martes, 30 de junio de 2009

NO MUSIC, NO LIFE...NO RELIGION

Hoy es innegable la concepción de un mundo globalizado que demanda la reformulación de ciertos valores, lo cual coincide con una crisis de las religiones tradicionales (o la produce). Nuevas búsquedas de espiritualidad reemplazan a las religiones como controladoras sociales y muchas personas optan por lograr su conexión con el universo a través de prácticas religiosas alternativas.
Cuando ingresé al predio el cambio de aire me tumbó. No había un único olor, había cientos de ellos y todos parecían mutar al instante. Observaba todas las caras alrededor pero en ningún momento percibí que alguien hiciese lo mismo y tomara registro de mí. Eso, sin duda, fue una sensación liberadora: era invisible. Los tambores sonaron y los cuerpos comenzaron a moverse. No era un ritual umbanda, tampoco una ceremonia de iniciación en alguna tribu aborigen, ni siquiera había un dios al cual honrar. Bajo el ritmo hipnótico de los tambores, La Bomba de Tiempo, un grupo de percusión compuesto por diecisiete músicos que bajo las órdenes del director- cacique de una tribu new age (caracterizada así, no por los sonidos suaves sino por la mística que abraza), llevan a cientos de personas a un éxtasis cuasi religioso. Gritan, saltan, rebotan. Algunos hasta parecen entrar en trance. Inmediatamente entendí de qué se trataba. En todo momento estaba presente la sensación de que algo iba a estallar. Sin duda, eso era una “bomba de tiempo”. En otro momento de la historia, seguramente las iglesias, las capillas, las mezquitas, sinagogas, o los centros de meditación eran el lugar de encuentro de los fieles. Hoy, parece oportuno un evento musical en donde las personas se reúnen para compartir un espacio de elevación espiritual. Con la diferencia de que la aceptación por el otro como ser diferente, es casi un mandamiento de este nuevo culto. Cualquiera diría que estaba presenciando el ritual de una cultura totalmente ajena a la urbanidad en la que estaba situada. Pero después de un rato desapareció la sensación de lo desconocido. Eran señales que hablaban de una coincidencia entre elementos: cientos de personas de diferentes edades, estilos, y hasta distintas nacionalidades, reunidos en un evento musical. Y aunque de manera más rústica se generaban similares impulsos frenéticos, aquella no era una fiesta de música electrónica, de esas que "te contó un amigo". En eventos donde es la música quien convoca, ¿a qué dioses se honra?, ¿quién nace o quién muere?, ¿qué catástrofe natural se sufre? Nada, y al mismo tiempo todo eso sucede. Todos los asistentes se sumergen en igual sintonía. Existe un código implícito en el que celebrar significa compartir la sensación gratificante de libertad, la desinhibición absoluta, la tolerancia y el desprejuicio por el otro. Una ceremonia en la que sólo el ritmo musical impone las reglas. El deterioro de las instituciones religiosas se hace evidente, por ejemplo, en la iglesia católica, que perdió prestigio y credibilidad en todo el mundo. Tal vez porque ya no sabe cómo contener a sus fieles ante las problemáticas actuales (cada vez más alejadas a las que sufrían 200 años atrás). Cual fuere el motivo, las religiones han perdido gran cantidad de devotos. Sin embargo, es discutible si la fe comparte igual pérdida. Es decir, si se ve afectada o no por la agonía institucional de las religiones. Seguramente estemos viviendo un tiempo de reformulación religiosa. Y tal vez suene alocada la idea de pensar que una conexión distinta entre la música y las religiones pueda sentar las bases de un movimiento emergente. Un movimiento que sólo venere a la música y haga de ella un nuevo culto. Se está dando una búsqueda de espacios alternativos en donde canalizar angustias. Posiblemente esta cuestión no guarde relación con la necesidad de depositar la fe en dios (el que fuese según la religión). Pero sí con hallar un lugar de contención, antes provisto por la iglesia. Por ejemplo, el surgimiento de nuevas terapias como el yoga, la magnetoterapia, la reflexología, o la musicoterapia, son otras variantes que posibilitan la descarga de sentimientos angustiantes. Pero dejando de lado dichas técnicas terapéuticas, es muy común ver que cada vez más personas eligen realizar actividades relacionadas con lo musical y las danzas. En los últimos años creció notablemente el número de lugares en donde se brindan clases de salsa, axé, capoeira, danza árabe, o tango, entre otras. Entonces, es cierto que la música acompañada por la danza, permite cierta descarga emocional necesaria y tal vez efectiva para muchos. ¿Podemos decir que las religiones están frente a un nuevo desafío? ¿deben continuar con su misión de evangelizar y captar seguidores? Tal vez. Pero ahora, al asunto de ver cual de ellas triunfa en la conquista, deberán ingeniárselas para recuperar su poder institucional. O finalmente, elegir el camino de la resignación y aceptar la idea de cambiar el domingo de misa por las clases de danza o los recitales de los sábados.
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domingo, 21 de junio de 2009

Sube y baja,¿es nuestra la web?

