jueves, 4 de agosto de 2011

La infidelidad ...¿Ceniza de un amor?

En “We don´t live here anymore”, Jonhn Curran muestra la vida de dos parejas amigas, unidas por algo más que el cariño. Con el pasar de los minutos, no todo es tan puro como parece. El adulterio y el juego de las apariencias existen. Unos ojos que no juzgan y una cabeza que entiende, en compañía de planos que hablan por sí solos y de buenas actuaciones, hacen que este film se aleje de lo cotidiano. Aunque un poco lenta al principio y con una estética que no presenta mayores sobresaltos, “We don´t live here anymore” es un film que cuánto más se aleja del común de las películas, más se acerca a la realidad. No busca establecer un juicio de valor sobre la infidelidad ni ser moralizadora, en cierta forma, de los actos de las personas. Simplemente describe, caracteriza y destapa al adulterio de manera tal, que ninguno de los involucrados resulta culpable sino más bien víctima de sus propias pulsiones. Para la conclusión de tal fin, creó a personajes como Edith (Naomi Watts) y Hank (Peter Krause) por un lado, en contraste con Terry (Laura Dern) y Jack (Mark Ruffalo) por otro. Vidas no sólo diferentes por el modo o rutina que llevan, sino por las cualidades que los hacen únicos. Hank, un hombre que parece perfecto, seductor e insensible frente al engaño de Edith, su mujer; quien por el contrario es dulce, apasionada y está dispuesta a todo con tal de seguir encontrándose con Jack, a escondidas. Ambos conforman lo que por fuera parece ser un matrimonio (casi) perfecto que, en lo más profundo, en realidad no lo es. Terry una ama de casa perezosa que gusta de tomar vino, frontal y sincera, sufrirá el despecho de ser engañada por quien considera “el amor de su vida”. Un cliché que, aunque utilizado en demasía en este tipo de películas, en esta tiene una connotación diferente. Por su parte, Jack encarna un hombre competitivo y envidioso con respecto a Hank, a quien siempre intentó superar. Aunque la pasión suele ser motor de sus acciones, la racionalidad no se aleja de su cabeza a la hora de la reflexión, se siente dolido por engañar a su mujer con Edith aunque es incapaz de pararlo y alejarse. Sin embargo, Jack y Terry tienen una conexión y una cualidad que será la que sorpresivamente de un giro inesperado en el final de la historia: no se mienten a ellos mismos sobre sus sentimientos y éstos serán lo que mueva a la historia a un final inesperado. Se reflejan cuatro personalidades que representan cuatro maneras distintas de encarar la infidelidad: un hombre totalmente desinteresado y que prefiere que su mujer vaya a buscar en otro lado lo que en su casa no encuentra; otro hombre que, conciente del mal que sabe que hace, sigue sus instintos; una mujer que sufre por el rechazo de su marido y que para despertar algo en él lo engaña y no teme en contárselo y finalmente otra mujer que, sin más remedio buscó en otro hombre lo que su cónyuge no le da. Sin embargo, “We don´t live here anymore” no pretende hacerse eco de una mirada moralista sobre las acciones de los hombres; sus personajes tampoco procuran provocar en el espectador una especie de identificación alguna, sino que su fin es mostrar una realidad que existe. A diferencia de todas los melodramas que asumen como eje el adulterio, la película de John Curran, fiel a su estética, presenta un final distinto e insospechado que se hace entender en uno de las últimas escenas: era costumbre de Jack andar en bicicleta, aunque en las escapadas para ver a Edith y en los paseos con sus hijos siempre se lo mostró de frente; en una de las últimas, el director optó por tomarlo de espaldas, como si su futuro de ahora en más fuera incierto, como si rompiera estructuras de la rutina que tan cansado lo tenían. Sufrimiento, desamor, engaño, frialdad y pasiones se harán presentes una y otra vez en toda la película. Sentimientos que pondrán a los personajes constantemente a prueba, quienes arrastrados por pulsiones y deseos no pondrán barreras a sus límites. Romperán cualquier esquema establecido y se internarán en un sinfín situaciones para poder tapar ese vacío que sienten.
