jueves, 25 de febrero de 2010

Cien años de soledad

Gabriel García Márquez cuenta en una muy difundida entrevista que la idea de escribir Cien años de soledad vino a él muchos años antes de publicar la novela. El autor, galardonado en 1982 con el premio Nobel de literatura, afirma que la primera vez que había abordado el relato, lo había hecho desde el ángulo equivocado, y que una vez escrita la frase, la ciudad de Macondo fue surgiendo sola, y que aquella exuberante prosa que conmovió al mundo, es nada más y nada menos que la voz con la cual la abuela del autor solía contar las cosas. Gabriel García Márquez es el abanderado universal del realismo mágico, género que explora las maravillas de la realidad Americana, y que el escritor Alejo Carpentier define por primera vez en su histórico prólogo al reino de este mundo. En Cien años de soledad, se pueden encontrar efectivamente elementos que violan las leyes de lo real, sin atentar contra el juicio de los personajes, que consideran las exageraciones cotidianas que los rodean parte de lo normal. Hechos como la aparición del barco anclado en plena pradera ante los ojos de José Arcadio Buendía, la elevación de Remedios, o la eterna lluvia, creadora de una definitiva atmósfera de humedad en la novela, van definiendo, como ninguna novela lo había hecho antes, los incalculables límites de las maravillas con las cuales uno se puede encontrar en el exótico continente americano. Cien años de soledad es la novela en la que “ocurre todo”. En la novela el lector conoce el nacimiento de la ciudad de Macondo, y su definitiva desaparición. La estirpe Buendía se va multiplicando en aquel entorno de fantasía, siendo testigo y partícipe del crecimiento y extinción de la ciudad, que había sido anunciada por un gitano llamado Melquíades. Estos últimos elementos, permiten una casi inevitable comparación con la Biblia, en donde podemos encontrar en sus extremos el Génesis y el Apocalipsis. La familia Buendía, marcada por el fatalismo que los condena a la eterna soledad, podría ser una apología a la familia hebrea, que también es obligada a partir al éxodo, como lo hizo José Arcadio Buendía. Las profecías del gitano Melquíades, que también vuelve de la muerte, lo asemejan de alguna manera a Jesucristo, pero ciertos elementos casi ridículos de su persona lo acercan más a una mítica versión del judío errante. Es admirable en la novela la combinación del tiempo histórico y el tiempo cíclico. En efecto, los acontecimientos narrados en esta novela, podrían ubicarse en la historia colombiana entre el siglo diecinueve y el siglo veinte. El coronel Aureliano Buendía, podría ser una alusión a Rafael Uribe, cuyas tropas sufrieron descalabros considerables. Al igual que el coronel Aureliano Buendía, levantó un considerable número de guerras civiles y las perdió todas. La masacre de la compañía bananera, fue una de las grandes manchas de la historia colombiana, y su pobre difusión agranda la tragedia. Gabriel García Márquez es un militante en la lucha por la identidad americana perdida, y a través de Cien años de soledad, el autor colombiano ha podido trascender las fronteras, haciendo llegar al mundo entero la importancia de la preservación en la memoria universal de las raíces americanas. En su discurso de premiación del premio Nobel, García Márquez se hace escuchar con un tono crítico que muy bien le hizo al mundo de las letras europeas. En Cien años de soledad hay también un tiempo cíclico, como un reloj cuyas agujas están marcadas por el fatalismo, rociando con la arena de la soledad, los destinos de los miembros de la familia Buendía. Hay en efecto ciertas características que definen la personalidad de algunos personajes, como es el caso del primer Aureliano y de todos los personajes llamados Aureliano hasta el fin de Macondo. Las relaciones incestuosas marcan el ritmo de las tragedias de algunas tragedias de la familia, que enferman y hasta matan con el mar del amor a los condenados miembros de la familia Buendía. En el capítulo 10, se puede identificar el eje de un paralelismo que solo avanzará en forma declinante hasta el definitivo Apocalipsis de Macondo y el final de la estirpe Buendía. Faltaría únicamente mencionar a quien fue el absoluto motor de la familia Buendía y aquella que más que nadie fue condenada a una soledad a veces teñida con algunos tonos del amor, pero siempre sumergida en la pérdida y la tristeza: la inigualable y eterna Ursula Iguarán. El tiempo estimado de su existencia podría ser calculada alrededor de 120 años. Se casó con su primo José Arcadio Buendía, dando nacimiento a la estirpe Buendía. Sus miedos al incesto casi se lo impiden, pero los primeros años de su vida conyugal fueron plenos y gratificantes. Pero en lugar de envejecer como una abuela amada y respetada, Ursula se fue sumergiendo poco a poco en los laberintos del olvido, muriendo en una soledad inexplicable, ya que falleció rodeada de una familia que le era indiferente. La peste del olvido, un virus que se propagó alguna vez en Macondo, podría haber enseñado a los habitantes de la ciudad que el olvido es uno de los demonios en esta tierra, pero la debilidad y la falta de memoria, les permitió dejar morir a quien fue fundadora de la ciudad. Cien años de soledad parecería ser entonces una metáfora de la sociedad en la que vivimos, aquella del ciego huir hacia adelante.

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