En algunos blogs personales ya se daba información precisa del nuevo disco de U2. Un asunto llamativo era el análisis detallado de cada una de las canciones, debido a que aún faltaban veinte días para la salida oficial del álbum. Por esta razón, se intuía que el trabajo ya circulaba en la web. Este no era un supuesto erróneo, la confirmación llegó al escribir el nombre del disco en una página de descargas, ya que en cuestión de segundos aparecieron decenas de direcciones de páginas afirmando que con un solo “click” se podía dar rienda suelta a la descarga. Cinco minutos después ya estábamos escuchando “Magnificent”, la novedad musical de la banda liderada por Bono. Las dudas estaban disipadas, por lo menos en cuanto a la facilidad con la que se accede gratuitamente a un disco que en las disquerías se ofrecerá (¡cuando salga a la venta!) a más de $60. Sin embargo, los interrogantes florecen a la hora de analizar el instante en el que un usuario de Internet decide adquirir el álbum de manera ilegal. ¡Un momento! ¿Ese individuo sabe que está cometiendo un delito? ¿Tiene noción del perjuicio que les ocasiona a los músicos consagrados? Tal vez si sea conciente de aquello, pero igualmente decida imponer sus propias reglas sobre lo que se debe hacer y lo que no. Al parecer se está gestando una nueva reglamentación sobre los contenidos que circulan en la “red mundial”, con el agregado de que quienes deciden son los usuarios. Además, cada una de las personas que navegan en Internet, tiene una noción distinta sobre lo que puede resultar perjudicial para un tercero. Esta nueva concepción que existe sobre la propiedad ajena, se ha ido formando a medida que la web comenzó a ser de fácil acceso para gran parte de la población. Esto, sumado a la virtuosidad con la que se accede a los contenidos o a las relaciones impersonales entre personas, permite que todo sea concebido en otra dimensión. En la cuál, los valores aún no son aplicables; ya sea por el anonimato con el que se “navega”, que muchas veces muestra la cara oculta de una sociedad individualista que expresa sus desacuerdos al sentirse impune; o tal vez, porque todo sea una decisión que está implícita en el imaginario colectivo de los cibernautas, derivada de un sentimiento de libertad propio de las bondades que brindó Internet desde su creación. Esta cuestión, se ve reflejada en la función que tienen las personas en este medio, el cual permitió que el usuario deje el rol pasivo y pase a ser un productor de contenidos acordes a sus gustos, o a lo que él cree interesante para la sociedad. La libertad en cuanto a la publicación de contenidos y a la diversidad de los mismos, nunca había estado tan al alcance de “personas comunes”, quienes ven en esto la posibilidad de elegir sin intermediarios. Por lo cuál, es factible suponer que la nueva generación vea una especie de revancha contra el monopolio imperante durante décadas, la cuál expresan a través de decisiones acordes a su parecer. Por otra parte, sabemos que Internet es un medio joven, que se globalizó a partir de la mitad de la década del noventa y sobre el cual aún se siguen descubriendo constantemente nuevos atributos. Pero lo que es claro, ¡es el cambio en la forma de envío del mensaje! En la web, todos somos emisores y receptores a la vez, gran diferencia con medios masivos como la televisión o la radio. Debido a que estos llegan de manera unidireccional, es decir, que el televidente o el oyente eligen dentro de una oferta cuantificable, que tiene el agregado de no brindarle a las personas la posibilidad de respuesta o de incidir en el contenido de los mismos. Por lo cual, ver una venganza representada en el uso de la “red global” no resulta ilógico. Es más, éste es un lugar que carece de dueños, y quien lo desee es parte, más allá de los vanos intentos por reglamentar o poner precio a su uso. Cuestión ante la que los cibernautas toman un camino “esquivo”, ya sea buscando otro programa que permita seguir bajando canciones; viendo películas fragmentadas en “youtube”; o eligiendo usar un sistema aún no descubierto por los moderadores de los grandes monopolios. Lo que está claro, es que quien abona por las herramientas que brinda Internet, lo hace por decisión propia y no por obligación. Esto se debe a que el miedo a la actual legislación aún no impera sobre “la masa”. Ser anónimo o creer serlo agiganta la ilegalidad, es una posición desde la cuál, siempre optaremos por aquello que resulte beneficioso para nuestra economía, y/o basaremos la decisión en la calidad de lo consumido. Por lo tanto, lo innegable es que los tiempos cambiaron al igual que se modificaron los contenidos y los protagonistas. Todo en una pantalla, total acceso con un solo “click”; por lo menos, eso es lo que nos enseñó la televisión….
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viernes, 19 de junio de 2009

