jueves, 16 de julio de 2009

“EL MAL”

Una escultura creada para la reflexión, con diferentes significados asignados por cada espectador. Su creadora, Eleonora Pascual, duda de su titulo. El domingo diez de mayo en la plaza central de General Rodríguez, Provincia de Buenos Aires; se llevó a cabo el Segundo Encuentro de Escultores Independientes, donde se reunieron veinte artistas de Capital Federal y Gran Buenos. El evento se realizó desde las once de la mañana hasta las ocho de la noche y las obras estuvieron esparcidas por una plaza tradicional del interior de la provincia, rodeada por la intendencia, la catedral y casonas que en un pasado pertenecieran a los fundadores de aquel lugar. Este domingo, los habitantes del pueblo pudieron disfrutar de una tarde distinta rodeados de color y objetos extraños que invitaban a la sorpresa y también a la reflexión. Familias, ciclistas y niños se quedaban atónitos frente a la invasión de esculturas. Maderas talladas colgadas de los enrejados del monumento principal, piezas de mármol, yesos moldeados en el pasto, cosas viejas recicladas convertidas en personajes pintorescos, pies encadenados, una figura humana hecha en hierros que alude a la muerte descansa frente a la catedral. Diversas técnicas y figuras reunidas para mostrarse y llegar a un ámbito lejano al atelier, de los tecnicismos, expuestos a las críticas y comentarios de ojos que incursionan en el arte de como amateurs. Entre las esculturas abstractas y aquellos trabajos demasiado explícitos, se encuentra la obra de Eleonora Pascual, una boca y una figura humana bajo el título “El mal”. Este nombre, tiene algo “controversial” en su interior. La autora originalmente lo llamo “Cáncer”, pero decidió, no publicarlo así porque dice que es una palabra “chocante”. De este razonamiento se destaca el pensamiento común de la sociedad respecto a esta enfermedad que suele convertirse en terminal. Aún la ciencia no ha logrado encontrar una cura definitiva a este “mal” que día a día muta y se regenera de distintas maneras desorientando cada vez más a los estudiosos de la medicina. Mucha gente ha logrado salir de este sufrimiento, sin embargo, se ven obligados a hacerse controles por el resto de sus vidas porque el riesgo de padecerlo nuevamente queda latente. Hablar de “cáncer” es casi tabú, padecerlo es una condena, se generan muchos miedos e inquietudes, es algo desconocido para la ciencia y para el resto de la población, es algo que aun no se puede controlar. La obra de Pascual logra retratar esta debilidad humana frente a la enfermedad. El cuerpo moldeado en arena, flojo, debilitado, rendido, sin definición en sus rasgos muestra esa incertidumbre y resignación que tiene la sociedad frente a esta enfermedad y su tratamiento. El lecho es una boca, formada con alambre tejido, lo que da transparencia y rigidez a la contundencia propia del metal. Dientes filosos, deformes como los de un monstruo de cuentos infantiles. Una bacteria gigante que se traga la vida volviéndola frágil, ordinaria, insignificante. Esa boca que devora sin piedad puede ser tomada como un reflejo de la sociedad prejuiciosa en la que vivimos, en la que se condena a aquel que es diferente, a aquel que menos tiene. Donde las oportunidades se le dan a aquellos que ya las tienen y se deja a un lado al que ya está apartado de la sociedad. Esto mismo se pudo ver en la muestra, cuando por la tarde se acercó un grupo de personas que viven en comunidad. Estaban vestidos con pantalones y camisas sueltas, barbas tupidas y zapatos desgastados. Las mujeres seguían el mismo estilo, largas polleras, sin maquillajes ni accesorios de moda. Esta colectividad llamó tanto la atención con su música de estilo celta, que la muestra quedó en un segundo plano. Los vecinos no podían dejar de señalar a estas personas que bailaban y eran tan distintos a ellos. El choque cultural estaba frente a mis ojos, personas que decidieron vivir fuera de la sociedad, eran señaladas como miembros de otra especie. Al igual que se apunta tímidamente a aquellos que se diferencian del resto. Parecía un encuentro tolerante, pero las burlas no tardaron en llegar, y dejar en claro que las diferencias son el mal de la sociedad. Lo distinto intimida, atemoriza a quienes no comparten raza, ideología o pensamiento. Esto es de lo que la obra de Eleonora Pascual nos habla, un mal del que no podemos escapar.

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