jueves, 22 de julio de 2010

Critica cultural a la obra teatral “El Fantasma de la Ópera”

Critica cultural a la obra teatral “El Fantasma de la Ópera” Por Natalia Zoff. La obra maestra de Andrew Lloyd Webber: El fantasma de la ópera es, sin duda, uno de los musicales más deslumbrantes a nivel visual, gracias a un trabajo de equipo que a casi 23 años de su estreno, todavía hoy, sigue sorprendiendo. Es el espectáculo con mayor permanencia en la historia de Broadway, la vieron más de 80 millones de espectadores en todo el mundo y es un verdadero clásico de la escena teatral. ¿Qué explica este éxito? “El fantasma de la ópera” triunfa porque su drama es común a todos, nos atraviesa, de modo tal que todos en algún momento de nuestra vida podríamos identificarnos con ese personaje. El fantasma, que habita los pasadizos subterráneos del teatro parisino, es un ser marginal, vive oculto, rechazado. Todos lo ven y nadie lo mira. En nuestra misteriosa Buenos Aires, las calles están colmadas por estos seres anónimos, que cuando nos pasan por al lado los esquivamos, o los ignoramos. No tenemos que ir a una realidad muy lejana para dar ejemplos de esto: los vendedores ambulantes, los personajes que en cada semáforo, buscan en alguna ventanilla abierta una colaboración, los inmigrantes sin papel, todos ellos, hombres y mujeres solitarios, que al igual que el Fantasma de la Ópera, viven ansiando una vida normal, con una familia. Sueñan con algún día concretar esa ilusión, esa oportunidad que la vida les niega y les seguirá negando. A este drama trágico, se suma una historia romántica, imposible, donde un ser olvidado busca en el amor una puerta al mundo real, una oportunidad de ser conocido. Es interesante, ponernos a pensar, semejanzas de esta relación entre el fantasma y Christine. Este ser oculto, enamora a la discípula desde las penumbras, se asemeja al chateador experto de nuestros días, que seduce a través de su discurso cibernético, si mostrar ni siquiera una máscara; todos buenos conversadores y protagonistas de las citas a ciegas. Este es el amor a distancia, misterioso, ese excitante interrogante de quién será, cómo será, mantienen viva la ilusión y hacen que se desarrolle la trama romántica. Pero al caer la máscara, al descubrirse queda sólo el hombre, que en el caso de nuestro fantasma, volvió a romperse esa ilusión; se le vuelve a negar la oportunidad, dejando solo lugar al odio y al rencor. El director se ocupa muy bien de reflejar y colocar en la superficie el tema del tormento y sus implicancias dentro de la vida de un ser humano. El ser que actúa y piensa de determinada manera debido a un pasado traumático y un presente para nada distinto, un personaje que lleva las marcas de la discriminación, la burla, el desprecio, la falta de compasión y contención, que solo incrementa su odio a medida que se lo deja de lado. Por otro lado, vemos como a pesar de tanto rencor, hay cabida para una historia romántica que marca el ritmo de la narración y se transforma en el conflicto central del libreto teatral.

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