miércoles, 15 de julio de 2009

El show de la parodia

La televisión siempre ha sido objeto de críticas y alabanzas. Catalogada por los detractores como “caja boba”, en el nuevo milenio trae consigo una feroz competencia por el rating donde no importa más que sumar audiencia. En este contexto, no es de extrañar que los programas ofrezcan contenidos que a menudo atraviesan la línea que separa al humor de la falta de respeto. Sin caer en apreciaciones éticas, podemos reseñar varios ejemplos, entre ellos el que nos ocupa: el segmento denominado Gran Cuñado, de ShowMatch. Concebido como una parodia al popular realitie show Gran Hermano, este programa incluye cómicos personificando a políticos famosos, los cuales conviven dentro de una casa al estilo del realitie original. La situación, que pretende ser divertida o desopilante, termina por redefinir la imagen de los políticos satirizados, realzando en su mayoría defectos. Hay quienes podrán argumentar que los políticos son personalidades públicas y esta cualidad los pone a merced de quien quiera exponerlos. Sin embargo, la sátira termina siendo negativa para la mayoría de los políticos parodiados, hecho para nada despreciable teniendo en cuenta que el programa en cuestión es uno de los más vistos de la TV argentina y estamos en un clima pre-electoral. Veamos ejemplos concretos: en la casa de Gran Cuñado aparece la parodia del Jefe de Gabinete Sergio Massa. El personaje se muestra en extremo obediente al matrimonio presidencial, casi sin autonomía. En otra escena, el imitador de Cristina Fernández ostenta una una imagen que excede la sobriedad mientras hace alarde de sus bienes materiales. ¿Acaso esta representación no podría ser dañina para cualquiera de los dos? La exageración de una característica puede constituir un arma de doble filo, hay a quienes perjudicará y a quienes favorecerá, lo que sí está claro es que a ninguno le habrá sido indiferente. La burla o ridiculización van más allá de un asunto humorístico, todos conocemos el valor de un medio tan poderoso como la televisión y su poder en la sociedad. Aquí podríamos replantearnos el lugar que ocupan los medios en la sociedad, un lugar que -quiérase o no- puede influir en los comicios electorales del 28 de Junio próximo. Pero volvamos al programa en sí. Es cierto que el humor político ha estado siempre presente, de hecho el programa CQC tiene más de 10 años al aire, lo cual demuestra lo exitoso del formato. Pero aquí estamos analizando algo más que una pregunta molesta o un escrache por incumplimiento de deberes públicos. Esto no deja de ser periodismo, atrevido si se quiere, pero periodismo al fin. En cambio, el sentido de Gran Cuñado es simple y llanamente la sátira. Aquí solo hay afán de mostrar un costado gracioso, exagerar las frases célebres de los políticos, sus defectos y hasta divulgar su vida personal. En este punto podría mencionarse otro aspecto: este segmento está presente porque es rentable. Al público le agrada ver esa especie de grotesco político que plantea el programa. En cierto punto, para algunos es mas accesible la política si se la aborda desde otro ámbito: el público se divierte y los candidatos parecen más cercanos a la gente. Tanto que cuando el televidente se quiere dar cuenta, el programa ya cambió su perspectiva del político en cuestión. Tan presente está el programa que hasta Luis D’elía lo ha referenciado en su propio blog, donde agradecía a sus seguidores por votarlo en Gran Cuñado. Pero no podría dejar de mencionarse a Gran Cuñado sin comentar las peculiaridades que ¿involuntariamente? rodean al segmento. Como se mencionaba líneas arriba, las caracterizaciones de los políticos juegan un rol muy importante en el programa. Pero llama la atención que en la casa de Gran Cuñado, la parodia del vicepresidente Julio Cobos lo describe sereno, perdido y aislado del grupo; mientras que en otra escena, el imitador de Néstor Kirchner parece ser su contraparte: chistoso y con ánimos lúdico. ¿Habría que leer entrelíneas? Porque después de la pelea del matrimonio Kirchner con el vicepresidente, situaciones como éstas ponen sobre el tapete cuestiones que exceden a Gran Cuñado. Es por este motivo que es preciso detenerse a realizar una crítica objetiva de cuál es el verdadero mensaje que programas como estos nos quieren transmitir. Solo de esta manera podremos separarnos de nuestro rol de observador pasivo y poder discernir a nuestro propio juicio.

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