jueves, 22 de julio de 2010

Desde otro punto de vista

Aquí sobran las emociones. Se produce un derroche de talento, pero esta vez, con un matiz un tanto especial, algo “nunca visto”. Un grupo de actores, es su mayoría no videntes, le dan vida a “Luces de Libertad”, interpretándola desde su pasión por el arte dramático. En el Centro Argentino de Teatro ciego se presenta, en homenaje al bicentenario, esta obra que propone una forma diferente de “ver” teatro. Abordando la temática del ideal de 1810, en plena Revolución de Mayo, recrea el deseo de libertad que se dispersaba por todo el pueblo. Esto es contado desde la experiencia de una esclava que no se resigna a ser un objeto de compra y venta. Miles de sensaciones encontradas provoca esta puesta en escena totalmente a oscuras, donde los sentidos se ponen a prueba más que nunca. El olfato, trabajado desde los aromas a limón, canela, café, azúcar, junto al buen uso de los efectos de sonido, y el discurso, generan un gran misterio, permitiendo que el público se deje llevar por la imaginación a los lugares recreados. En un elenco con un muy buen desarrollo actoral se destacan las esclavas (especialmente el papel de la joven Dangara), que logran momentos de verdadera intensidad y hasta parece que las estamos viendo cuando sólo las estamos escuchando. El encanto de su arte musical impacta fuertemente. Resulta imposible descubrir quién representa cada personaje, esa es la idea. Los actores, para no romper la ilusión, guardan celosamente los secretos y trucos que dan vida a los sonidos y aromas que acompañan el relato a ciegas. Surge, de esta manera, un género en el que, desde lo auditivo, se pueden crear diferentes planos y hacer cambios de locación en un instante.Se puede pasar de una tertulia donde se toma el té a una cárcel donde se tortura a un prisionero. El límite lo marca la imaginación, ya que el espectador traza mentalmente imágenes para completar lo que está escuchando, y así romper con el paradigma de lo visual, que es lo que hoy reina. Estamos absolutamente en la oscuridad y tampoco necesitamos ni el más mínimo halo de luz, porque la experiencia pasa por otro lado. Allí todos somos iguales. Tanto actores como espectadores se encontrarán en igualdad de condiciones, con el objetivo de atraer desde lo no visual. El presenciar una obra en completa oscuridad es de fuerte impacto para el público. El cuerpo inmóvil y desorientado durante casi una hora se hace difícil de llevar. O no, depende de la relajación y aceptación que surge en el momento. Cerrar los ojos y abrirse a todos los sentidos para ver las cosas desde otro lado, para ver otras cosas, lo hace semejante al radioteatro. Así, cada uno imagina y construye la escenografía, hace el diseño de luces y delinea el vestuario a gusto propio. Y a pesar de la simpleza del texto, a veces es difícil seguir el hilo de la historia, por lo complejo de la situación, ya que nos exponemos a estímulos constantes De esta forma, reflejan cual espejo, la oportunidad que se brinda a personas con discapacidades visuales, para lograr una verdadera y plena integración a un ambiente laboral y de aprendizaje. Invitándonos a la reflexión de que no existe ningún impedimento para realizar lo que nos hace realmente felices. Altamente recomendable para todo tipo de público, especialmente para aquellos que pretendan alimentar su espíritu y entregarse al goce sensorial.

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