miércoles, 7 de julio de 2010

Ilusiones caídas, fuera y dentro de la cancha

El cielo empezó a oscurecer y las luces comenzaron a prenderse, el clima se volvía tenso y los nervios de los fanáticos se hacían cada vez más notorios. Todo empezó el martes pasado cuando nos dirigimos hacía lo que podríamos llamar un espectáculo deportivo irremontable. Miles de personas se encontraron en el estadio José Amalfitani, más conocido como el Club Atlético Vélez Sarsfield. Se iba a realizar un encuentro deportivo entre el local, y Chivas de Guadalajara, un club mexicano, donde el equipo argentino necesitaba 4 goles a favor para poder pasar a los cuartos de final en la Copa Libertadores. Las espectativas eran enormes, para ambas hinchadas pero el apoyo de los simpatizantes de nuestro país, se hizo notorio. No solo al momento del encuentro sino unas horas antes, donde todos fueron combocados para un recibimiento especial de los jugadores, desde cadenas de mails, facebooks, twitters y hasta en las páginas oficiales. La concurrencia fue enorme: bombos, cantos, saltos, emoción, alegría, gritos, exaltación, todo con la llegada del equipo del "fortín". La importancia de un fanático ante estos partidos se demuestra antes, durante y después del encuentro. Al momento de comenzar el partido, los hinchas se mostraron tirando "papelitos" cortados, fuegos artificiales, banderas y muchos cantos. El cielo se llenó de colores, la noche se había convertido en una fiesta, la esperanza era el primer puesto de todos los velezanos, a pesar de las pocas posibilidades que existían hablando numericamente. Una hinchada no es algo más, es el corazón del club, es el alma de equipo y la sangre de los mismos que la pertenecen. Es por eso, que hay que saber, que sin el folcklore de los mismos, nada sería igual. Sin sus gritos, su talento de admirar, de seguir, de recorrer lugares e inventar locuras, los partidos serían aburridos, sin gracia y sin emoción. Es la suerte de ser argentino, de saber demostrarle al resto del mundo lo que en verdad es y sentimos, cuando hablamos de pasión. Porque en cada encuentro el fanático sabe encontrar la magia, que lleva a todos lados, comprende y siente como si viviera adentro de la cancha, como si ellos estuvieran jugando. Lloran, se alegran, sufren, ansían y dejan una cantidad de sentimientos incontables en 90 minutos. Porque el fútbol, que se creo como un simple juego de entretenimiento, se termino transformando en lo que hoy podemos llamar una multitud de pasiones. Que lo siguen, chicos, jóvenes, grandes, ancianos, todos aquellos que esperan con nervios desde aquellos amistosos, hasta los partidos más importantes. Es prioridad de muchas personas un juego, antes que cualquier otro tipo de reunión, si bien a la cancha entran unos pocos, lo jugamos todos y por sobre todas las cosas, lo disfrutamos todos por igual, con alegrías, tristezas, pero la emoción de poder vivir ese partido, lo sentimos todos por igual. Continuado el partido, las cosas se volvieron más tensas, cuando a los 2' del primer tiempo, Vélez convierte el primer tanto. Las ilusiones eran enormes y todo se hacía más eufórico e inexplicable, ahí la gente demostró su orgullo por el club y no dejó de cantar y de sentir al mismo tiempo que los jugadores la camiseta, de transpirarla y sufrirla del otro lado del alambrado. No había tiempo que perder, la pelota rodaba, los minutos pasaban, la tribuna alentaba y el miedo a no pasar a la siguiente ronda crecía cada vez más. La demostración y hazaña del equipo se hicieron notoria, como buenos profesionales y cumplidores salieron al campo a luchar, a ganar la batalla y a no ser derribados por su contrincante. La ayuda del aliento de sus hinchas, creó todo el clima, y más cuando en el segundo tiempo del encuentro, otro jugador de Vélez Sarsfield, convirtió el segundo tanto de la noche. La felicidad rondaba por todo el estadio, el espíritu de ganador aparecía y las ganas de no bajar los brazos seguían. Ahí es cuando una vez más aparece la hinchada, aquellos fieles compañeros del equipo, que saben como mantener la cabeza en alto y no abandonan a sus equipos a pesar de los resultados. Porque saben como defenderse de aquellos agresores, de las cargadas y las cosas malas que puedan llegar a venir. El fútbol es así, algunos ganan, otros pierden y quizás se llegue a empatar. Pero siempre se encuentra a los que favorecen y perjudican. Lo más lindo son los típicos llamados clásicos, porque no solo se vive la tensión dentro de la cancha, sino que fuera, desde los barrios, los hinchas y los cantos, pero lo mós importante de todo ... es vivirlo sin violencia. Que sea un entretenimiento sano, sin causar daños al otro, disfrutando de lo lindo de la competencia futbolística. Tan solo un gol más se necesitaba para pasar, pero crueles se volvieron los minutos al momento de empezar a descontar, todo pasaba muy rápido, los nervios de los fortineros para que no se termine el partido. No todo es color de rosa en la vida, el árbitro miró su reloj y le dió fin a ese encuentro tan esperado y emocionante de la noche. Miles de almas ilusionadas se fueron a casa, desesperanzadas y tristes, pero orgullosos, por no haber abandonado nunca a su equipo, porque los mismos jugadores dejaron todo su esfuerzo en la cancha. Debemos destacar una vez más, que el partido se hizo mucho más emocionante, gracias a la hinchada, a su gente, a su aliento, sus esperanzas, sus gritos y sus emociones. Ese día se demostró, que el verdadero fanático, está siempre, en las buenas y en las malas, así como dice el famoso canto de la cancha. Si bien fue una triste derrota, con el final menos esperado por todos, fue una jornada motivante. La gente sabe cómo festejar, cómo alentar y por sobre todas las cosas, aprendió que apesar de los resultados, las cosas buenas siempre llegan más tarde. Que con esfuerzos, ganas y dedicación, la victoria puede estar a un solo paso y con la ayuda de la gente que es el complemento justo para poder hacer entretenido este deporte. Porque sin los hinchas nada sería lo mismo y dudo que el fútbol sería tan popular como lo es hoy en día.

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