lunes, 19 de julio de 2010

Warren Schmidt: El ejemplo de la no vida

No siempre se logra conseguir la felicidad y la realización personal. Y el no encajar suele ser uno de los mayores factores de depresión, cosas que para el protagonista son una realidad de todos los días. El ver a un hombre, de edad madura, sentado admirando el ocaso de su vida siendo un mero observador de ella, genera una completa aflicción por ese ser humano que no parece tener otro objetivo más que trabajar, aún cuando ni eso parece emocionarlo. Si se logra focalizar en el detalle, se puede dilucidar que Warren Schmidt es el claro ejemplo de la persona que no ha concretado sus metas a lo largo de su vida. Es difícil describir los sentimientos de depresión, aflicción y pesadumbre en una sola escena. Pero con sólo pensar en alguien sentado en una oficina de color azul, con cajas a su alrededor y mirando cómo pasan los segundos de su existencia para poder irse de ahí, brinda una entera sensación de apatía por la vida. Aquel reloj que marca cada segundo que transcurren, bien puede ser el paso del tiempo en una vida no vivida. En una vida en la cual se es el espectador más que el protagonista, y la necesidad de pertenecer aparece una vez que esa persona se da cuenta que lleva sesenta y seis años desde su nacimiento y ni si quiera la mitad vividos. Por otro lado, se encuentra el pequeño de Ndugu quien juega un papel bastante ambiguo, debido a que Warren colabora con una fundación para ayudar a un niño carenciado, termina por financiar la educación de este nene de seis años. Pero por momentos, el espectador deja de vislumbrar a la figura imaginaria de Ndugu como un niño y, pasa a ser una especie de psicólogo al cual le cuenta todo como siente. O tal vez sea esa voz interna que cada uno lleva y la que impide estar al borde de la locura. Cada carta que le escribe a ese niño, termina siendo una carta a sí mismo. A través de ellas expresa toda la ira, la decepción y hasta las proyecciones de quien en realidad quiere ser, cuando en verdad no es así. La seguridad, los aspectos positivos y hasta la ironía que se ven plasmadas en su ser, por intermedio de los escritos, es que se puede dilucidar la verdadera persona de Warren Schmidt. Pero por qué no, también, visualizar esas cartas como las confesiones de un paciente a su psicoanalista. Acostado en un diván y dejándose llevar por el relato de sus sentimientos y emociones. Aún así, si se avanza sobre otra perspectiva, se puede encontrar la jubilación del protagonista. Que más que un retiro a su trabajo, termina siendo un retiro a su vida tal cual es hasta el momento. Las diversas situaciones de la vida, tienden a ser cruciales para tomar una decisión de qué camino elegir a continuación. En este momento, el abandonar todo lo que él fue durante gran parte de su existencia es motivo por el cual se ve en el abismo de su edad. Sin embargo, no importa cual mal sean las situaciones o cuan deprimido se esté, siempre hay un punto crucial en el que se encuentra el “equilibrio” y se logra visualizar unas factibles soluciones para esos problemas que tanto aquejana la persona en cuestión. Es decir, que a medida que se indaga, recorre, se medita y se está dispuesto a aprender de sus errores es, que se logra llegar al punto culmine de tener la mente clara para saber qué hacer y decir.

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