mimetizarse con el oriundo para no ser separado; acá es cuando notamos que los estadounidenses formaron un estereotipo de las personas y que identifican a los latinoamericanos, a los africanos, a los asiáticos, etc. como etnias amenazantes. Tejieron estereotipos sobre aquellos a quienes se les considera débiles. Esto, sumado a los atentados del 11-9, hicieron que la desconfianza en el pueblo americano creciera y eso se nota en el film. Un policía resentido que hace uso del poder que le da su uniforme para humillar a gente de color, sólo por ser negros. Una mujer de la alta sociedad que hace cambiar dos veces su cerradura, sólo porque el cerrajero que le cambio la cerradura era de habla hispana. Y así, a lo largo del film, vemos historias que chocan, que colisionan y sacan a la luz la violencia que el ser humano esconde. Quizás “Crash” nos sirva para ver más allá de lo que hay. Nos sirva para usar el pensamiento lateral y no vivir colisionando contra las personas que tienen alguna diferencia con nosotros. Mientras tanto yo me conformo con decir “buenas tardes” cada vez que subo a un colectivo.
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Un choque de prejuicios

Crash es una película que muestra de una manera muy cruda cómo los personajes de diferentes etnias se ven envueltos en una red de relaciones basadas en los estereotipos. El negro que se siente encasillado en la delincuencia desde la visión de la sociedad blanca. El blanco que teme por su seguridad en presencia de un negro. El latino que sufre las agresiones de quienes lo asocian a las pandillas. Los negros que no parecen querer asumir su raza para no pertenecer a grupos marginales. Todos ellos se entrecruzan en diferentes situaciones de la cotidianeidad que se vuelven complejas con el condimento de la discriminación y la intolerancia por lo diferente.

Acostumbrados a que el mundo se rige por los estereotipos que las personas creamos por consenso, no es arriesgado decir que al menos una vez por día, y tal vez sin enterarnos, somos parte del acto del prejuicio. Vamos creando una especie de “Diccionario Universal” de términos para identificar a las personas distintas a uno. En nuestro país sería algo así: Morocho: individuo potencial delincuente. Rubia: mujer con un coeficiente mental menor a la media. Extranjero de países limítrofes: persona en situación de ilegalidad que aprovecha de los recursos del territorio que lo alberga para su beneficio económico, sin cumplir con los deberes de ciudadano. Chino: su principal actividad se relaciona con la mafia de los supermercados. Conocidos por evasión de impuestos. Chocante pero tan cercano a la realidad, el filme debut del guionista Paul Haggis, refleja las miserias de una sociedad que actúa en base a imágenes mentales que crea para determinados grupos de gente con cualidades compartidas. Pero la vida en sociedad vuelve inevitable el encuentro con aquellas personas a las cuales identificamos como similares a uno. Y con los otros, con quienes creemos no compartir más que la condición de ser humano (como si eso fuese poca cosa). La sensación que uno experimenta al ver esta película es de cierta vergüenza por reconocer que no nos alejamos tanto los personajes representados. Una mujer blanca, casada con un fiscal de distrito, de una posición económica que le permite llevar una cómoda vida, es la protagonista de una de las historias que más fielmente representa de qué manera la vida se vuelve un boomerang. Sandra Bullock es quien encarna al personaje, que después de atravesar un episodio de robo por parte dos jóvenes negros, su paranoia la lleva a tomar una postura agresiva con distintos personajes: el joven latino que cambia las cerraduras de su casa por precaución, es víctima de sus comentarios injuriosos. Y la señora (también latina) que hace las veces de mucama recibe maltratos injustificados. En otra escena, la esposa del fiscal cae accidentalmente por las escaleras y queda postrada en su cama. La carrera política de su marido no le permite dedicarle la atención que ella quisiera; las que ella considera amigas tampoco la acompañan, y quien finalmente cuida de ella, es la mucama. Por lo cual, termina confiándole con un abrazo que es su única amiga. Así es como las vidas de los personajes, inicialmente enfrentados unos a otros por diferencias étnicas y raciales, se cruzan. Qué genuina se vuelve aquella frase que nos dejó El Principito: “lo esencial es invisible a los ojos”. Este tipo de obras cinematográficas son las que dejan a uno pensando en cómo actuamos y en que finalmente, somos presos de nuestras palabras cuando decimos “yo no discrimino a nadie, pero…”. La identidad de cada uno se constituye en base a la diferencia. Y si nos reconocemos porque hay otro yo, exterior, negarse a aceptar a ese ser distinto, es no aceptarnos a nosotros mismos.