CRASH PARA NO CHOCARNOS

Por. Ignacio González Prieto. El término “Crash” significa en inglés colisión, golpe, choque. Y una vez que hemos disfrutado del film, comprenderemos que el título es totalmente adecuado y aporta un profundo significado: las personas necesitamos el cariño y la comprensión de los demás, y si eso nos falta reaccionamos violentamente. Como explica el inspector de policía, Graham (Don Cheadle) al inicio de la película: “El sentido del tacto…En cualquier ciudad, vas caminado, ¿sabes?, te rozas con la gente que pasa a tu lado, y la gente se toca contigo. En Los Ángeles nadie te toca. Estamos siempre detrás del metal y el cristal. Y tanto echamos de menos ese tacto que chocamos los unos con los otros. Solamente entonces podemos sentir algo”. ¡Qué difícil es juzgar o definir a las personas! Por sus caras, sus actitudes, sus costumbres, su formación, sus ideales y hasta por su aspecto. Y sin embargo, día a día, nos parece que no podemos escaparnos de emitir juicios críticos acerca de tal o cual actitud de nuestros semejantes. Y como somos egoístas, desconfiados, frívolos, cínicos y quizás solitarios, a menudo nuestras conclusiones resultan parciales y estrechas, cuando no claramente marcadas por nuestros gustos y prejuicios. ¿Acaso no hemos entendido que el mundo ya es multicultural? Los problemas de identidad, plantean una profunda crisis de convivencia, que nos obliga a enterarnos, que frente a nosotros hay “un otro”; diferente, complejo, familiar, con sus problemas, con sus experiencias, con sus razones y además, forma parte de una etnia con la que tenemos que compartir el tiempo, el espacio y la historia. Cualquier ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, de lo bueno y de lo malo, de la virtud y del pecado, sin importar su condición, su étnia o su religión, es la gran verdad que trasmite esta maravillosa y multipremiada película, que respira autenticidad por los cuatro costados. Un cuerpo social está seriamente herido. Y no se trata de daños colaterales, sino profundos: un cerrajero latino cambia una cerradura en la casa del fiscal general del distrito, su aburguesada esposa a los gritos dice: “su cabeza rapada, sus tatuajes de prisión, sus pantalones bajos, me dicen que es un delincuente. Cambiemos las cerraduras mañana otra vez, porque va a vender las copias de las llaves”. Su creador, Paul Higgis, se dio a conocer al gran público con el guión de la también fantástica Million Dollar Baby, película durísima dirigida por Clint Eastwood. Ahora, además de escribir el guión de Crash, con la colaboración de Robert Moresco, también ha optado por ponerse detrás de las cámaras y hacer labores de producción, y se nota. La decisión fue correcta, ganó 3 Oscar de la Academia de Hollywood. El hallazgo del cadáver de un muchacho durante una noche fría en una colina de Los Ángeles, sirve para arrancar el argumento que se retrotrae a treinta y seis horas anteriores al fatal desenlace. Durante ese tiempo, la crisis de identidad de los protagonistas marcan la variada tipología de personas de una gran ciudad y por ende del mundo entero. Ahí, aparecen los problemas de “la nación donde todos los sueños se hacen realidad”. Una sociedad claramente dividida por el seguro social de la salud, las leyes de tránsito, la venta de armas, las minorías castigadas, los empleos que sólo ocupan los inmigrantes, las drogas, las decisiones políticas, el abuso de autoridad, la diversidad cultural no aceptada, los miedos…. En medio de las diferencias, algunos “códigos” se mantienen y se sumergen en la fibra más íntima del hombre. Los negros no roban a los negros y a los ancianos, un joven y vocacional policía abandona a su compañero por abusar de su autoridad, una médica inmigrante turca le compra a su padre-un comerciante acorralado por la inseguridad- balas de salva para que no cometa un crimen, un cerrajero mexicano que sufre la discriminación cría a su pequeña hija con otros ideales, un zagás detective que respira injusticias intenta reconfortar a su madre vieja y enferma, de las ausencias de su hermano delincuente y perdido en la delincuencia, un policía recio se conmueve ante su padre que sufre una grave enfermedad urinaria y es abandonado por el sistema de salud. Pero, todos caen, todos pecan; todos son humanos. Atacan y dañan a esa sociedad que los contiene. El furioso comerciante turco, luego del robo y destrucción de su negocio, la no cobertura del seguro, empuña su arma contra un indefenso cerrajero mexicano, que al igual que él se siente desprotegido. El director de televisión, se humilla ante un policía que manosea a su mujer para conservar su lugar en la escala social. El honesto y joven policía asesina a un ladrón que intentaba sacar de su bolsillo un amuleto de la suerte, porque ve que sus zapatillas y campera están rotas. Entonces, estos personajes, ¿nos resultan tan ajenos? ¿O somos nosotros mismos que nos vemos reflejados en un espejo que nos agrada y es fiel? ¿Es tan distinta la sociedad de EEUU a la nuestra? “Turco”, “bolita”, “paragua”, “sorru”, “negro de mierda”, “piquetero”, “cabeza”, “cumbiero”, “paquito”, forman parte de nuestras definiciones, de nuestra falta de tolerancia, de nuestra sociedad, en definitiva, que se construye y no se impone. Por eso, estos arquetipos humanos de diversas culturas y modos de ser, nos sirven, para cambiar, para ser mejores personas, más abiertas y más democráticas. Y vuelvo a esa imagen, que lo resume todo, Jean (Sandra Bullock), esposa del fiscal de distrito; lo tiene todo. Dinero, salud, seguridad. Un robo en la calle la desestabiliza. Ahora le falta todo. Un marido, una vieja amiga que se hace masajes mientras ella se cae y pide ayuda desde el descanso de una escalera. Está sola. No. María, una latina y su empleada doméstica, le alcanza un té. Jean la abraza y dice ¡María sos mí mejor amiga!
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EL CRASH DE UN MUNDO MULTICULTURAL

