martes, 22 de junio de 2010

Gente reunida, gente sola

Tarde o temprano, el ser humano, debe enfrentarse a la soledad aunque sea en dos momentos biológicamente ineludibles. Por un lado, el nacimiento, donde todo es ajeno y nada le pertenece. Por el otro, se encuentra la muerte. No se comparte. No es otra visita al médico o un paseo por la costanera. Es algo que se enfrenta tan a solas como el inicio de la vida.

En el medio está la experiencia de vivir y los numerosos instantes en que la soledad abrazará la humanidad de cualquier persona. Espacios que Juan Pablo Geretto en “Como quien oye llover” los hace coincidir con su propia vida. En el unipersonal, el actor se viste de muñeca y se despoja de todo lo que más tarde lo convertirá en distintos personajes, para reinventarse entre acto y acto en una mujer diferente, con otras miserias, problemas y profundas soledades sin cura.

El unipersonal, escrito y actuado por Juan Pablo Geretto, ofrece una mirada sobre las madres, y la relación especial que mantienen éstas con sus hijos y lo que sucede cuando este vínculo se rompe. O se comprueba tal vez que nunca estuvo.

La obra consiste en un paseo por su infancia en su pueblo natal y por las mujeres que lo inspiraron para esta obra. Desde Marta, a quien sólo le queda un Yorkshire Terrier como recuerdo. Luego Nelly, la viuda que no falla en el hospital ni en los velorios y su nivel de acidez sobrepasa cualquier límite y una eufórica madre joven, amante de la cumbia.

La mirada de un niño, que todo lo ve desde abajo, desde una perspectiva en la que el mundo es inabordable, estas mujeres se erigen como colosos sin compañía sobre el escenario. Geretto se disfraza de ellas, les brinda voluntad, autonomía y luego las deshace. Les da vida y después las sacrifica delante de los ojos de los espectadores, como si se tratara de un circo romano. En unos minutos se cumple ese ciclo ineludible que lleva años. Las vemos solas, esperando algún regreso, una vuelta de la otra vida o el exilio de la miseria y la pobreza.

Desde el humor, la ironía y la caracterización brillante de personajes que se vuelven desopilantes, por momentos hasta la emoción y un clímax de dulce angustia que dejan en evidencia la excelente calidad actoral de Geretto, se recorre la soledad de estas mujeres que quedaron al margen. Su histrionismo en los tres personajes que interpreta logra establecer un incomparable vínculo con el público, lo que pone las emociones de la gente al mismo ritmo que va la obra con una facilidad sorprendente.

Marta, la eterna amante de un hombre casado, se pregunta más de una vez a sí misma "¿Por qué a ella, a su mujer, le dio una vida de mentiras y a mí siempre me vino con la verdad?". Y se imagina, imita, quiere emular en su mente, no una vida a solas con su hombre, sino con los hijos que él tiene de su matrimonio y también sentarse en la mesa con su otra mujer. Quizás no hacía falta la verdad para vivir una relación de 20 años. Como a esas cosas que ya son partes de nuestra vida y al pasar los ojos sobre ellas, como siempre estuvieron y ya no son importantes, no las registramos. Como a un cuadro gastado en una esquina, tapado por el polvo y recuerdos viejos.

La segunda mujer que interpreta Geretto es una acompañante de enfermos, la solitaria que nunca se pierde un entierro, un cuervo. Su marido que la visita hecho un fantasma, se le aparece en la mesita de luz y quiere el control remoto del televisor.

El difunto esperaba que lo cremaran, y esparcieran sus cenizas al mar. Cobraban muy caro, dice Nelly. Mejor hacerlo asado y mandar las cenizas al Maldonado, con un poco de paciencia llegarán al mar, remata.

La tercera mujer, es una madre marginal y joven. Presenta a su hija, Chuky, que anuncia en el contestador de su teléfono celular que “lo hace con globito”. Sus hijos no le hacen caso, su último marido está preso y el padre de los niños murió en un “ataque violento” de ella, por así decirlo. La soledad de los pobres es en compañía, en un departamento de dos ambientes en el que viven siete personas intentando sobrevivir.

Y todas estas mujeres se encarnan en el centro de un huracán. En instantes de soledad que se unen y atan de principio a fin, como una soga para que sirva de guía para las que vienen detrás, una vez que sus hijos se van, sus maridos se mueren y sus amantes las abandonan.

Juan Pablo Geretto hace un trabajo impecable en el que recorre todos los espectros de las emociones humanas.

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