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"La antena" a tierra

En tiempos donde los medios de comunicación están en la mira, la reflexión personal no debería hacerse esperar más. Llena de metáforas, expresiva, de estética visual atrapante y con un mensaje claro; Esteban Sapir propuso en su segunda película una nueva forma de analizar a los encargados de la comunicación social. “La antena” dirigida por Esteban Sapir y estrenada en el 2007, si bien está en blanco y negro, es muda y tiene una estética futurista, no deja de ser expresiva, poética y paradójicamente, ruidosa en cuanto a los choques visuales se refiere; resultó ser uno de los films más atrapantes de los últimos tiempos y permite, sin duda, realizar una autocrítica con respecto al sistema en el cual estamos inmersos. La concentración de los medios de comunicación bajo el mando de pocas voces no sólo es una de las cuestiones a atender en nuestro país, sino que es el foco principal de una película que intenta, mediante el uso de metáforas y una historia con personajes fuera de lo convencional, hacer entender de manera eficaz una temática tan importante. Para ello, los utilizó y los inventó tan excéntricos pero que representan la idea de la mejor manera. Toda la película transcurre en “La ciudad”, un lugar en donde a todos los habitantes les fue robada la voz y cuyo líder, el “Señor TV” quien tenía todo el control. Su ideal, convertirse en amo eterno estaba a punto de concretarse, sin embargo no tenía lo único que necesitaba: “La voz”, representada por una hermosa mujer que, curiosamente, fue la única que pudo conservar el don del habla. Después de una larga y colorida persecución con idas y vueltas, a un instante de que incluso, la forma de pensar, estuviera dominada por el “Señor TV”, la película da un giro inesperado en manos del hijo del personaje de “La voz”. De relato sencillo pero no simple, Esteban Sapir siguió la línea estética de su anterior película, Picado Fino, también en blanco y negro. Esta vez, la historia va mas allá del amor, dolor, futuro, familia y todo lo que eso conlleva, se centra, sin decirlo, en una de las cuestiones más importantes que tiene Argentina en cuanto a la comunicación democrática se refiere. Monopolios, la no multiplicidad de voces, holdings, mensajes con mismo contenido; consumidores sin voz, callados, sumisos y resignados, son sólo algunos rasgos que este film deja ver en medio de una historia con personajes mudos, raros y rebuscados y con la capacidad de generar dudas. Si bien “La antena” suaviza lo que realmente quiere contar el director, esto no deja de ser claro y evidente. Nos encontramos inmersos en una realidad similar a la del film: los medios de comunicación sólo responden a sus intereses, para conseguirlos transmiten una misma idea a través de todas sus versiones: gráfica, radio y televisión, determinando así grandes empresas dueñas de la voz e incluso muchas veces, no permitiendo otros puntos de vista. “La Antena” se ofrece para ser el puntapié inicial para abrir los ojos, estar atento y encontrar empatías por una forma distinta de analizar una realidad tan normal como lo son los medios de comunicación. Lo importante es comenzar a ver otras aristas del “hoy” como propone Sapir y no dejarse engañar con lo que se ve, se oye y se lee.
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Un gourmet en casa

Comida asiática, mediterránea, oriental o incluso regional pero con un toque especial, hoy son posibles de elaborar en la comodidad de la propia cocina. Ningún paladar queda afuera de los bastísimos programas de televisión donde chefs nacionales e internacionales explican el paso a paso haciendo todo más sencillo.
A la hora del almuerzo o cena, el gusto argentino siempre optó por platos abundantes, sabores definidos y con la infaltable presencia de la carne. Con el paso de los años, los tiempos fueron acotándose tanto como para sentarse a disfrutar como para cocinar; sin embargo, la televisión hoy en día ofrece un amplio abanico de posibilidades en cuanto a lo culinario se refiere.
De la mano de la televisión y los programas de cocina, diferentes chefs muestran sus habilidades y ayudan a que nuestra tarea sea más simple: de manera sencilla y fácil, se describen los “paso a paso” de platos elaborados u otros no tanto para el placer y complacencia de todos.
A pesar de las exigencias, hoy la cocina ya no es un problema debido a las múltiples ofertas televisivas. Hará cosa de dos años que “lo culinario” está en auge y constante crecimiento gracias a las distintas opciones que se brindan: cocina gourmet, secretos del mundo, cocina para amas de casa, cocina light e incluso, cocina mezclada con un poco de entretenimiento.
Para los amantes del buen comer, de sabores y gustos distinguidos; sin dudas el canal de cable Gourmet representa desde hace años uno de los canales de cabecera. Cocina mediterránea, asiática, española e incluso chefs que recorren ciudades en búsqueda de aromas, condimentos y especialidades distintas.
Uno de los programas que resultan más interesantes por el auge que representa la comida oriental en nuestro país es “Ohno en Japón”, un joven japonés que recorre ciudades que lo vieron crecer y que marcaron su historia hasta llegar a Tokio. Platos de comida asiática explicados en detalle y con ingredientes fáciles de encontrar, hacen de este programa uno de los más atrayentes para un comensal entendido en la cocina oriental o para alguien que quiera incursionar en ella.
Para los que se deleitan con platos más prácticos y rápidos de hacer, el ya conocido e instaurado “Utilísima satelital” no deja de ser opción de todos los días. Platos abundantes, sanos, “express” o postres exquisitos son la especialidad de este canal donde todo lo que se cocina tiene ese sabor a “hecho en casa”.
Silvia Barredo, Marta Carabajal, Narda Lepes, Alicia Gallach, Choly Berreteaga son sólo algunos de los nombres que se destacan. Desde hace años están en televisión para hacer llegar a todas las casas, las distintas recetas que se van ajustando a las exigencias diarias pero siempre en contacto con ricos aromas y sensaciones.
Para la comida “de todos los días” o incluso un poco más elaborada pero siempre con sabor bien autóctono, la TV Pública ofrece un nuevo ciclo llamado “Cocineros Argentinos” . Técnicas simples, recetas riquísimas, económicas y oriundas de cada una de las provincias de nuestro país son algunos de los ingredientes infaltables que tiene este programa bajo la conducción de Guillermo Calabrese. Por que si algo le faltaba al canal de aire, era un programa dedicado a la cocina que muestre y difunda las especialidades argentinas que tanto representan a nuestra cultura.
Así como estos, hay muchísimos más programas y secciones que hoy por hoy tienen lugar dentro de la televisión cuya consolidación se debe a lo mejor a las bastas opciones para salir del problema que la cocina muchas veces ocasiona, por ofrecer otro tipo de platos, por su sencillez y rapidez o por la incorporación de sabores y condimentos extranjeros; cualquiera de ellos sea el motivo, lo cierto es que es un espectro que de a poco se va poblando.
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Arte en el delta

Vanguardia, impacto, texturas y obras que dejan mensajes, son los componentes infaltables de las pinturas y esculturas que Milo Lockett y Felipe Giménez, exponen en el Museo de Tigre.
Una día cómo cualquier otro puede convertirse en algo interesante cuando el tiempo se utiliza para algo diferente. Algo similar ocurrió con los hoy artistas plásticos Milo Lockett y Felipe Giménez cuando dijeron basta a su vida para dar un giro y hacer lo que más les complacía, pintar. Sin embargo, todo ese pasado no queda en el olvido, sino que más que nunca forma parte de sus vidas e incluso, de sus obras. Y es justamente producto de los riesgos que tomaron, lo que está expuesto en el Museo de Arte de Tigre, el único lugar donde la armonía y el ruido visual, lo moderno y lo antiguo e incluso, lo estructurado y lo no tanto, son capaces de convivir de una manera tan singular como atrapante. Desde lejos, el imponente edificio se abre paso entre el río y los cafés, siendo ellos sus únicos límites. Una enorme galería queda cubierta por su terraza, que a modo de muelle pero en la altura, hace que la vista pueda ir incluso más allá del horizonte. Las columnas y los faroles redondos, tanto como el contexto mismo de la estructura, invitan a la sensibilidad o, por lo menos, a pensar de una manera que apela a los sentimientos. Apenas adentro del edificio, un pequeño cuarto que desemboca en otros más grandes, llama la atención por sus paredes de estilo afrancesado y de colores cálidos. Sin embargo, un paso más adelante, la vista se dirige rápidamente a “Tratando de no cortar el lazo” e “Ilusionados” dos de las obras de Felipe Giménez que más hacen rever la conciencia. La primera es un cuadro en donde una hilera de siete hombres vestidos con traje y con portafolios en sus manos, intentan no desprenderse de una especie de soga color rojo intenso; en el lado derecho, el lazo aparece cortado y de ella cuelga uno de ellos que intenta amarrar los dos extremos. Enseguida, debajo de el, su portafolio cae al vacío. La segunda obra es una escultura que se encuentra al pie de la pintura, un largo bote tallado en madera lleva a un grupo de personas que miran hacia arriba como si estuviesen esperando algo. Si bien miles de interpretaciones son posibles, hay un sentido que cae de maduro. Felipe Giménez muestra a través de su pintura, el comportamiento que tienen varias personas con respecto a su trabajo, a modo de que su vida, suele reducirse a ello; asimismo su círculo familiar y de amigos, queda también excluido. El contraste de esta obra está representado en la escultura, las personas en el bote simbolizan esos lazos que no se quieren cortar, que a su vez, ilusionados o esperanzados, miran a los hombres que luchan contra la absorción que les significa su ámbito laboral. Una vez recorrido el primer cuarto, de los lados izquierdo y derecho, se abren dos posibles caminos a seguir. El de la izquierda resulta más llamativo porque del espacio rectangular que ocuparía una puerta (que no la hay), se deja entrever una obra gigantesca de 300 x 600 cm hecha totalmente con botones y retazos de tela. Los colores que utilizó el chaqueño Milo Lockett, hacen que mover el ojo del paño de tela sea una cosa imposible. Sin embargo, en un suspiro, la vista se desvía y enseguida vuelve a quedar atrapada por la rareza de una escultura objeto color amarillo, cuya forma, es una mezcla entre un elefante y un perro, animales recurrentes en sus obras. A pesar del ojo obnubilado por el impacto que producen los colores tan brillantes que utiliza (el rojo, el amarillo, el verde, el naranja y rosa), otro elemento fundamental para el artista oriundo del Chaco, son las palabras que, como figura no se les puede prestar atención pero, como fondo o contexto, tienen un significado concreto. Una obra no es solamente mirar el dibujo, sino también lo que lo contiene. Amor, paz, abrazo y caricia son los conceptos que más aparecen en los cuadros de Lockett quien, similar a Giménez, intenta también dar un mensaje o por lo menos llamar, a los que están disfrutando de verlas, a la reflexión, al pensamiento y a la conmoción. Muy cerca de la salida a la terraza-muelle, se abre paso el último cuarto de la exposición. Una vez más, Felipe Giménez impresiona con la sencillez de sus dibujos que desembocan en un pensamiento profundo. Con un fondo rojo impactante y de un tamaño mediano, cautiva “No fue fácil llegar juntos”. En el dibujo aparece un pequeño modular, una puerta de fondo y una mesa pero, en el centro, una “pila” de objetos como sillas, relojes, cacerolas, mascotas, libros y dinero, entre otros, son el sostén de una pareja que se abraza en la cima. De manera muy gráfica y entendible, Giménez plasmó todo