jueves, 25 de febrero de 2010

Programa “Cárceles, un mundo adentro”

Jueves por la noche, acabo de terminar de cenar un rico pollo al horno con ensalada. El menú, es liviano, pero mi mente está pesada, necesito descansar después de un día de trabajo agobiante. Lo ideal, sería ver una de las tantas películas que me ofrecen los interminables canales de cable. Pero la intriga me llama, son las once y está por empezar “Cárceles”, un programa de Telefé que se comenta siempre en la oficina. Cumbia, tatuajes, rejas y un lenguaje particular son los signos que se destacan. Esta especie de documental mezclado con reality, ya me está atrapando. El conductor, Diego Alonso es el anfitrión y nos invita a recorrer “las tumbas”. Los personajes protagonistas, son delincuentes cumpliendo condena tras las rejas. Es paradójico, estar sentada en mi sillón, tomando un café mientras estas personas desalineadas, me muestran su forma de vida y cuentan por que mataron, por que robaron, por que han sido condenados. El reloj marca las 23:00 en punto, es momento de ver de qué se trata ese programa del que tanto hablan los argentinos: “Cárceles”. Si bien los formatos docu-reality son traídos del exterior, en Argentina tuvo excelente aceptación. El programa muestra la realidad de los presidiarios, historias de vidas contadas por ellos mismos, que no van más allá de los casos delictivos, la jerga con la que se comunican entre ellos, acerca al televidente a esa realidad. El tema del día son “las visitas”. Las familias que van a ver a los internos llevan bolsones con ropa y comida, a cambio comparten un rato de charla, reproches y caricias que tanto hacen falta en la solitaria vida de los superpoblados pabellones. La construcción del programa ubica al conductor en una suerte de lugar de “fiscal-abogado-relator” quién indagará el porqué de los actos realizados por el preso e intentará entender “en lo humano” los motivos que lo arrastraron a ello, al mismo tiempo que acentuará o disminuirá partes, pedazos o retazos del diálogo y de las experiencias para impactar lo mejor posible en su destinatario que es el espectador. La TV así no nos acerca la realidad del “estar preso”, sino una parte de ella, reservándose para sí el poder de juzgar –edición mediante- su culpabilidad. Nuestro cronista del día, conversa con una madre de ojos brillosos, angustiados, recuerda que acompaña a su hijo primogénito, que ya pasó por doce penales. Esta secuencia de imágenes, los testimonios, los distintos penales muy parecidos unos a otros. Me hacen reflexionar sobre la sociedad y sus caras tan similares a una moneda; por un lado la vida del delincuente preso, las familias en libertad que los acompañan en la condena. Por el otro lado, las víctimas, sus familias y un constante pedido de justicia social que nos une como ciudadanos. Mi mente se remonta a una letra que escuché del último disco de la banda de rock La Mancha de Rolando, donde dice: “Nadie merece que le anden choreando, si sos chorro no le afanes al que está laburando, mejor fíjate bien los buenos y los malos, el diablo va de traje y Jesús calzado”. Esto me hace pensar en la demanda social que reclama mayor seguridad. Las estadísticas dicen que la inseguridad creció en los últimos tiempos y muchos de los familiares de las víctimas son televidentes de este programa. La situación social actual es desoladora. Parece que el “buen futuro” que todos esperamos se tarda demasiado en llegar. El desempleo crece, y los que tenemos trabajo debemos soportar condiciones casi esclavizantes con tal de llegar a fin de mes. Muchos, ni siquiera pueden darle de comer a sus familias. La falta de contención en las escuelas, maestras amenazadas, alumnos rebeldes. Aulas convertidas en comedores. Chicos que limpian parabrisas a cambio de monedas. Padres ausentes, valores ausentes… Las Cárceles, se metieron en mi vida, no puedo sacar de mi mente las rejas, los largos pasillos. Personas que no quisiera, se metieron en mi vida, muestran una sonrisa a pesar de tener frío, estar solos y soportar la carga social que la justicia supo impartir. Tal vez, esta ventana que se abre para mostrarnos la vida que no queremos tener, el fin del programa es claro, mostrar lo que significa estar en prisión; tiempo atrás jamás nos hubiésemos imaginado tener tan de cerca esta situación ante nuestros ojos, parece que la TV encontró una nueva veta a explotar.

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