Por. Ignacio González Prieto. Colisionan en Crash varias historias que transcurren en la sofisticada, deshumanizada y multicultural ciudad de Los Angeles: un policía blanco racista que suele sobrepasarse (Matt Dillon), dos inspectores, él negro (Don Cheadle) y ella hispana (Jennifer Espósito), dos ladrones de coches- negros, uno de ellos hermano menor del inspector- (Chris “Ludacris” Bridges y Larenz Tate), el fiscal general de la ciudad – blanco (Brendan Fraser)- y su aburguesada e histérica mujer (Sandra Bullock), un cerrajero mexicano y su hija –que tiene miedo de las balas-, una familia iraní dueña de una tienda, un asiático que se dedica a traficar con inmigrates ilegales y, finalmente, un director de televisión negro (Terence Howard) y su bella mujer (Thandie Newton) en un todoterreno equivocado... Crash se desarrolla en una ciudad enajenada, donde los conflictos raciales están a flor de piel y brotan como una reacción alérgica violenta. De hecho, parece que la violencia es el único diálogo humano posible, el único contacto viable. Crash incomoda porque hace un serio replanteo de la convivencia y de los problemas de identidad, en una sociedad donde las etnias abren el debate sobre “el otro”, un ser complejo y bien distinto a nosotros que comparte nuestras vidas. Es así que, un personaje tan repugnante como el interpretado por Dillon es, sin embargo, capaz de buenas acciones como salvar a una mujer, a la que “toqueteo en un control de rutina”, de un grave accidente de tránsito donde queda atrapada y su auto se incendia, y su preocupación por la enfermedad de su padre lo transforman en un ser humano sensible.
En esta película nadie es lo que parece. Todos los personajes están sujetos a sus condiciones particulares y se ven afectados por los estereotipos que la sociedad ha creado para cada uno de ellos, en sus juicios, sus actos, sus vidas y sus creencias. Así, una inmigrante china se burla del acento de una enfermera latina, o a un comerciante turco lo llaman “Osama”, a los explotados inmigrantes tailandeses y camboyanos los llaman chinos, y una enojada oficial de policía, discute con su pareja en la cama aclarándole que sus padres son salvadoreños y puertorriqueños y no mexicanos.
Al Director canadiense Paul Haggis no se le podía pedir más en éste, su primer largometraje, realizado con un presupuesto mínimo teniendo en cuenta las cifras que se suelen manejarse en Hollywood. Esta película que está construida muy en la línea de Destinos cruzados del gran Altman, ganó 3 Oscar -en la edición 78 en la noche del 7 de marzo de 2006- a la mejor película, mejor guión original y mejor montaje, a pesar, que llevaba todas las de perder frente a la archifavorita Brokeback Mountain.
No hay en Crash verdades absolutas. No se salva nadie: las reacciones racistas, violentas, de rabia lo tiñen todo. Ni argumentos ni inteligencia sirven contra la explosión de los prejuicios en ciertas situaciones. La impunidad de los abusos policiales y sus entretelones habituales, lo políticamente correcto, la impotencia, pero incluso la decrepitud de la vejez, la soledad y la insatisfacción personal colisionan desarticulando una sociedad perdida, aterrorizada por el miedo, egoísta y despiadada. Ferozmente inhumana. “¡Despierto enfadada todos los días y ni siquiera sé por qué!” - le dice la mujer del fiscal general a una amiga por teléfono. Acaba de sufrir un atraco a punta de pistola y está furiosa, obsesionada con la seguridad y el color de la piel, pero su comentario va mucho más allá: su racismo indiscriminado disfraza su insatisfacción personal, como el de tantos otros personajes de esta colisión, una ruta alternativa que les permita descargar la presión y las insatisfacciones.
Llena de laberintos, esta película merece más de una mirada. Nos presenta un futuro cruel. Una sociedad individualista, fría, calculadora, incapaz de salvar las diferencias y dispuesta a profundizar viejos conflictos, aún no resueltos. Una sociedad, que ya estamos experimentando.
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DIBUJO Y PINTURA: ¿UNA SOCIEDAD PERFECTA?