aquello por lo que una pareja tiene que pasar para estabilizarse, consolidarse y llegar al destino común que tanto planearon, en donde, las dificultades, procesos y “cosas” que soportaron son los cimientos fundamentales de la construcción que lograron juntos. Al salir del primer recorrido es casi inevitable la reflexión acerca de lo que se vio dentro. No fueron solamente colores, elementos, palabras, dibujos o líneas unidas en un cuadro o escultura bajo el sello de un edificio como lo es el Museo de Arte de Tigre, que realmente inspira, sino que se da lo que los artistas buscaron con su simpleza, desestructuración, no limitación y sin “categoría” que los englobe en un estilo, pero si la evocación a pensarse, auto criticarse, conocerse y verse reflejado a través del arte lo fuera, estaría perfectamente logrado. Ya fuera del laberinto constituído por los cuartos donde son expuestas las obras de vanguardia, una gran escalera de mármol blanco de doble circulación irrumpe el tránsito hacia la salida por dos motivos: no se asemeja a lo que se acaba de vislumbrar y por su solemne presencia. Pisarla y explorarla es ineludible y, de una manera u otra, anticipa lo que se va a ver en el primer piso del Museo de Arte de Tigre, donde la colección de obras del Municipio están expuestas para que todos la puedan disfrutar. El segundo nivel ofrece totalmente lo contrario a lo expuesto por Lockett y Giménez. Dejando lo impactante y llamativo de lado, el salón oval que antes supo ser el cuarto de baile por las épocas cuando el Tigre Club todavía funcionaba, hoy está convertido en una sala de exposición de arte argentino figurativo que abarca desde finales del siglo XIX a mediados del XX. La parte inicial del recorrido en el salón del primer piso, contiene pinturas sobre “el Tigre y el Delta”, donde pintores como León Palliere, Horacio Buttler, Carlos Barberis y acuarelistas como Jorge Larco y Agustín enguía; se encuentran inmortalizados. En un cuarto cercano, Carlos Pellegrini, Juan León Palliere, Juan Mauricio Rugendas, José Aguyari, Eduardo Sívori y Angel Della Valle tienen su lugar merecido por ser los precursores del arte argentino. Asimismo sucede con el Grupo de la Boca, es decir, los pintores que tuvieron como fuente de inspiración aquel barrio porteño pero, especialmente, el puerto. El reconocido Benito Quinquela Martín, así como, Miguel Carlos Victoria, Fortunato Lacámera, son sólo algunos de los autores de los cuadros expuestos. Ya se vio vanguardia, pinturas dedicadas al delta y otras tantas dedicadas al puerto de la Boca, pero sin embargo, no es todo. El arte figurativo cuya temática tiene que ver con la figura humana, encuentra su lugar en un cuarto cercano a la nueva salida. Pintores como Víctor Cónsulo, Antonio Átice, Antonio Berni Y Lino Spilimbergo son sólo algunos de los exponentes. El MAT (Museo de Arte de Tigre) tiene para todos los gustos, ninguno parece quedar exluído de la inmensa variedad de cosas para ver en un lugar donde los godeos personales no importan tanto como abrir la mente. Para eso, lo necesario es dejarse llevar y hundirse en la basta variedad de estilos, colores, personalidades, telas, texturas y trazos, para intentar comprender de otra manera aquello que llamamos arte.
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El fútbol para todos, un hecho cultural

El llamado "Fútbol para todos" es un programa que depende de la Jefatura de Gabinete de Ministros y se encarga de explotar los derechos de la transmisión en vivo de los torneos de Primera División de la Asociación del Fútbol Argentino, disputados desde agosto de 2009. Los diez partidos de la fecha se emiten por la TV Pública y por aquellos canales que previamente firmaron un contrato con la Jefatura de Gabinete, en el que aceptan, entre otras cosas, respetar los videos (imágenes), los audios (relatos y comentarios) y las tandas comerciales propias (publicidad oficial e Iveco).
Antes de que el fútbol volviera a ser "para todos", ese tema del fútbol cultural, que la Argentina adoptó desde fines del siglo XX, cuando Gran Bretaña trajo el deporte a estas tierras y se lo adoptó como "deporte nacional", se había perdido de algún modo. Ya que sólo tenían acceso a disfrutar del espectáculo deportivo quienes abonaban un servicio de cable, ya que eran transmitidos por la señal TyC Sports (aunque no todos), parte de los cuales, además contrataba un servicio extra (televisión codificada), o bien, quienes tenían la dicha de ir a la cancha. En definitiva, era un fútbol para pocos.
