jueves, 1 de julio de 2010

Los programas periodísticos que no informan

A la hora de ver un programa político, los domingos por la noche tenemos dos elecciones muy conocidas en televisión abierta. 6, 7, 8 o La cornisa. Muy diferentes en cuanto a posturas, pero con muchas similitudes, entre ellas un pensamiento de oposición a las corrientes dominantes.
La voz que habla en 6,7,8 pretende mostrar una ideología de izquierda peronista o pro derechos humanos, características que se le atribuye al kirchnerismo. Mientras que en La cornisa se resaltan temas como la inseguridad o la incertidumbre, cuestiones que hoy en día están en la boca de muchos y son usadas con el objetivo de atentar contra la gestión actual de gobierno.
 Desde la primera entrega del programa de Majul y hasta nuestros días se profundizaron las banalidades y las discusiones sin sentido. Las preguntas infundadas quedaron a la orden del día. Un vacío y una segmentación de conocimiento imposible de pasar de largo. La ideología de la cornisa se sienta sobre el pensamiento autárquico, y sobre esa base muchos entrevistados expresan un pensamiento único sin objeciones de ninguna índole.
Si bien en principio La Cornisa se mostraba como un programa periodístico, teóricamente de actualidad política, lo cierto es que los espectadores nos sentamos frente a un espacio de corte un tanto amarillista. Personas que sufren, gritos, un programa al mejor estilo Reality show. Uno de los recursos más usados en el programa es el refuerzo de miedo. Los entrevistados son personas “afectadas” por la gestíon actual de gobierno que dicen no ser escuchadas, o políticos anti kircheneristas que aprovechan cada emisión para hacer su descargo contra el gobierno de turno o promocionarse.
Varios son los personajes del mundo del espectáculo que se subieron a La Cornisa, pero muchas veces en lugar de ser el conductor el responsable de preguntar, fue Luis Majul el entrevistado.
El debate que es uno de los puntos centrales en este tipo de programas resulta una práctica casi inexistente. Se hace abuso de la adjetivación para remarcar cada pensamiento que se expresa en un tape, un informe o una entrevista. La incertidumbre del espectador es siempre la protagonista  se promocionan notas o investigaciones que nunca concluyen.
En 6, 7, 8 las cosas no son muy diferentes, pero en este caso es el discurso ultra- kirchnerista de confrontación el que gana adeptos, incluso en la oposición y gente con pensamiento de izquierda. En principio aliado del Grupo Clarín, hasta que la gestión actual de gobierno comenzó con la guerra de poder con el multimedio, al que ayudo a mantenerse en pie durante la crisis, y hoy quiere ver desaparecer.
Uno de los recursos más vistos en las notas de 6, 7, 8 es el uso reiterado de graph para remarcar los dichos “fuertes” de los personajes que resultan de relevancia en el informe. Muchos adjetivos innecesarios que le entregan la información digerida al espectador. El recurso más usado, fuera de las entrevistas es la recopilación de archivos.
Tanto en 6,7,8 como La cornisa se caracterizan por esa falta de contraste en las notas, o son opositores o están con la gestión. A eso se le suma que muchas de las investigaciones periodísticas que se desarrollan no están respaldadas por información confiable. La producción abusa del uso de cámaras ocultas sin documentación que la respalde, ni entrevistas que resulten relevantes para validar las hipótesis. Sin ir más lejos en una emisión del año pasado en se emitió un video que presuntamente probaba que el periodista de La Nación Carlos Pagni había recibido dinero por montar una operación de prensa contra Repsol- YPF. La filmación era anónima y sin ficha técnica.
En ambos programas se muestra un abandono de la investigación periodística rigurosa y responsable. Hoy estos programas no logran enseñarnos nada.
En conclusión deberíamos marcar que ambos programas apuntan a especializaerse en la investigación policial del cine clásico norteamericano, quieren buscar una verdad escondida, oculta, frecuentemente criminal. Pero olvidan la esencia del periodismo de investigación de buscar aquello que esta escondido, más allá de los condicionamientos empresariales y de las presiones del poder. Para buena parte del progresismo contemporáneo, esa idea del periodismo de investigación –al que le rindió culto en la década del 90– es ingenua y no hace más que ocultar, detrás de la maraña de datos, las verdaderas relaciones de poder y el control que los medios hacen sobre la agenda de discusión pública. 

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