domingo, 21 de junio de 2009

Sube y baja,¿es nuestra la web?

En algunos blogs personales ya se daba información precisa del nuevo disco de U2. Un asunto llamativo era el análisis detallado de cada una de las canciones, debido a que aún faltaban veinte días para la salida oficial del álbum. Por esta razón, se intuía que el trabajo ya circulaba en la web. Este no era un supuesto erróneo, la confirmación llegó al escribir el nombre del disco en una página de descargas, ya que en cuestión de segundos aparecieron decenas de direcciones de páginas afirmando que con un solo “click” se podía dar rienda suelta a la descarga. Cinco minutos después ya estábamos escuchando “Magnificent”, la novedad musical de la banda liderada por Bono. Las dudas estaban disipadas, por lo menos en cuanto a la facilidad con la que se accede gratuitamente a un disco que en las disquerías se ofrecerá (¡cuando salga a la venta!) a más de $60. Sin embargo, los interrogantes florecen a la hora de analizar el instante en el que un usuario de Internet decide adquirir el álbum de manera ilegal. ¡Un momento! ¿Ese individuo sabe que está cometiendo un delito? ¿Tiene noción del perjuicio que les ocasiona a los músicos consagrados? Tal vez si sea conciente de aquello, pero igualmente decida imponer sus propias reglas sobre lo que se debe hacer y lo que no. Al parecer se está gestando una nueva reglamentación sobre los contenidos que circulan en la “red mundial”, con el agregado de que quienes deciden son los usuarios. Además, cada una de las personas que navegan en Internet, tiene una noción distinta sobre lo que puede resultar perjudicial para un tercero. Esta nueva concepción que existe sobre la propiedad ajena, se ha ido formando a medida que la web comenzó a ser de fácil acceso para gran parte de la población. Esto, sumado a la virtuosidad con la que se accede a los contenidos o a las relaciones impersonales entre personas, permite que todo sea concebido en otra dimensión. En la cuál, los valores aún no son aplicables; ya sea por el anonimato con el que se “navega”, que muchas veces muestra la cara oculta de una sociedad individualista que expresa sus desacuerdos al sentirse impune; o tal vez, porque todo sea una decisión que está implícita en el imaginario colectivo de los cibernautas, derivada de un sentimiento de libertad propio de las bondades que brindó Internet desde su creación. Esta cuestión, se ve reflejada en la función que tienen las personas en este medio, el cual permitió que el usuario deje el rol pasivo y pase a ser un productor de contenidos acordes a sus gustos, o a lo que él cree interesante para la sociedad. La libertad en cuanto a la publicación de contenidos y a la diversidad de los mismos, nunca había estado tan al alcance de “personas comunes”, quienes ven en esto la posibilidad de elegir sin intermediarios. Por lo cuál, es factible suponer que la nueva generación vea una especie de revancha contra el monopolio imperante durante décadas, la cuál expresan a través de decisiones acordes a su parecer. Por otra parte, sabemos que Internet es un medio joven, que se globalizó a partir de la mitad de la década del noventa y sobre el cual aún se siguen descubriendo constantemente nuevos atributos. Pero lo que es claro, ¡es el cambio en la forma de envío del mensaje! En la web, todos somos emisores y receptores a la vez, gran diferencia con medios masivos como la televisión o la radio. Debido a que estos llegan de manera unidireccional, es decir, que el televidente o el oyente eligen dentro de una oferta cuantificable, que tiene el agregado de no brindarle a las personas la posibilidad de respuesta o de incidir en el contenido de los mismos. Por lo cual, ver una venganza representada en el uso de la “red global” no resulta ilógico. Es más, éste es un lugar que carece de dueños, y quien lo desee es parte, más allá de los vanos intentos por reglamentar o poner precio a su uso. Cuestión ante la que los cibernautas toman un camino “esquivo”, ya sea buscando otro programa que permita seguir bajando canciones; viendo películas fragmentadas en “youtube”; o eligiendo usar un sistema aún no descubierto por los moderadores de los grandes monopolios. Lo que está claro, es que quien abona por las herramientas que brinda Internet, lo hace por decisión propia y no por obligación. Esto se debe a que el miedo a la actual legislación aún no impera sobre “la masa”. Ser anónimo o creer serlo agiganta la ilegalidad, es una posición desde la cuál, siempre optaremos por aquello que resulte beneficioso para nuestra economía, y/o basaremos la decisión en la calidad de lo consumido. Por lo tanto, lo innegable es que los tiempos cambiaron al igual que se modificaron los contenidos y los protagonistas. Todo en una pantalla, total acceso con un solo “click”; por lo menos, eso es lo que nos enseñó la televisión….

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