Pero la vuelta del llamado "Fútbol para todos", no sólo permitió que la población tenga mayor acceso a disfrutar de tan maravilloso espectáculo como es el fútbol, sino que además devolvió parte de la cultura argentina que tiempo atrás se había perdido. Debido a que en un país con gran variedad cultural como la Argentina, vemos como un 1.4% de la población (por lo general masculina) se "manifiesta" ya sea, practicando el deporte, o simplemente siendo simpatizante de algún equipo. El fútbol incluye ciertas costumbres: lo practican los chicos en las calles, canchas, clubes; se arman equipos para disputar torneos; se hacen reuniones para ver un partido por televisión; se va a la cancha. Tiene ciertas reglas y normas, que quienes practican este deporte deben cumplir. Los aficionados también suelen hacer rituales, que en algunos casos involucra la religión, o bien, tienen cábalas: cada individuo se prepara de manera distinta cuando va a ver por televisión o alentar a la cancha a su equipo, y más si se trata de un supercásico.
Lo cierto es que con el "Fútbol para todos", muchas familias volvieron a unirse y se sientan cada fin de semana frente al televisor para disfrutar de un partido de fútbol, o por qué no de una fecha completa si se es un aficionado de este deporte, y no tienen que esperar hasta el domingo a la noche para ver "Fútbol de primera", donde se mostraban todos los goles (que en ese momento si no se veían en el partido, no había repeticiones), las jugadas polémicas, un partido no transmitido, etc.
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Cicatrices

Ficha técnica:
Título Original: Cicatrices
Título en Español: Cicatrices
Dirección y argumento: Francisco “Paco” del Toro
Guión: Francisco “Paco” del Toro y Verónica Maldonado
Protagonistas: Rodrigo Abed, Nora Salinas, Susana González, Marta Aura
Reparto: José Roberto Hill, Joana Brito, Leonor Bonilla, Evangelina Sosa, Fernando Vesga, Bryan Rangel
Año de Producción: 2005
Formato: 35mm
Estreno Mundial: 9/15/2005
Casa Productora: Armagedón
País Productor: México
Género: Drama
Sitio Oficial: http://www.armageddon.com.mx/cicatrices/
La violencia familiar es un problema social, que afecta a un gran porcentaje de familias cualquiera sea su comunidad, su nivel socio-económico y su cultura, etc.
En el film mexicano “Cicatrices” (2005), dirigido por Francisco “Paco” de Toro, vemos un ambiente colmado de violencia intrafamiliar, debido a una constante lucha entre un matrimonio, donde el que sale perjudicado es un pequeño niño que no logra soportar las heridas del corazón. A su vez, la mujer soporta los golpes físicos y psicológicos, causándole cicatrices que ni los años pueden sanar.
Julián y Clara son un matrimonio monótono y desamorado, de clase media que viven en una pelea diaria por demostrar quién tiene la última palabra en el hogar. Todo comienza con gritos, después insultos hasta llegar a las agresiones físicas. Distintas situaciones llevan a la pareja a ponerle un punto final a la relación, en la cual, el que se lleva la peor parte es el pequeño hijo. Esto da como mensaje que las heridas del corazón tardan más en sanar que la de los golpes físicos.
El director, tiene un compromiso y busca reflejar las problemáticas que afectan a la sociedad, no sólo en este film, sino en los otros seis que completan la saga que mezcla problemáticas sociales cotidianas, con el cristianismo.
El tema principal del film, es la violencia doméstica, la cual tiene una raíz cultural, ya que durante años, nuestra sociedad ha sido machista: el hombre se creyó con todo el derecho a controlar. En este caso, el matrimonio es una lucha constante por ver quien tiene el dominio de la casa.