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miércoles, 15 de julio de 2009

La mariposa de la globalización

“El efecto mariposa” es una película estrenada en 2004, dirigida por Eric Bress y protagonizada por Ashton Kutcher. La trama de la historia se basa en el personaje de Kutcher, llamado Evans, quien ha tenido una infancia dura y de la que conserva recuerdos traumáticos. Durante su paso por la universidad, decide volver a leer los diarios íntimos que escribía cuando era pequeño. A partir de rememorar viejos episodios, Evans tendrá la posibilidad de volver a aquel momento -siempre manteniendo sus recuerdos- y su objetivo será intentar cambiar los sucesos que fueron perjudiciales para él y sus allegados, aunque finalmente sucede que los cambios introducidos por él tienen una repercusión no esperada creando un presente alternativo muchas veces peor que el original. La película toma el nombre del “efecto mariposa”, el cual está relacionado con la llamada Teoría del Caos y sobre el cual gira toda la historia. Una explicación científica del concepto sería que, dentro de un sistema caótico, si determinadas condiciones iniciales presentan una mínima variación, puede derivar que el resultante evolucione de forma diferente. Esto significa que en un sistema complejo donde es casi imposible poder predecir el resultado final, cualquier cambio en la situación inicial generará consecuencias diversas. Partiendo de esta premisa y llevándola a la realidad, parece ser que la línea general que sigue la película no está del todo errada. Por empezar, hoy vivimos en un mundo globalizado, donde muy a menudo una situación que sucede en determinado lugar, termina repercutiendo a miles de kilómetros de allí. Sin embargo, la teoría se refiera a sistemas complejos, donde no es posible predecir el resultado final. Podríamos aventurarnos en poner como ejemplo a la economía actual. Es sabido que el mundo económico (más aun el bursátil) suele fluctuar mucho, incluso no han sido pocos los economistas que debieron darse la cabeza contra la pared tras recomendar determinadas soluciones y llevarse la sorpresa de que el mercado termina actuando de manera distinta, aun cuando había ejemplos llevados a cabo en lugares o situaciones similares que hacían prever lo contrario. Podríamos utilizar como ejemplo la crisis que hoy afecta a gran parte del mundo: ésta se da cuando en Estados Unidos las empresas comenzaron a destinar sus ganancias a la especulación, porque ya que no había demanda, no era sustentable invertir en más producción. Aquí, el hecho de apostar a un mercado tan cambiante como el bursátil, en un contexto de inflación y altos precios en materias primas, terminó por generar una crisis que rápidamente se extendió más allá de las fronteras del gigante del norte. La crisis se sintió -y siente- en todo el mundo, agravada por la calidad de país hegemónico de EEUU. Este ejemplo de efecto dominó puede trasladarse a muchos ámbitos. Por ejemplo, un país como el nuestro, productor de soja, puede generar un efecto de este estilo si decide aumentar el precio de lo que exporta. En la misma línea, si el precio de la soja baja, generará que otros países productores como Brasil deban bajar sus precios también para poder competir. En el caso del maíz, cuyo principal productor es Estados Unidos, si llegara a escasear, traería un problema a varios países cuya actividad productiva es la ganadería, ya que los productores tendrían inconvenientes para nutrir a los animales, puesto que el maíz es el principal alimento agrícola utilizado en el mundo. Pero volvamos a la película: hemos reseñado que la trama gira sobre la idea del protagonista Evans, quien quiere reescribir la historia y para ello viaja al pasado, pero eso trae efectos peores que los originales que él pretendía cambiar. Aquí es posible trazar otro paralelismo con la economía: tomemos el ejemplo de las AFJP recientemente anexadas por el estado. El gobierno anunció que todas las jubilaciones pasarían al ANSES -es decir al estado- por lo cual desaparecerían las AFJP, creadas en los años 90s durante la presidencia de Carlos Menem. La medida del gobierno supone la vuelta a un sistema anterior, sin embargo, al momento de hacerse pública la medida, decenas de economistas la criticaron. La principal pregunta es de dónde sacaría el Estado los fondos para afrontar tanta cantidad de jubilaciones, siendo que el dinero que obtuvo tras la disolución de las AFJP estaba planeado para sostener la economía actual. Aquí vemos que se quiere volver a un momento en que no había AFJPs, pero al hacerlas desaparecer las consecuencias podrían ser peores y esto es la base de la película. Ejemplos como estos sirven para ilustrar el cambiante mundo económico, donde tal y como dice la leyenda del comienzo de la película, “el aleteo de una mariposa puede provocar un tifón al otro lado del mundo”. Esta idea se desarrolla hoy en un contexto de globalización. Es justamente la calidad de globalizado del mundo lo que hace a los países sensibles a verse afectados por hechos que suceden del otro lado del globo. Las interrelaciones, el complejo pero débil entramado que une las sociedades y la dependencia entra ellas configuran un mundo frágil construido como un castillo de naipes susceptible a desplomarse.
