martes, 30 de junio de 2009

NO MUSIC, NO LIFE...NO RELIGION

Hoy es innegable la concepción de un mundo globalizado que demanda la reformulación de ciertos valores, lo cual coincide con una crisis de las religiones tradicionales (o la produce). Nuevas búsquedas de espiritualidad reemplazan a las religiones como controladoras sociales y muchas personas optan por lograr su conexión con el universo a través de prácticas religiosas alternativas.
Cuando ingresé al predio el cambio de aire me tumbó. No había un único olor, había cientos de ellos y todos parecían mutar al instante. Observaba todas las caras alrededor pero en ningún momento percibí que alguien hiciese lo mismo y tomara registro de mí. Eso, sin duda, fue una sensación liberadora: era invisible. Los tambores sonaron y los cuerpos comenzaron a moverse. No era un ritual umbanda, tampoco una ceremonia de iniciación en alguna tribu aborigen, ni siquiera había un dios al cual honrar. Bajo el ritmo hipnótico de los tambores, La Bomba de Tiempo, un grupo de percusión compuesto por diecisiete músicos que bajo las órdenes del director- cacique de una tribu new age (caracterizada así, no por los sonidos suaves sino por la mística que abraza), llevan a cientos de personas a un éxtasis cuasi religioso. Gritan, saltan, rebotan. Algunos hasta parecen entrar en trance. Inmediatamente entendí de qué se trataba. En todo momento estaba presente la sensación de que algo iba a estallar. Sin duda, eso era una “bomba de tiempo”. En otro momento de la historia, seguramente las iglesias, las capillas, las mezquitas, sinagogas, o los centros de meditación eran el lugar de encuentro de los fieles. Hoy, parece oportuno un evento musical en donde las personas se reúnen para compartir un espacio de elevación espiritual. Con la diferencia de que la aceptación por el otro como ser diferente, es casi un mandamiento de este nuevo culto. Cualquiera diría que estaba presenciando el ritual de una cultura totalmente ajena a la urbanidad en la que estaba situada. Pero después de un rato desapareció la sensación de lo desconocido. Eran señales que hablaban de una coincidencia entre elementos: cientos de personas de diferentes edades, estilos, y hasta distintas nacionalidades, reunidos en un evento musical. Y aunque de manera más rústica se generaban similares impulsos frenéticos, aquella no era una fiesta de música electrónica, de esas que "te contó un amigo". En eventos donde es la música quien convoca, ¿a qué dioses se honra?, ¿quién nace o quién muere?, ¿qué catástrofe natural se sufre? Nada, y al mismo tiempo todo eso sucede. Todos los asistentes se sumergen en igual sintonía. Existe un código implícito en el que celebrar significa compartir la sensación gratificante de libertad, la desinhibición absoluta, la tolerancia y el desprejuicio por el otro. Una ceremonia en la que sólo el ritmo musical impone las reglas. El deterioro de las instituciones religiosas se hace evidente, por ejemplo, en la iglesia católica, que perdió prestigio y credibilidad en todo el mundo. Tal vez porque ya no sabe cómo contener a sus fieles ante las problemáticas actuales (cada vez más alejadas a las que sufrían 200 años atrás). Cual fuere el motivo, las religiones han perdido gran cantidad de devotos. Sin embargo, es discutible si la fe comparte igual pérdida. Es decir, si se ve afectada o no por la agonía institucional de las religiones. Seguramente estemos viviendo un tiempo de reformulación religiosa. Y tal vez suene alocada la idea de pensar que una conexión distinta entre la música y las religiones pueda sentar las bases de un movimiento emergente. Un movimiento que sólo venere a la música y haga de ella un nuevo culto. Se está dando una búsqueda de espacios alternativos en donde canalizar angustias. Posiblemente esta cuestión no guarde relación con la necesidad de depositar la fe en dios (el que fuese según la religión). Pero sí con hallar un lugar de contención, antes provisto por la iglesia. Por ejemplo, el surgimiento de nuevas terapias como el yoga, la magnetoterapia, la reflexología, o la musicoterapia, son otras variantes que posibilitan la descarga de sentimientos angustiantes. Pero dejando de lado dichas técnicas terapéuticas, es muy común ver que cada vez más personas eligen realizar actividades relacionadas con lo musical y las danzas. En los últimos años creció notablemente el número de lugares en donde se brindan clases de salsa, axé, capoeira, danza árabe, o tango, entre otras. Entonces, es cierto que la música acompañada por la danza, permite cierta descarga emocional necesaria y tal vez efectiva para muchos. ¿Podemos decir que las religiones están frente a un nuevo desafío? ¿deben continuar con su misión de evangelizar y captar seguidores? Tal vez. Pero ahora, al asunto de ver cual de ellas triunfa en la conquista, deberán ingeniárselas para recuperar su poder institucional. O finalmente, elegir el camino de la resignación y aceptar la idea de cambiar el domingo de misa por las clases de danza o los recitales de los sábados.

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