jueves, 16 de julio de 2009

Es para la gente que lo mira por TV

La televisión dejó de ser un artefacto que ocupa un espacio en el living o en la habitación. De alguna manera le hemos otorgado cierto carácter habilitador que decide qué es importante, y lo qué es no relevante. Su método es identificar lo televisable y lo no televisable. Ya no pensamos a la Tv como instrumento para entretenernos, sino que adoptó el lugar de un integrante más en nuestras vidas. Se apropió del poder de decidir si algo existe o no significa nada y por eso creemos impensable la existencia sin ella.

Fenómenos como los reality shows, que en Argentina llegaron de la mano de precursores como Mauro Viale (hasta El Gran Hermano), son la expresión máxima de ese poder de ser o existir a partir de la aparición en Tv. Las devaluadas telenovelas de ficción, los magazines y los programas de política han perdido a sus televidentes, por eso la idea del hombre común que puede ser protagonista, supo darle un condimento mucho más real y transgresor a los formatos televisivos tradicionales. Lleva algún tiempo darse cuenta que nada de eso es real. Que la vida de nadie cobra valor si miles de personas pueden ser testigos visuales de ella. Nacimientos, casamientos, separaciones, la enfermedad, y la misma muerte. Todo, sin filtro alguno, es televisable. Pero nadie negaba su existencia antes de aparecerse en imágenes. Hoy, un producto de la Tv argentina como Policías en Acción, sabe combinar estos elementos de la ficción y lo real, mostrando a personajes que conviven en el mismo espacio cotidiano: el policía y el delincuente. Ambos pasan a contar la historia en tiempo real, y aquí no existen guiones, ensayos previos, ni maquillajes. Aunque no hay que ignorar que todo producto de la televisión está en cierto modo ficcionalizado, condicionado y maquillado. Bajo la estructura del docudrama se hace foco en la labor cotidiana de la policía como institución, mostrando a los personajes como los verdaderos protagonistas. Y de alguna manera el público juega a ser parte y “testigo” de los hechos que se muestran reforzando aquella idea del ciudadano común que ahora no ve ajeno todo lo que mira por Tv. Pasó a ser participante activo de eso que ve. La acción es el elemento principal de este programa, y sus espectadores tienen una versión genuina de escenas como por ejemplo, la detención de un delincuente, los momentos posteriores de un accidente automovilístico, o los dramas familiares que encierran historias sobre crímenes pasionales, narcotráfico, violencia familiar, entre otras más. En la literatura, fueron Truman Capote, con A Sangre Fría, o Rodolfo Walsh en su relato de Operación Masacre, quienes dieron un vuelco en la forma de contar hechos de la realidad relacionados con la criminalidad y la delincuencia, y que desde la ficcionalización, construyeron un nuevo discurso. Hoy la televisión, también hace un recorte de lo real y lo tiñe de ficción. Podrá exagerar, modelar o condicionar más de un elemento, pero sigue su principal objetivo, cautivar televidentes. ¿Todo esto puede encerrar fines menos inocentes? Todo es posible si se trata de la Televisión. Podrá cambiar o formar diferentes opiniones entre sus espectadores, pero lo cierto es que tanto esos policías y delincuentes “actores”, como el mismo público, forman parte de la misma sociedad. Lo único que distingue a unos de otros, es que los primeros son colocados en escena para entretener. Y los otros, son simplemente consumidores de un producto que bien, puede llamar a su reflexión, o limitarse al mero entretenimiento. Más allá de las intenciones que queramos designarle a los programas de televisión, y más allá de las posturas previas que los televidentes tengan, lo importante es comprender cuál es el límite de cada uno (y entre cada uno). Hasta dónde llegará la televisión, metiéndose en lo más profundo de la vida de las personas. Y hasta dónde las personas vamos a permitir que nuestra realidad se vuelva una novela que se mira por Tv.

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