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El show de la parodia

La televisión siempre ha sido objeto de críticas y alabanzas. Catalogada por los detractores como “caja boba”, en el nuevo milenio trae consigo una feroz competencia por el rating donde no importa más que sumar audiencia. En este contexto, no es de extrañar que los programas ofrezcan contenidos que a menudo atraviesan la línea que separa al humor de la falta de respeto. Sin caer en apreciaciones éticas, podemos reseñar varios ejemplos, entre ellos el que nos ocupa: el segmento denominado Gran Cuñado, de ShowMatch. Concebido como una parodia al popular realitie show Gran Hermano, este programa incluye cómicos personificando a políticos famosos, los cuales conviven dentro de una casa al estilo del realitie original. La situación, que pretende ser divertida o desopilante, termina por redefinir la imagen de los políticos satirizados, realzando en su mayoría defectos. Hay quienes podrán argumentar que los políticos son personalidades públicas y esta cualidad los pone a merced de quien quiera exponerlos. Sin embargo, la sátira termina siendo negativa para la mayoría de los políticos parodiados, hecho para nada despreciable teniendo en cuenta que el programa en cuestión es uno de los más vistos de la TV argentina y estamos en un clima pre-electoral. Veamos ejemplos concretos: en la casa de Gran Cuñado aparece la parodia del Jefe de Gabinete Sergio Massa. El personaje se muestra en extremo obediente al matrimonio presidencial, casi sin autonomía. En otra escena, el imitador de Cristina Fernández ostenta una una imagen que excede la sobriedad mientras hace alarde de sus bienes materiales. ¿Acaso esta representación no podría ser dañina para cualquiera de los dos? La exageración de una característica puede constituir un arma de doble filo, hay a quienes perjudicará y a quienes favorecerá, lo que sí está claro es que a ninguno le habrá sido indiferente. La burla o ridiculización van más allá de un asunto humorístico, todos conocemos el valor de un medio tan poderoso como la televisión y su poder en la sociedad. Aquí podríamos replantearnos el lugar que ocupan los medios en la sociedad, un lugar que -quiérase o no- puede influir en los comicios electorales del 28 de Junio próximo. Pero volvamos al programa en sí. Es cierto que el humor político ha estado siempre presente, de hecho el programa CQC tiene más de 10 años al aire, lo cual demuestra lo exitoso del formato. Pero aquí estamos analizando algo más que una pregunta molesta o un escrache por incumplimiento de deberes públicos. Esto no deja de ser periodismo, atrevido si se quiere, pero periodismo al fin. En cambio, el sentido de Gran Cuñado es simple y llanamente la sátira. Aquí solo hay afán de mostrar un costado gracioso, exagerar las frases célebres de los políticos, sus defectos y hasta divulgar su vida personal. En este punto podría mencionarse otro aspecto: este segmento está presente porque es rentable. Al público le agrada ver esa especie de grotesco político que plantea el programa. En cierto punto, para algunos es mas accesible la política si se la aborda desde otro ámbito: el público se divierte y los candidatos parecen más cercanos a la gente. Tanto que cuando el televidente se quiere dar cuenta, el programa ya cambió su perspectiva del político en cuestión. Tan presente está el programa que hasta Luis D’elía lo ha referenciado en su propio blog, donde agradecía a sus seguidores por votarlo en Gran Cuñado. Pero no podría dejar de mencionarse a Gran Cuñado sin comentar las peculiaridades que ¿involuntariamente? rodean al segmento. Como se mencionaba líneas arriba, las caracterizaciones de los políticos juegan un rol muy importante en el programa. Pero llama la atención que en la casa de Gran Cuñado, la parodia del vicepresidente Julio Cobos lo describe sereno, perdido y aislado del grupo; mientras que en otra escena, el imitador de Néstor Kirchner parece ser su contraparte: chistoso y con ánimos lúdico. ¿Habría que leer entrelíneas? Porque después de la pelea del matrimonio Kirchner con el vicepresidente, situaciones como éstas ponen sobre el tapete cuestiones que exceden a Gran Cuñado. Es por este motivo que es preciso detenerse a realizar una crítica objetiva de cuál es el verdadero mensaje que programas como estos nos quieren transmitir. Solo de esta manera podremos separarnos de nuestro rol de observador pasivo y poder discernir a nuestro propio juicio.
