sábado, 6 de junio de 2009

La ingratitud literaria

¿Es importante conocer que 1.170.00 personas deambularon por la Feria del Libro y que esto significó menos cantidad de concurrentes que el año pasado? La mayor demanda de este público fueron Julio Cortazar, quien encabezó la lista de los más buscados, seguido por Graciela Montes, José Hernández, Elsa Bornemann, Eduardo Galeano, Stephen King, Jorge Luis Borges, Agatha Christie, Pablo Coelho y Karl Marx. Entre los títulos más consultados estuvieron "Las venas abiertas de América Latina" de Eduardo Galeano, "Gente tóxica" de Bernardo Stamateas, "Palabras Cruzadas" de Gabriel Rolón, "Crepúsculo" de Stephanie Meyer, "Pobre patria mía" de Marcos Aguinis. ¿Será que en verdad nos mueve el interés por la lectura o es sólo un paseo obligado y esnob? Compramos para leer o solo por consumir? Paseo entre stands de editoriales y es tanta la iluminación que por momentos me siento invadida, cohibida de abrir libros a mi antojo. En una de las vueltas paso por el stand de la Policía Federal, me detengo unos instantes y me obsequian unas imágenes, copia de su archivo histórico, continúo dando vueltas entre conferencistas y colas para autógrafos. Me gusta pensar que en realidad la llegada de la exposición nos recuerda el gratificante placer íntimo de la lectura, dejarse guiar por el camino del pensamiento, los lugares y sensaciones que esa hoja de papel nos permite recorrer. Pero por maravillosos que sean los libros, estos no son ajenos a la lógica del mercado, en la feria podemos comprar la última publicación de autores de renombre, lo clásico, el hit de la new age o conseguir la firma del autor de una novela histórica, tan de moda por estos días, sin embargo quedan fuera de esta muestra muchos que editan sus propios libros y no pertenecen a la cadena de distribución que tienen las grandes editoriales. Me detengo un instante a mirar las imágenes y veo entre ellas una que mostraba un accidente ocurrido en julio de 1930 en el que cayó en las aguas del Riachuelo un tranvía colmado de obreros. Eso trajo a mi memoria un cuento de Bernardo Kordon, “La desconocida”, en él relata la relación de una pareja, la trama avanza a partir de un hecho insignificante: un hombre repara en un gesto cotidiano de su esposa y desde ahí traza un recorrido por el mundo interior del protagonista, describe la soledad en el ámbito más íntimo, el misterio que siempre rodea al “otro” aun en la cercanía física, en la frágil seguridad de pensar que sabemos todo del otro y descubrir, cuando ya es tarde, que aun hay cosas que compartir. Aunque Kordon es un exponente de la literatura, no resulta un autor demasiado conocido, por lo tanto si buscamos algún libro suyo, probablemente no se lo encuentre en la Feria del libro, habrá que buscarlo, por ejemplo, en el parque Rivadavia, ya que lo último reeditado data de la década del 80. Este autor, que comenzó a publicar en 1936, debió costear la primera publicación de su obra con dinero que le dio su madre. “La vuelta de Rocha”, “Brochazos y relatos porteños”, marca su forma de describir el mundo de los marginados, que se caracteriza por su escritura en primera persona. En “Un horizonte de cemento” narra la historia de un linyera, Juan Tolosa. No mira a los pobres o marginales como algo ajeno sino que narra sus historias desde su interior, les da voz. Descubre así un mundo virtualmente inexplorado, con conflictos también desconocidos, Tolosa deambula sin rumbo y sin establecer lazos, en un recorrido que perfila otro gran personaje de la obra: la ciudad de Buenos Aires. También en los relatos de Kordon esta presente el viaje, la muerte, los trenes y como si fuera un viaje en ellos nos lleva meciéndonos suave y dolorosamente en sus líneas. Su escritura es simple y directa, sus personajes son los perdedores, vagabundos, prostitutas, estafadores, ladrones. Otras vertientes de su febril actividad eran el interés por cuestiones sociales y la reflexión sobre las relaciones entre arte y política, que más tarde lo llevarían a acercarse al Partido Comunista. Murió, en el verano del 2002, quizás como alguno de sus personajes, en un geriátrico de Chile alejado de la Ciudad de Buenos Aires, lugar que dicen siempre amo. Decidí no buscar más en la Feria del libro, me escapé de esos pasillos abarrotados de consumidores y salí a las calles de Buenos Aires, a caminar y a encontrar en ellas sus historias. Olga Viviana Gonzalez

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