Por. Ignacio González Prieto. El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires exhibe la obra “Pintura Corriente” del Español, Enrique Larroy. La muestra permite contemplar el trabajo creativo más reciente de un pintor que cuenta ya con una trayectoria consolidada en el panorama artístico Iberoamericano. Son 20 obras realizadas en los últimos años, en las que se confirman la riqueza y sutileza plástica que ha alcanzado en el uso complejo y original del color, la forma, la geometría, el azar, el tiempo y el espacio como base de su trabajo. Al apreciar la obra, se puede percibir que su propósito es abordar la pintura en su poética misma. Se trata de posar la mirada en la superficie del cuadro para así aproximarnos al acto de pintar, dirigiendo la atención de quien la contempla hacia ámbitos insospechados, eliminando certezas y proponiendo desvíos impredecibles en las huellas que ha dejado en cada uno de sus cuadros. El propio, Larroy señala: “que ese mundo extraño, entre lo figurativo y lo abstracto, que caracteriza su pintura es fruto de su interés por “crear sensaciones de inestabilidad que lleven al observador a una reflexión estética.A mí lo que me interesa es crear la sensación del mago, del ilusionista, aquello de la paloma que sale de la chistera”.
Por eso, es difícil equivocarse, si se plantea que sus pinturas pretenden forzar esa reflexión estética desde el asombro y la perplejidad. Buscan y logran que “la gente” se quede un poco ensimismada y se pregunte que está ocurriendo allí frente a sus ojos. La exposición reúne obras de gran formato fechadas en 2008 y 2009, realizadas en su mayoría mediante la técnica de óleo y acrílico sobre tela. Donde, como señala Chus Tudelilla, comisaria del Museo Teruel de Zaragoza -encargada de las exposiciones del artista en el exterior- “desde sus inicios, la pintura de Larroy responde a un complejo mecanismo, en el que son fundamentales las relaciones espacio-temporales, la práctica de las más diversas y dispares estrategias pictóricas y el protagonismo del color, las formas y las superficies”. “Elementos determinantes para conocer la cartografía de su obra que muestra juegos ópticos”.
Su trabajo tiene una notable influencia del Pop Art, ya que no pone tanto énfasis en el l arte en sí, sino a las actitudes que lo conducen. La sensación de movimiento, la mezcla de colores primarios, las formas, los trazos, la geometría, la combinación de estilos, me hace pensar que usa temas y técnicas basadas en dibujos provenientes de la cultura popular, cómo podrían ser anuncios publicitarios, graffitis callejeros o collages de exposiciones posmodernas.
También, aparecen fuertes influencias del holandés, Piet Mondrian, ya que hace una fuerte abstracción geométrica, donde busca encontrar la estructura básica del universo, la supuesta “retícula cósmica” que intenta representar con el color blanco atravesado por una trama de líneas de color negro y, en tal trama, planos geométricos (frecuentemente rectangulares) de los colores primarios, considerados por Mondrian como los colores elementales del universo. De este modo, confirma las ideas de Mondrian, que “repudia las características sensoriales de la textura y la superficie, eliminando las curvas, y expresando que el arte no debe ser figurativo, no debe implicarse en la reproducción de objetos aparentemente reales, sino que el arte debe ser una especie de indagación de lo absoluto”.
Es evidente, que a Larroy, le gusta la geometría pura y dura. Por eso sus creaciones están elaboradas a partir de elementos muy sencillos, el cuadrado, el círculo, los cubos, las formas planas, buscando sensaciones “falsas” de profundidad, de movimiento, de enfoque y de tensiones cromáticas. Crea ambigüedades, las figuras parecen una cosa y al volver a analizarlas parecen otras. Las formas de sus pinturas se van reduciendo a líneas rectas horizontales y verticales, negras, blancas y grises, junto con los tres colores primarios, además de figuras grandes y pequeñas, ángulos rectos y grandes planos, típicos de las obras Neoplasticistas.
Luego de repasar distintos estilos, veo también que es un seguidor del ruso, Vassily Kandinsky, porque trabaja colores más vividos en ritmo, menos estructurados al yuxtaponer áreas de colores brillantes y cálidos. Confirmando, las ideas de Kandinsky que “el arte nuevo debe basarse en un lenguaje de color, que debe tener como pautas las propiedades emocionales de cada tono y de cada color, a diferencia de teorías sobre el color más antiguas”.
Por eso, al recorrer la galería, observo que en sus últimas pinturas hay una mayor riqueza y sutileza plástica. Sus imágenes crean volúmenes, intentan conjugar la abstracción con alusiones a realidades externas. A ello contribuyen las formas asépticas y los colores matizados. Se evidencia siempre una técnica precisa y unos elementos bien manejados y estructurados.
Enrique Larroy Nació en Zaragoza en 1954. Inició su carrera profesional en 1973. Es un pintor considerado artísticamente autodidacta y dentro de su generación-la de los ´80- supo mantener la individualidad de su pintura en una continua evolución. Constante defensor de Zaragoza como centro artístico. Durante los años 92-94 vivió en Madrid como becario de la Diputación de Zaragoza, en la institución francesa Casa de Velázquez y en Roma durante el 94-95, en la Academia de Bellas Artes. Es allí donde se produce un cambio importante en su obra. Su consolidada trayectoria goza de un amplio reconocimiento a nivel nacional, en 1989 es galardonado con el Premio Isabel de Portugal y en 1999 es ganador de la XV edición del Premio de Pintura L'Oréal prestigioso certamen dentro del panorama nacional. Su obra esta presente, entre otras, en las siguientes colecciones: Fundación Argentaria, Diputación General de Aragón, Diputación de Zaragoza, Fundación Coca-Cola, Ministerio de Asuntos Exteriores, Cortes de Aragón, Casa de Velázquez, Ayuntamiento de Zaragoza, Academia de España en Roma, Colección L'Oréal...
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Lucía D’Agostino y “Con-Tango-Historias II” en la Biblioteca Nacional (septiembre 2009)

“Te imaginás una gota de vinagre derramada sobre una herida? ¿Cómo puede haber un amor que duela tanto? ¿Cómo se dice eso?”.

Con estas palabras, Lucía D’Agostino, la única alumna de Roberto Goyeneche, recibía de su maestro la mejor lección, el legado más preciado: entender que al tango se lo canta con el corazón…

Y mientras canturreaba los versos de Fuimos, el tango de Homero Manzi, el Polaco explicaba: “Yo creo que las grandes voces no son las que suenan más fuerte, sino las que tocan las membranas auditivas y del corazón”.

Es que si algo destaca a la cantante de voz grave y femenina a la vez (tiene un registro de contralto) es su interpretación. Cada tema, cada estrofa, tiene una carga dramática, una teatralidad, que embarga al auditorio, creando un clima emotivo muy especial.

Hija de padres cantores y psicóloga de profesión, Lucía D’Agostino se inició en los ritmos latinoamericanos y populares, hasta que tuvo la certeza de que el tango era lo que más la gratificaba, y decidida, quiso aprender de los mejores.