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¿De qué te reís? (Policías en acción o la ridiculización de la tragedia)

La explosión de los realities show ha sido un exitoso fenómeno de la última década. Estos programas se dedican a mostrar situaciones en apariencia reales, y los hay de todo estilo y para todos los gustos. Sin embargo, “Policías en Acción” (desde aquí, PEA) parece haber redoblado la apuesta: un formato novedoso -al menos en la televisión argentina- y un escenario tan variopinto como inquietante: la calle. En una atmósfera que por momentos parece ficción, se nos presenta una galería de personajes que conviven dentro de la fauna urbana. El barrio se presenta como lugar de acción, a menudo principal articulador de las peleas callejeras, donde se representan las figuras del “bueno” -usualmente encarado por el policía- y el “malo”, es decir los delincuentes. Sobre esta premisa básica de personajes antagónicos gira la mayor parte del programa, con el aliciente de incluir palabras que para más de un espectador podrían resultar extrañas, pero que dan su aporte para entender el “espíritu callejero” de esta producción. Sin embargo, es prudente detenerse a observar un detalle que para muchos puede pasar desapercibido: en el ambiente donde ocurren los hechos de PEA abundan la marginación y la vida precaria. Sus ciudadanos son discriminados y parecen estar sumergidos en un submundo desconocido para las clases superiores. Dentro de este espacio olvidado, el programa se encarga de poner de manifiesto situaciones dramáticas pero valiéndose de un humor bizarro que entretiene (o distrae) a los televidentes y les evita preguntarse: ¿Qué causa gracia de una realidad a la que no es ajeno ningún ciudadano? ¿Por que para reírse se utiliza un programa con referencias hacia la clase baja, mientras que los noticieros enfocan las mismas tragedias desde la óptica de otros sectores? No es casualidad que la mayor parte de la audiencia de PEA sea de clase media. Algunos podrán aventurarse en que la gente se interesa por ver la perspectiva de un grupo social que no conoce, sin embargo esto podría ser verdadero en el caso que el programa se tratara de un documental, pero no lo es, se trata de un formato que apunta al humor. Entonces, ¿Qué es lo que causa gracia en la clase media? Veamos un ejemplo: En PEA se nos presenta un robo a mano armada, con persecución y desenlace en una villa de emergencia, donde los delincuentes son arrestados tras un dramático operativo de madrugada que incluye allanamientos en casas de familia. El policía, tras arrestar al ladrón comienza a interrogarlo, y el muchacho –en evidente estado de alcoholemia- no puede hilvanar una frase concreta. El policía lo sobra mientras de fondo se escuchan efectos de sonido que le aportan la cuota humorística a una situación que en otro contexto no sería tan “light”. Sin ir más lejos, en los noticieros se suceden situaciones como éstas todos los días, aun con menos detalle ya que los periodistas suelen llegar a la escena delictiva cuando el hecho ya fue perpetrado. Aquí volvemos a lo que planteábamos líneas arriba, es decir que lleva a los seguidores de PEA a reírse de hechos que repudian cuando suceden en su entorno, y por qué se utilizan las clases bajas para este tipo de programas, mientras que los noticieros se hacen más eco de las noticias que suceden en las clases medias-altas. Es fácil acusar a la rivalidad que siempre se dijo que existe entre las clases sociales, pero en contraparte podría pensarse que los mismos hechos, aunque en contextos y clases sociales diferentes, generarían el mismo rechazo o aprobación. Entonces vuelve a surgir nuestra pregunta. Es complicado ensayar una respuesta ya que para alcanzarla es preciso realizar no solo un estudio sociológico, sino también establecer paralelismos entre el éxito de la televisión y su elemento contradictorio que plantea las mismas situaciones en dos contextos bien diferenciados. Quizás sea ella quien nos establezca los parámetros de lo que es entretenimiento y lo que es noticia, y nosotros seamos solo espectadores pasivos que nos limitamos a consumir este tipo de formatos sin cuestionarnos ciertos aspectos que a fin de cuentas no parecen importarnos.
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