La cultura es la herencia social, es la manera que los seres humanos solucionan problemas de adaptación al ambiente o a la vida en común.
En la cultura actual, también se lo puede reflejar, ya que en este tiempo, el hombre opta por el uso de la fuerza física para resolver problemas, manteniendo así, el control y el poder sobre la mujer.
A este tipo de problema se lo puede definir como cultura de violencia, la cual tiene como finalidad, resolver cualquier tipo de conflicto cotidiano, mediante la violencia y tomarlo como algo natural y como único medio para resolver estos problemas.
Hay varios motivos por lo que se puede decir que vivimos en una cultura de violencia, y el film resalta alguno de ellos: el maltrato (por parte de Julián a Clara), la intolerancia del protagonista, la falta de diálogo en la pareja, solucionar o finalizar las peleas con violencia.
Sobre el final del film, Clara (la protagonista), confirma que como todo problema cultural, es posible cambiar la violencia intrafamiliar.
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RUINAS DE SAN IGNACIO MINÍ

En pleno centro de la localidad de San Ignacio, a 60 kilómetros de Posadas, se puede apreciar un contraste entre la tierra colorada y el verde intenso de la tupida vegetación de selva misionera, que rodea el relieve de las Ruinas de la Reducción de San Ignacio Miní. Se trata de los restos de una civilización jesuítica, fundada por el padre Roque González de Santa Cruz, con el fin de evangelizar a los nativos guaraníes, allá por el año 1610.

San Ignacio Miní fue una de las 13 reducciones fundadas por los jesuitas españoles desde 1554.

Poco más de dos décadas después de la fundación, en 1631 para ser precisos, la mayor parte de las reducciones fueron bloqueadas y destruidas por los llamados “bandeirantes” paulistas (hombres que invadían territorios partiendo de San Paulo). Las únicas en resistir fueron las de San Ignacio y Nuestra Señora de Loreto. Aunque un año más tarde se trasladaron hacia la región de Paranaimá. Ese no sería su destino final, ya que en 1696 sufrieron nuevamente la represión de los “bandeirantes” y se instalaron cerca de la unión de los ríos Rayas y Paraná, límite de las Altas Misiones y las Bajas Misiones, donde hoy se pueden visitar. De ahí surge el nombre San Ignacio Miní, que significa “la menor” en guaraní.
En el siglo XVIII, la misión contaba con más de tres mil habitantes, además de una rica actividad artesanal y cultural, favorecida por su estratégica ubicación sobre el río Paraná. Pero en 1768, fue abandonada por completo y, finalmente, fue destruida por los paraguayos en 1817 para transformarse en lo que hoy se conoce como Ruinas de San Ignacio.
Las Reducciones Jesuiticas de San Ignacio, son una clara huella de la hazaña de los padres jesuitas, de evangelizar y educar el territorio que hoy se conoce como Misiones.
Las ruinas se terminaron de restaurar en forma total en 1940, lo que permite poder apreciarlas en la actualidad, siendo así un centro de peregrinación constante y un destacable atractivo turístico de la provincia de Misiones.
Dentro del territorio argentino, San Ignacio Miní, es la mejor conservada. Caminando entre las ruinas, una música barroca acompaña a los visitantes y los sumerge en un viaje en el tiempo, en el cual se puede imaginar cómo habrá sido la vida en las casitas de los indígenas y las viviendas de los jesuitas. Al recorrer, se puede apreciar una plaza central, rodeada de la Iglesia, la Casa de los Padres, el cementerio, las viviendas y el Cabildo. Además, se pueden observar algunas artesanías auténticas y recorrer establecimientos yerbateros y demás cultivos. Para que la visita sea entretenida e informativa, dentro de la construcción se encuentra un centro de interpretación que provee información sobre la historia y cultura de las misiones.

Las Ruinas Jesuíticas de la Misión de San Ignacio Miní, junto con las de Nuestra Señora de Loreto, Santa Ana y Santa María la Mayor (actualmente en Argentina) y São Miguel (Brasil) fueron declaradas Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 1984.

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