“Llegar al Polaco fue una búsqueda, no casualidad” suelta ahora, recordando ese momento. “Había quedado impresionada con un homenaje que Goyeneche le hizo a Homero Expósito. Me fijé dónde tocaba y lo fui a ver para pedirle que sea mi maestro, una noche, en el café Homero de Palermo Viejo. Fui con mucho miedo. Pensé que no me iba a dar bolilla. Pero –cuenta todavía asombrada- el sacó una tarjeta y me dijo: ‘Con mucho gusto. Doy clases de dicción e interpretación’”.

Algunos años después supo la verdad: Goyeneche no daba clases ni le interesaban, pero ella había sido tan respetuosa, tan humilde, que el Polaco se apiadó.

“El no solo no daba clases sino que consideraba que cantante se nace. Es algo natural. Nada de estudiar técnica” asegura, y una entrevista dada por el maestro hace muchos años parece darle la razón: “Los tangos se maman. En la casa, en la calle, en la esquina, en el café. Después aprendí escuchando. El que cree que ya sabe todo está listo. Yo escucho, leo, estudio y después, recién después, elijo los temas que voy a cantar”.

El poeta Horacio Salas dijo que con las letras de Pascual Contursi “comienza el tango que cuenta historias”. Pero es con Roberto Goyeneche que el cantor también lo hace. Así entonces, Lucía aprendió de él a cantar contando, pero con un estilo propio. A transmitir y difundir la emoción del tango: cada tema la acerca al público, y ella hace gala de cierto histrionismo que permite comprender porqué ese tango y no otro. A veces, incluso, hay una pequeña teatralización.

Acompañada por Ivana Vazquez Pirillo y Juan Stang como pareja de bailarines, y el Ariel Pirotti Trío (piano-bandoneón-contrabajo), las presentaciones de D’Agostino tienen mucha producción para la puesta en escena. Nada parece librado al azar y durante casi dos horas se alternan el canto y el baile del 2x4.

Con un repertorio que incluye tango-canción o tango-argumental con otros más reos, Lucía trabaja con imágenes, con sentimientos y fundamentalmente con el cuerpo, para transmitir la pasión y el corazón. Como ese grito final, con la frente hacia el cielo y el puño en alto, con que cierra Balada para un loco de Astor Piazzola.

Enrique Santos Discépolo dijo alguna vez: “No he vivido la letra de todas mis canciones porque eso sería materialmente imposible, inhumano. Pero las he sentido todas, eso sí”. Con muchísimo respeto y desde su lugar en este duro camino que es la vida, Lucía D’Agostino también.

Lucía D’Agostino se presentará el sábado 12 de septiembre de 2009 a las 17 en la Biblioteca Nacional presentando su show “Con-tango-historias II”. La entrada es libre y gratuita.

Con dos trabajos editados: Un verso te dejó y Tangos que no debo, Lucía cuenta con el auspicio del Club de Amigos del Polaco, que preside Luisa Goyeneche.

Fuentes:

El polaco. La vida de Roberto Goyeneche (Matías Longoni – Daniel Vecchiarelli) Editorial Atuel. 1996.

El diario del Tango, publicado por Revista Noticias de Editorial Perfil.

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sábado, 6 de junio de 2009

La ingratitud literaria

¿Es importante conocer que 1.170.00 personas deambularon por la Feria del Libro y que esto significó menos cantidad de concurrentes que el año pasado? La mayor demanda de este público fueron Julio Cortazar, quien encabezó la lista de los más buscados, seguido por Graciela Montes, José Hernández, Elsa Bornemann, Eduardo Galeano, Stephen King, Jorge Luis Borges, Agatha Christie, Pablo Coelho y Karl Marx. Entre los títulos más consultados estuvieron "Las venas abiertas de América Latina" de Eduardo Galeano, "Gente tóxica" de Bernardo Stamateas, "Palabras Cruzadas" de Gabriel Rolón, "Crepúsculo" de Stephanie Meyer, "Pobre patria mía" de Marcos Aguinis. ¿Será que en verdad nos mueve el interés por la lectura o es sólo un paseo obligado y esnob? Compramos para leer o solo por consumir? Paseo entre stands de editoriales y es tanta la iluminación que por momentos me siento invadida, cohibida de abrir libros a mi antojo. En una de las vueltas paso por el stand de la Policía Federal, me detengo unos instantes y me obsequian unas imágenes, copia de su archivo histórico, continúo dando vueltas entre conferencistas y colas para autógrafos. Me gusta pensar que en realidad la llegada de la exposición nos recuerda el gratificante placer íntimo de la lectura, dejarse guiar por el camino del pensamiento, los lugares y sensaciones que esa hoja de papel nos permite recorrer. Pero por maravillosos que sean los libros, estos no son ajenos a la lógica del mercado, en la feria podemos comprar la última publicación de autores de renombre, lo clásico, el hit de la new age o conseguir la firma del autor de una novela histórica, tan de moda por estos días, sin embargo quedan fuera de esta muestra muchos que editan sus propios libros y no pertenecen a la cadena de distribución que tienen las grandes editoriales. Me detengo un instante a mirar las imágenes y veo entre ellas una que mostraba un accidente ocurrido en julio de 1930 en el que cayó en las aguas del Riachuelo un tranvía colmado de obreros. Eso trajo a mi memoria un cuento de Bernardo Kordon, “La desconocida”, en él relata la relación de una pareja, la trama avanza a partir de un hecho insignificante: un hombre repara en un gesto cotidiano de su esposa y desde ahí traza un recorrido por el mundo interior del protagonista, describe la soledad en el ámbito más íntimo, el misterio que siempre rodea al “otro” aun en la cercanía física, en la frágil seguridad de pensar que sabemos todo del otro y descubrir, cuando ya es tarde, que aun hay cosas que compartir. Aunque Kordon es un exponente de la literatura, no resulta un autor demasiado conocido, por lo tanto si buscamos algún libro suyo, probablemente no se lo encuentre en la Feria del libro, habrá que buscarlo, por ejemplo, en el parque Rivadavia, ya que lo último reeditado data de la década del 80. Este autor, que comenzó a publicar en 1936, debió costear la primera publicación de su obra con dinero que le dio su madre. “La vuelta de Rocha”, “Brochazos y relatos porteños”, marca su forma de describir el mundo de los marginados, que se caracteriza por su escritura en primera persona. En “Un horizonte de cemento” narra la historia de un linyera, Juan Tolosa. No mira a los pobres o marginales como algo ajeno sino que narra sus historias desde su interior, les da voz. Descubre así un mundo virtualmente inexplorado, con conflictos también desconocidos, Tolosa deambula sin rumbo y sin establecer lazos, en un recorrido que perfila otro gran personaje de la obra: la ciudad de Buenos Aires. También en los relatos de Kordon esta presente el viaje, la muerte, los trenes y como si fuera un viaje en ellos nos lleva meciéndonos suave y dolorosamente en sus líneas. Su escritura es simple y directa, sus personajes son los perdedores, vagabundos, prostitutas, estafadores, ladrones. Otras vertientes de su febril actividad eran el interés por cuestiones sociales y la reflexión sobre las relaciones entre arte y política, que más tarde lo llevarían a acercarse al Partido Comunista. Murió, en el verano del 2002, quizás como alguno de sus personajes, en un geriátrico de Chile alejado de la Ciudad de Buenos Aires, lugar que dicen siempre amo. Decidí no buscar más en la Feria del libro, me escapé de esos pasillos abarrotados de consumidores y salí a las calles de Buenos Aires, a caminar y a encontrar en ellas sus historias. Olga Viviana Gonzalez
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jueves, 4 de junio de 2009

