viernes, 23 de julio de 2010

Caminante no hay camino

La ciudad de Buenos Aires tiene una infinidad de paseos hermosos y recomendables para recorrer. Lugares que denotan humildad, otros que muestran abundancia, pero la mayoría con un tinte pintoresco que ofrecer. Esto último queda de manifiesto en el histórico y maravilloso barrio de Recoleta. Allí, el aire huele distinto, la vida parece más perfecta. Es caminar y no dejar de sorprenderse con la inmensa mezcla de arquitecturas que conviven en paz. Edificios del siglo XIX, no discriminan a quienes fueron construidos recientemente. Más bien parecieran entender que entre todos, forman parte de un barrio precioso por donde se lo mire. Histórico como pocos, siempre marcó tendencias. Fue el lugar elegido por miles de familias adineradas que, hacia 1870, estaban amenazadas por la fiebre amarilla. Provenían de otros barrios, tales como Barracas y San Telmo, y allí descubrieron un poco más de tranquilidad. Así se fue construyendo este espacio, elegido siempre por ricos. Toparse con la Avenida Alvear es impagable. Sí, impagable en todo sentido. Las galerías venden lo que se imagine, sólo que a un precio inimaginable. Los parques, plazas y plazoletas muestran un pasto verde intenso, cuidados a la perfección. Ésta fue tierra de nobles, y aún conserva un poco de esa magia. Para el turista o visitante, caminar por sus calles, hará que se crea adentro de un libro de cuentos. Donde habitan príncipes y princesas… y en donde un simple transeúnte, que llegó ahí de casualidad, puede lograr sentirse un “sapo de otro pozo”. Las embajadas de diferentes países, flamean sus banderas al compás del viento. Repletas de columnas lisas y acanaladas, se distinguen por su inmensidad y su buen estado, a pesar de los años que dichos edificios tienen a cuestas. Muchas de ellas, en el pasado, han sido el hogar de millonarios y poderosos. El cementerio de la Recoleta, inaugurado en 1822, es un lugar de descanso eterno para personalidades importantísimas de Argentina. De día recibe a miles de turistas y de noche reposa entre una mezcla de paz y glamour. Con monumentos y estatuas realizadas por grandes artistas extranjeros, es un símbolo de perpetuidad espiritual. Guarda leyendas increíbles y en cada pasillo, se descubre un tesoro arquitectónico distinto. La plaza Intendente Alvear, más conocida como Plaza Francia, se hizo conocida en 1960 gracias a la feria artesanal que desde entonces fue instalada. Un símbolo para aquellos jóvenes que disfrutan la vida al aire libre, un lugar de reuniones sociales, mates y buenos momentos para compartir. En las calles resulta extraño ver policías, pero no así, seguridad privada en cada vivienda. El alto nivel adquisitivo es notable. Los tapados de piel importados, los trajes de marca y los zapatos bien lustrados, toman protagonismo. Y así también la sorpresiva mirada de estos ciudadanos, para con quienes visten zapatillas comunes y el cabello un poco despeinado. La Biblioteca Nacional también tiene su legado histórico, al haber sido anteriormente la Residencia Presidencial. Construida en 1992, durante el mandato de Carlos Menem, hoy funciona y brinda gran ayuda a miles de estudiantes y curiosos. Un sinfín de caminos interesantes, son los que este barrio de importante fachada brinda. Un mundo, que lejos está del problemático Microcentro o de la miseria que se percibe en Constitución. Esquinas que no dejan de sorprender y edificios señoriales, son apenas aspectos mínimos de todo lo que allí fue levantado con el correr del tiempo. Un paralelismo absoluto con lo que la rutina de una ciudad colapsada suele brindar, es lo que se ofrece en Recoleta. Majestuoso de pies a cabeza, esplendoroso a nivel arquitectónico y cultural, residencial en su totalidad, no pierde el lujo que desde hace cientos de años impuso. Macarena Fernández Conte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario