viernes, 19 de junio de 2009

CRASH PARA NO CHOCARNOS

Por. Ignacio González Prieto. El término “Crash” significa en inglés colisión, golpe, choque. Y una vez que hemos disfrutado del film, comprenderemos que el título es totalmente adecuado y aporta un profundo significado: las personas necesitamos el cariño y la comprensión de los demás, y si eso nos falta reaccionamos violentamente. Como explica el inspector de policía, Graham (Don Cheadle) al inicio de la película: “El sentido del tacto…En cualquier ciudad, vas caminado, ¿sabes?, te rozas con la gente que pasa a tu lado, y la gente se toca contigo. En Los Ángeles nadie te toca. Estamos siempre detrás del metal y el cristal. Y tanto echamos de menos ese tacto que chocamos los unos con los otros. Solamente entonces podemos sentir algo”. ¡Qué difícil es juzgar o definir a las personas! Por sus caras, sus actitudes, sus costumbres, su formación, sus ideales y hasta por su aspecto. Y sin embargo, día a día, nos parece que no podemos escaparnos de emitir juicios críticos acerca de tal o cual actitud de nuestros semejantes. Y como somos egoístas, desconfiados, frívolos, cínicos y quizás solitarios, a menudo nuestras conclusiones resultan parciales y estrechas, cuando no claramente marcadas por nuestros gustos y prejuicios. ¿Acaso no hemos entendido que el mundo ya es multicultural? Los problemas de identidad, plantean una profunda crisis de convivencia, que nos obliga a enterarnos, que frente a nosotros hay “un otro”; diferente, complejo, familiar, con sus problemas, con sus experiencias, con sus razones y además, forma parte de una etnia con la que tenemos que compartir el tiempo, el espacio y la historia. Cualquier ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, de lo bueno y de lo malo, de la virtud y del pecado, sin importar su condición, su étnia o su religión, es la gran verdad que trasmite esta maravillosa y multipremiada película, que respira autenticidad por los cuatro costados. Un cuerpo social está seriamente herido. Y no se trata de daños colaterales, sino profundos: un cerrajero latino cambia una cerradura en la casa del fiscal general del distrito, su aburguesada esposa a los gritos dice: “su cabeza rapada, sus tatuajes de prisión, sus pantalones bajos, me dicen que es un delincuente. Cambiemos las cerraduras mañana otra vez, porque va a vender las copias de las llaves”. Su creador, Paul Higgis, se dio a conocer al gran público con el guión de la también fantástica Million Dollar Baby, película durísima dirigida por Clint Eastwood. Ahora, además de escribir el guión de Crash, con la colaboración de Robert Moresco, también ha optado por ponerse detrás de las cámaras y hacer labores de producción, y se nota. La decisión fue correcta, ganó 3 Oscar de la Academia de Hollywood. El hallazgo del cadáver de un muchacho durante una noche fría en una colina de Los Ángeles, sirve para arrancar el argumento que se retrotrae a treinta y seis horas anteriores al fatal desenlace. Durante ese tiempo, la crisis de identidad de los protagonistas marcan la variada tipología de personas de una gran ciudad y por ende del mundo entero. Ahí, aparecen los problemas de “la nación donde todos los sueños se hacen realidad”. Una sociedad claramente dividida por el seguro social de la salud, las leyes de tránsito, la venta de armas, las minorías castigadas, los empleos que sólo ocupan los inmigrantes, las drogas, las decisiones políticas, el abuso de autoridad, la diversidad cultural no aceptada, los miedos…. En medio de las diferencias, algunos “códigos” se mantienen y se sumergen en la fibra más íntima del hombre. Los negros no roban a los negros y a los ancianos, un joven y vocacional policía abandona a su compañero por abusar de su autoridad, una médica inmigrante turca le compra a su padre-un comerciante acorralado por la inseguridad- balas de salva para que no cometa un crimen, un cerrajero mexicano que sufre la discriminación cría a su pequeña hija con otros ideales, un zagás detective que respira injusticias intenta reconfortar a su madre vieja y enferma, de las ausencias de su hermano delincuente y perdido en la delincuencia, un policía recio se conmueve ante su padre que sufre una grave enfermedad urinaria y es abandonado por el sistema de salud. Pero, todos caen, todos pecan; todos son humanos. Atacan y dañan a esa sociedad que los contiene. El furioso comerciante turco, luego del robo y destrucción de su negocio, la no cobertura del seguro, empuña su arma contra un indefenso cerrajero mexicano, que al igual que él se siente desprotegido. El director de televisión, se humilla ante un policía que manosea a su mujer para conservar su lugar en la escala social. El honesto y joven policía asesina a un ladrón que intentaba sacar de su bolsillo un amuleto de la suerte, porque ve que sus zapatillas y campera están rotas. Entonces, estos personajes, ¿nos resultan tan ajenos? ¿O somos nosotros mismos que nos vemos reflejados en un espejo que nos agrada y es fiel? ¿Es tan distinta la sociedad de EEUU a la nuestra? “Turco”, “bolita”, “paragua”, “sorru”, “negro de mierda”, “piquetero”, “cabeza”, “cumbiero”, “paquito”, forman parte de nuestras definiciones, de nuestra falta de tolerancia, de nuestra sociedad, en definitiva, que se construye y no se impone. Por eso, estos arquetipos humanos de diversas culturas y modos de ser, nos sirven, para cambiar, para ser mejores personas, más abiertas y más democráticas. Y vuelvo a esa imagen, que lo resume todo, Jean (Sandra Bullock), esposa del fiscal de distrito; lo tiene todo. Dinero, salud, seguridad. Un robo en la calle la desestabiliza. Ahora le falta todo. Un marido, una vieja amiga que se hace masajes mientras ella se cae y pide ayuda desde el descanso de una escalera. Está sola. No. María, una latina y su empleada doméstica, le alcanza un té. Jean la abraza y dice ¡María sos mí mejor amiga!

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