Chema Madoz, fotógrafo

Tuve la oportunidad de observar una muestra de fotógrafos españoles durante una visita a la Escuela Argentina de Fotografía. La exposición no era “oficial” por cuanto sólo tenía fines didácticos pero de todas formas no dejaba de ser como corresponde: gigantografías e impresiones a gran escala, un folleto improvisado con breves reseñas de cada uno, y un detalle: todos fueron ganadores alguna vez del Premio Nacional de Fotografía que desde 1994 otorga el Ministerio de Cultura de España. En el amplio patio de la casona estilo colonial del barrio de Belgrano, convergían los trabajos del octogenario Joan Colom, pionero de las series fotográficas, con los sugerentes retratos marginales de Alberto García-Alix; y las antiquísimas tradiciones españolas de Bárbara Allende –conocida en el ambiente como Ouka Leele- frente a los agudos foto-reportajes de Cristina García Rodero. Todos dueños de una técnica depurada y fenomenal reconocidas. Sin embargo, al final del recorrido, y en un pequeño ambiente que hace las veces de cocina, había quedado Chema Madoz, un autor que no había podido ocupar su lugar en la galería, abrumada como estaba por sus compatriotas. La sensación que tuve en un primer momento fue que había sido adrede: su obra minimalista, de formas geométricas simples, con una preponderante naturaleza muerta, parece encajar perfecto con la decoración de una cocina y hasta supuse que no formaba parte de la exposición sino que era su lugar habitual. Un sumidero que funciona como seca platos; una rejilla por donde parece que se escurrió toda la humedad del mundo, una escalera que se sumerge en el espejo, en una versión libre del cuento de Lewis Carroll. Las imágenes se suceden otorgando nuevos sentidos para los objetos harto conocidos de la vida cotidiana y Madoz logra una mirada particular, que descoloca al espectador y tiene visos de humor. Recordé al filósofo y ensayista francés Jean Baudrillard, que si viviera, sería el primer crítico de Madoz. “El arte ya no es una forma excepcional, ahora la realidad banal se ha vuelto arte, arte fue una forma, y luego se volvió un valor, un valor estético, […] porque toda realidad se ha vuelto estética, hay una confusión entre arte y realidad, y el resultado de esta confusión es la hiperrealidad. Pero, en este sentido, no hay más diferencia radical entre arte y realismo. Y esto significa el fin del arte. Como forma, claro.” Chema Madoz (50) es madrileño y se destaca por la amplia popularidad que su obra despierta. No es un fotógrafo técnicamente dotado aunque destaca en el control de la luz como materia prima. Defensor del blanco y negro, tiene la capacidad de localizar y reagrupar los sentidos y significados de las cosas para reordenarlos en otros nuevos subyacentes. Prefiere trabajar con pocos recursos y es casi imposible individualizar más de dos o tres objetos en la misma composición. La dualidad es su marca registrada. En sus trabajos sobre semiótica, Roland Barthes recomendaba contextualizar los objetos fotografiados con los elementos de su entorno, para obtener su significación global. Madoz incita y estimula la percepción, y obliga a contextualizar en un marco diferente. Experiencias anteriores generan un sentido que puede variar constantemente a partir de otras nuevas, por cuanto sus objetos están en un contexto polifacético. Una idea que se parece mucho a la poesía, porque con fuerza, Madoz es esencialmente tropos. Metáforas fotográficas que en su opinión, están construidas de mala manera: “Quiero decir que mis objetos están construidos para ser fotografiados. No tienen empaque, ni una presencia cuando los ves físicamente. No hay un acabado maravilloso, solo un aspecto de ellos que vas a fotografiar es lo que funciona. Sacados de ese contexto funcionan en contadas ocasiones. Alguna vez también me ha ocurrido lo contrario: un objeto que es muy atractivo y que no funciona al ser fotografiado. Sin embargo, lo normal es justo el caso contrario. No recuerdo en qué momento consideré a la fotografía como algo espinoso. Las ideas que fluyen de Chema Madoz provocaron un quiebre mayor. Fotografiar no es sólo el mero acto mecánico de mirar por un orificio y presionar levemente un botón. Y es maravilloso que así sea. Sitio oficial: www.chemamadoz.com

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lunes, 1 de junio de 2009

EL CINEMA DE LOS SUEÑOS PÉRDIDOS

Por. Ignacio González Prieto.
Cinema Paradiso narra la maravillosa historia de Salvatore -Totó-, un exitoso director, cuyo amor por el cine, su tierra, su novia y su amigo del alma -Alfredo- le inspiran a mejorar como persona, lo lleva por un paseo bello y nostálgico de su infancia, su adolescencia y su adultez. Giuseppe Tornatore -el director- conjugó los sueños de todo cinéfilo, vivir una fábula donde cada caída signifique levantarse más fuerte, donde se puede jugar con el tiempo, con la tristeza y con la alegría. Un mundo al cual tan sólo podemos observar y añorar. La partitura de Ennio Marricone jamás defrauda y es conmovedora, la hermosa fotografía de Blasco Giurato asombra y la magistral actuación de Philippe Noiret -como el bondadoso operador del cinematógrafo- no deja de generar admiración. Pero la estrella de la película es el Cine Paradiso, único vínculo sólido de todos los habitantes del pequeño pueblo, que nos da una lección de psicología social. Porque cobra una vida inusual acogiendo en sus butacas a mujeres que dan el pecho a sus hijos, hombres que roncan, chicos que se masturban sin reparo durante la primera época del destape, parejas que hacen el amor durante la proyección, grandulones y aficionados que van a ver el mismo film una docena de veces, el cura que censura todos los besos ante el abucheo general, la policía que suspende sus actividades durante las funciones, el rico del pueblo que desde la platea del primer piso escupe a “la plebe” de las filas baratas, un niño que empieza a aprender un oficio con un maestro circunstancial, familias enteras que viven esas proyecciones como si fuese la última y hasta un loco se adueña de la plaza cada vez que el pueblo se va al cine. Y con esta sala cómo excusa, que se asemeja a las de Bombay o el Cairo, de la Segunda Guerra Mundial, con una mirada lírica -como soporte- da también una radiografía de la sociedad italiana. Las noticias llegan por películas y diarios controlados por el Gobierno, las mujeres trabajan, sus hijos quedaron huérfanos, los jóvenes son reclutados por el ejército, los pueblos están desiertos y destruidos, la pobreza, el hambre y desempleo crecen. Todo es una confirmación del avance del sistema fascista y el férreo control de conductas y conciencias. Un proceso acelerado, plagado de revoluciones, que introdujo muchas innovaciones en los estilos de vida. Y es entonces, donde el edificio del Cinema Paradiso se convierte en espejo de la vida y el tiempo. Cambia la fachada, las butacas, los proyectores, las cintas, los empleados y hasta los dueños del cine. Por eso, su intencionado derrumbamiento final -para construir un moderno estacionamiento- supone el final de una etapa, no solo para Totó, sino para todo un pueblo, que ve ahogar su historia por la violencia destructora de los cambios, sin poder detenerlos y sabiendo que el olvido ganó la batalla. Algo similar se verá años después en películas Argentinas cómo: Luna de Avellaneda, El hijo de la Novia y Valentín, entre otras. Pero, no nos engañemos, pese a la eficacia y la brillantez de sus intenciones más evidentes e inmediatas, esta pieza ganadora del Oscar a la mejor película extranjera de 1989, no es profunda ni compleja. Porque una cosa es la sensibilidad destilada en los significados inherentes a los motivos profundos y otra es que el Director sea capaz de abordar esos temas con una mirada verdaderamente honda, más allá de una pincelada honesta. Por eso no es una película de autor, ni una obra maestra, porque se mueve en la eterna temática del hombre de éxito que retorna con culpa a buscar sus orígenes en una fugaz experiencia, motivada generalmente por algo trágico en este caso, la muerte de su viejo amigo. El resto de los perfiles o personajes que se pasean por la obra son típicos del mundo rural, son un reciclaje o repetición de lo que hizo Federico Fellini en Amarcord, uno de los filmes más increíbles de la historia. A pesar de todo, es buen cine. De sensible humanidad, para vernos reflejados y reflexionar acerca de nuestras vidas, pero sin perder de vista que juega con lugares comunes, tocando fibras tan evocadoras a nuestros temores como el amor, el tiempo y la muerte. Es así que se transforma en un producto de consumo fácil, y no sé si tiene méritos en hacernos emocionar hasta las lágrimas, por eternos y universales que sean sus contenidos.
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